CIUDADANIA Y GÉNERO : Mujeres y Liderazgo en las Provincias
de Antofagasta, El Loa y Tocopilla (1)

Paulina Salinas Meruane. Dra phil (2)

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Conclusiones

La realización de este estudio permite constatar en la región la existencia de tres niveles organizacionales, de acuerdo a su quehacer fundamental y a la perspectiva de género que tienen las participantes. El primero, referido a las mesas comunales existentes en cada una de las provincias, con rasgos de heterogeneidad y pluralismo. Estas son agrupaciones que convocan a mujeres procedentes de diferentes sectores sociales, con distintas edades, niveles de escolaridad, estado civil y de diversos sectores políticos, como militantes activas, simpatizantes o independientes. Estas características están presentes en cada una de las mesas comunales y son factores aglutinadores, que potencian el debate y el cuestionamiento de género.

En este sentido, estas instancias se diferencian de la lógica tradicional de participación de las mujeres, por lo menos en lo que respecta a las experiencias registradas en las últimas dos décadas, lo que conlleva un cierto distanciamiento de los objetivos de subsistencia, de democratización del sistema político y de defensa de los derechos humanos, por un desarrollo organizacional post dictadura que enfatiza en objetivos centrados en el aprendizaje, por parte de las mujeres, de auto construirse como actores sociales con inquietudes personales y derechos ciudadanos.

Un segundo nivel organizacional, de transición, convoca a las mujeres microempresarias. Estas agrupaciones presentan elementos tradicionales, en el sentido que buscan mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias, son políticamente independientes y en el centro de su quehacer esta el mejoramiento de sus condiciones laborales. Junto a lo anterior, es posible reconocer, también, en estas asociaciones un cuestionamiento de género importante. Para las microempresarias son evidentes las desigualdades que las afectan en el mercado laboral, las dificultades que tienen para compatibilizar el trabajo con la familia, y los obstáculos que deben sortear para lograr una autonomía real.

Y en un tercer nivel se encuentran las organizaciones de mujeres de pescadores y buzos mariscadores, éstas presentan una lógica tradicional de participación, en la cual la organización tiene un sentido, fundamentalmente, instrumental que posibilita un mejoramiento de la calidad de vida de las participantes.

En términos generales, se pudo observar que en los discursos y las prácticas organizacionales (de las mesas comunales) se han reemplazado paulatinamente las necesidades prácticas, referidas fundamentalmente a los requerimientos de vivienda, salud, alimentación y otros; por necesidades estratégicas, ya que, precisamente éstas últimas permiten cuestionar las bases patriarcales de la estructura social, económica, política y cultural que sustentan las relaciones de inequidad inter e intra género. Sin embargo, las discusiones que se han dado, en este sentido, permiten afirmar que se requiere una conversión, que permita imprimir a las necesidades prácticas un sentido estratégico, es decir es central otorgar a lo práctico un sentido político, nos dice Magdalena León (2000: 169). En la medida que lo práctico sea considerado estratégico puede hablarse de empoderamiento.

Existen motivaciones comunes en las líderes o dirigentas para participar, coinciden en intereses de carácter personal, relacionadas con el ámbito afectivo-subjetivo, y con motivaciones que se vinculan con el desempeño de los roles tradicionales, como mujer, madre y esposa, es decir con las funciones que han sido socialmente adscritas al género femenino.

En este sentido, como decíamos, la participación comunitaria es valorada como una herramienta que posibilita generar transformaciones concretas, que mejoren las oportunidades de las mujeres en los distintos ámbitos del quehacer nacional. Es una praxis real y entre iguales, en la cual se producen discursos políticos e ideológicos que potencian el cuestionamiento de diferentes ámbitos como: del ejercicio del poder, las relaciones de género, las condiciones de subordinación y la discriminación de las mujeres. De este modo, se configura un espacio para la des-construcción de las formas, modos y argumentos masculinos que determinan las atribuciones del ser femenino y el conjunto de tareas y funciones que se amalgaman a esta construcción social.

En los discursos de las entrevistadas se evidencian demandas comunes como: crear políticas a favor de las mujeres, impulsar cambios legislativos que se relacionan directamente con las problemáticas que afectan a la población femenina, fortalecer la visibilidad de éstas como actores sociales y lograr una representatividad real de este sector en la zona norte. Estos objetivos son elementos que conforman la construcción de una la identidad colectiva a nivel organizacional.

Otro objetivo que se destaca en los discursos de las mujeres se relaciona con el deseo de lograr autonomía, a través de la organización. Esta es significada en diferentes sentidos: en la toma de decisiones, a nivel organizacional, en el ámbito laboral y al interior del grupo familiar. La organización se va transformando en una vía que posibilita el empoderamiento de las mujeres en diferentes espacios de acción.

