Del Relato Mágico de las Aves

(Extracto del Libro sagrado de la desaparecida religión Bashmi-Dad)

Y entonces hubo Jerafath por cien senderos caminar, bajo soles y estrellas en busca del mesías. Hacia occidente iba por valles y viñas, consultando a los pastores del cordero del hombre. Sólo en el tiempo en que la serpiente buscó su lengua por los jardines, llegó el mensajero al pueblo de sueños. Designado por los astros y Dioses como Benitazalem, fue conocido. Ayudado por Diaferón logró Jerafath ser guiado en paso certero, el hálito de Dios lo levantó del reposo, lavó sus pies cansados e iluminó su rostro con mariposas coloridas de grandes barrigas y ojos azules. Logró así llegar a la cruz donde halló a su hermano cruzado en la agonía de un rey. Débil y exhausto hallábase el cuerpo, nutrida con sangre cantaba la cruz. Esperanza pudo oir en los ojos del pueblo que en el silencio gritaban las plegarias e insultos aprendidos. Arrodillóse ante el cuerpo y la cruz sin saber cual hallábase con más vida y dispuso, así, dar su mensaje.

Jesús, hermano, recordadme... soy Jerafath de Melinea y vengo de las tierras en donde el Dios Dravallaba (Sol) nace cada alba... reconocedme”.

Desde las penumbras y las sombras del recuerdo, apareció la imagen fraterna de aquella voz. El Nazareno en un esfuerzo levantó el rostro para divisar al antiguo hermano, y entonces fue recordado. Todo el mundo enmudeció, escuchando.

- “Recordais nuestra unión sacra, cuando fuimos dicípulos del mismo Gran Maestro, allá en vuestra juventud; allá, junto a otros 10...”

La cabeza del delirante volvió a caer, agotada. Sus oídos atentos seguían la voz de Jerafath.

“El maestro recuerda que erais el mejor alumno, el elegido para brillar y ser iluminado, él os recuerda muy bien. ¿Como olvidar vuestra traición?”

“El orgullo os invadió, tu corazón cayó primero y os hizo desear ser el maestro y no el discípulo. El egoísmo lo siguió para haceros querer ser padre y no hijo, os obligó a extinguir su vida cruzándolo en el pecho con vuestra espada señorial. ¡Mataste al Padre!, ¡Mataste a vuestro Padre!... y entonces fueron guiados los pies en loca huída a llegar hasta el dominio de otras estrellas y montañas, sobre estas tierras para dar vuestras palabras de profeta...”

“...Tus hijos fueron los pobres y esclavos, aquellos que son más fáciles de dominar, pero vuestros enemigos vivían en lo profundo golpeando y quemando las entrañas de la sangre... Fuisteis el maestro, lo que deseabais; fuisteis el Dios y no el súbdito, lo que buscabais”.

Los hombres presentes en la escena junto a los discípulos del Señor Jesús, derramaban lágrimas de incredulidad; las montañas de su fe, se derrumbaban con cada palabra de Jerafath.

“Ahora que la voz del maestro conduce mis labios y hálito desde el Paraidón (Paraíso), traigo al agónico la paz que necesita, el perdón y misericordia que serán los únicos capaces de de darte la muerte que ahora sólo deseas. Delirante os encuentro condenado en la eternidad, no podéis cruzar las puertas de entrada del mundo tercero guardado por Cero-zhat , custodio de la muerte. Aunque toda la sangre de tu cuerpo te abandone por las llagas, el dolor de la agonía no te dejará hasta alcanzar el perdón, hasta lograr las infinitas gracias del Gran Maestro”.

El deseo de perdón cruzó el casi extinto corazón del discípulo proclamado profeta.

“Sólo el verbo conseguirá la misericordia, sólo la palabra logrará vuestro perdón... Utiliza vuestras últimas energías, levanta las fuerzas de vida para modular palabra alguna... sólo con ello el maestro desde el otro lado os oirá para daros el sendero de la muerte, descansar finalmente junto a él en la paz eterna, como así nos enseñó y como así yo os deseo”.

Jerafath fue visto por todos como un loco de hirientes palabras, los ojos de los discípulos así lo creían con todas sus esperanzas, pero un loco éste, que provocó duda en ellos, duda que es enemiga de la fe. No esperaban respuesta de Jesús, así lo desearon. Jerafath sólo esperaba.

Los discípulos miraban a su maestro en la cruz sin saber que harían si éste respondiera al forastero.

El Nazareno exhausto y desde las nieblas del dolor hizo el mayor esfuerzo de su vida para levantar el rostro, sus ojos se abrieron para recibir la luz de los rostros que lo miraban en silencio. Con fuerzas de flaqueza inhaló un frío aire que dificultoso expandió su pecho y abrió sus heridas ahogadas. Miró al cielo y deseando la muerte, gritó:

“¡Dios, padre, por qué me habéis abandonado!”

... Su cuerpo desvanecido cayó suspendido sólo por la cruz que piadosa agradecía la sangre, que de vida la nutría.

Jerafath vio concluída su misión, su mensaje logró lo buscado y lo que personalmente deseaba, traer la paz al sufrido hombre que había sido su hermano. Desde las nubes, que ahora se disponían a cubrir rápidamente el cielo para oscurecer la tierra, lo miraron agradecidos, su Maestro y su hermano Jesús.

El enviado, se puso de pies, secó sus ojos y mejillas con la mano y con la cabeza gacha pero el corazón satisfecho, caminó entre la multitud que le abría el paso y lo miraban en silencio desde los rincones de la confusión. Jerafath, el mensajero, comenzó su larga caminata, esa misma tarde, hacia el oriente, hacia su hogar.

Los discípulos de Jesús, después de un tiempo, decidieron olvidar lo sucedido y recuperar su fe...



 
 
 
 
 
 
 

Principal
Geocielo
Ephobus
The Beast
Mandrágora
Editorial
Novela
Esfinge
Rebelión
Caos
Fase
Vehículos
Comerciales
Círculo
Elephants
Armaggedon
Himno
Créditos