El tiempo no pudo penetrar en aquella tiniebla que viajaba como una manada de caballos sobre las olas del carrusel.
Nace el néctar que aún debe esperar su fuga para llegar a los cuerpos que emergen de la voz secreta. La Tierra contraída intenta recordar los rostros de cada ser efímero que se ha reflejado en sus ojos. Los sueños se conectan con las almas para sentir los pasos de la noche, y buscar en susreposos los senderos hacia donde se ha marchado aquella figura perdida.
El círculo mágico abre sus grietas para que comience la búsqueda de su cuerpo inmaterial. Imágenes cargadas de belleza se dispersan por el universo estallando sobre sus manos.
Los labios del tiempo pronuncian libertad y esperanza, empujando a su sombra hacia ese purificador misterio.
El círculo mágico se quiebra, cayendo en fragmentos sobre las estrellas y el mar, fusionándose así con otras formas de vida.
Pero ahora el cielo cejado, deberá buscar su propia fé, sufrir su propia miseria, al no poder recuperar sus ojos.
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