La participación en el espacio local posibilita a las mujeres una nueva relación con el entorno, en la medida que aumentan las actividades que realizan fuera del espacio doméstico. En este sentido, las mujeres valoran las oportunidades que brindan las organizaciones, ya que “salen del encierro de la casa”.

Los elementos de exclusión o marginalidad que experimentan las mujeres, sobre todo las de sectores populares, se concretan en diferentes modalidades de discriminación. Allí las características de edad, las relaciones ínter género e intra género y la clase social juegan un rol protagónico. Cada una de estas dimensiones se encuentran presentes en las vidas de las mujeres, conformando un complejo entramado de superposiciones.

En lo que respecta a la construcción de la ciudadanía, en lo discursos de las entrevistadas, se identifican una serie de elementos que se encuentran en tensión y que van configurando la ciudadanía. Esta se entronca con diversos ámbitos de la vida nacional, con la actividad política, con los derechos civiles y sociales.

No hay diferencias significativas entre las organizaciones femeninas, primero coinciden en que en el plano político fue fundamental la recuperación de la democracia en el país, pese a lo dificultosos que ha sido la consolidación de la misma, manifiestan que tanto la ciudadanía como el sistema democrático tienen evidentes restricciones.

Segundo la ciudadanía es formulada desde una concepción más amplia de participación social, desde esta perspectiva, las líderes evalúan su participación como marginal, pues se sienten excluidas de las decisiones en el ámbito económico o en el plano de las políticas sociales, por lo tanto ejercen una ciudadanía pasiva que esta al servicio de la asistencia social, donde las posibilidades de participación se concretan en una práctica que es insuficiente y que posee escaso reconocimiento social.

Las mujeres organizadas demandan principalmente mayores posibilidades de trabajo. Plantean que resolver esta situación es el punto de partida para enfrentar otros problemas del ámbito económico, familiar, y que están relacionados con lo laboral.

El comportamiento de las mujeres en los diferentes espacios de participación muestra las dificultades que tienen para incorporarse a estas instancias. Las posibilidades que tienen para participar son menos, y están condicionadas, fundamentalmente, por las estrategias que individualmente cada mujer desarrolle para compatibilizar sus roles reproductivo, productivo y social.

La participación de las mujeres en las diferentes organizaciones comunitarias, no logra proyecciones sociales, en el sentido de producir cambios en la situación de subordinación que las afecta, la tensión que se produce, entre las demandas del espacio privado y el espacio público, como las prácticas de éstas mujeres, atravesadas por las responsabilidades domésticas, limitan sus posibilidades de convertirse en actores políticos con relevancia social.

La incorporación al espacio público no las sustrae de sus responsabilidades domésticas, crianza de los hijos, atención de la casa. Esto se traduce en que las mujeres en la comunidad posean poder, pero al estar restringido a la esfera privada no logra proyectarse en el espacio público. Las mujeres no logran articular un discurso político que le permita participar en las instancias de poder, las que al ser dominadas por los hombres, se encuentran definidos por sus modos y formas. En definitiva, esto ha influido en que los cambios logrados por las mujeres sean efímeros y que sus movilizaciones tengan escasos efectos y repercusiones.

Las políticas de igualdad de oportunidades no potencian la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres, como una concepción de responsabilidades compartidas al interior de la familia y en la sociedad en general. En los sectores pobres como en sectores de la clase media y alta, en estos últimos en forma mucho más encubierta, ya que las posibilidades de contar con servicio doméstico, es decir con el servicio de otras mujeres, libera a éstos de las responsabilidades domésticas. La distribución de roles sigue siendo categórica, la mujer es la encargada de la reproducción cuidado de los hijos y la manutención del hogar y el hombre es el proveedor, aún cuando las mujeres trabajen remuneradamente. Por lo tanto, no se constatan cambios reales en una redistribución de los roles al interior de la familia. Se observa, especial resistencia por parte de los hombres para participar en un proceso de redistribución de funciones, desencadenándose tensiones y conflictos al interior de la familia. En este sentido la familia nuclear constituye un lugar privilegiado en la gestación de relaciones de opresión de género.

En un sentido más amplio, se requieren, también, cambios en la construcción social del trabajo superando la polaridades público/ privado, productivo/ reproductivo/ moderno/ conservador que mantienen a las mujeres en condiciones de inequidad. Se deben abrir los espacios de discusión e incorporar los temas de género, visibilizar la sobrecarga que aplasta y enferma a las mujeres.

Por último, las diferencias existentes al interior de las organizaciones de la segunda región, obligan a cuestionar las políticas de género que se basan en la representatividad de las mujeres, puesto que este criterio es excluyente y omite el valor de las minorías. Por lo tanto, la representatividad de las mujeres y de sus organizaciones debe perfilarse en un esfuerzo por capturar las múltiples diferencias que existen al interior del universo femenino, esto implica, dice Jo Beall, hacer esfuerzos concretos por crear condiciones alrededor de aspectos especiales de interés compartido.

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