CIUDADANIA Y GÉNERO : Mujeres y Liderazgo en las Provincias
de Antofagasta, El Loa y Tocopilla (1)

Paulina Salinas Meruane. Dra phil (2)

RESULTADOS

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Antecedentes Teóricos
Anteceds. Metodológicos
Resultados

Conclusiones

Motivaciones para Participar en la Comunidad

Diferentes estudios coinciden (Errazuriz 1992; Raczynski, 1992; Salinas et. al., 1992, Valdés/ Weinstein 1992, Salinas, 1999, 2002) en que el espacio local es relevante en las prácticas participativas de las mujeres, son éstas -preferentemente las mujeres de los sectores populares- las que salen del hogar para demandar, gestionar y maximizar los recursos en las organizaciones formales e informales.

No obstante, históricamente la participación de las mujeres en la comuna ha tenido un carácter cíclico y coyuntural, es decir los procesos participativos de éstas han sido irregulares, dándose fases de intensa movilización y otras de absoluto repliegue organizacional. El carácter coyuntural de las agrupaciones femeninas ha generado relevantes experiencias de movilización, en las que se evidencia capacidad de convocatoria, aglutinamiento y organización de las mujeres, sobre todo para enfrentar dificultades de orden social, económico y/o político del país. Sin embargo, una vez que alguna de estas dificultades se ha superado o en su efecto aminorado, se ha desencadenado un retroceso, que se materializa en el retorno de las mujeres a la casa, reiterándose el ciclo organizacional

El espacio local ha funcionado, fundamentalmente, como receptor de diferentes demandas que giran en torno a la subsistencia familiar, mejoramiento de la calidad de vida, defensa de los DD. HH, presencia política, entre otras. Sin embargo, las mayores dificultades que experimentan las mujeres en este proceso, es lograr una transformación cualitativa de su participación, es decir ejercer poder, proyectarse en el espacio público y promover el desarrollo de la comunidad. Por lo tanto, se mantiene la tendencia de que las mujeres se incorporen en las tareas del desarrollo local, incluso ocupen cada vez más cargos, sin embargo en la práctica, éstas no dirigen los procesos de organización ni participan en su conducción.

Para aumentar la capacidad de las mujeres de involucrarse en procesos participativos, se requieren cambios en la forma como se dirigen estos procesos ( Moser 1995:154). Esto se relaciona, no sólo con problemas logísticos como los horarios de las reuniones o con modificación en las prácticas de las mismas, sino también con cuestiones más importantes como la conciencia de su situación y la articulación de los actores en los procesos participativos, asumiendo activamente las mujeres los valores que deben gobernar sus propias decisiones.

La existencia de Mesas Comunales en la II región registra una praxis organizacional con elementos distintos a los objetivos tradicionales de participación de las mujeres, por lo menos en lo que respecta a las experiencias de participación de las últimas dos décadas, en el país. Esto significa que, por una parte comienzan a quedar atrás objetivos como: la subsistencia, la recuperación de la democracia y la defensa de los derechos humanos, y por otra se inicia un proceso de organización post dictadura centrado en el aprendizaje, por parte de las mujeres, de auto construirse como actores sociales con inquietudes personales y derechos ciudadanos.

Las Mesas Comunales son agrupaciones heterogéneas y pluralistas, las participantes pertenecen a diferentes sectores sociales, tienen distintas edades, niveles de escolaridad, estado civil y provienen de diversos sectores políticos, ya sea como militantes activas, simpatizantes o independientes.

En definitiva, los discursos y las prácticas de las mujeres entrevistadas revelan un paulatino desplazamiento de las necesidades prácticas por necesidades estratégicas, éstas ultimas posibilitan efectivamente visibilizar las bases patriarcales de la estructura social, económica política y cultura que perpetúan las relaciones de inequidad inter e intra género.

En general, en las organizaciones analizadas existen motivaciones comunes en las líderes o dirigentas para participar, coinciden en presentar intereses de carácter personal, relacionados con el ámbito afectivo-subjetivo, y con motivaciones que se vinculan con el desempeño de los roles tradicionales, como mujer, madre y esposa, es decir con los roles adscritos socialmente al género femenino.

A través de la participación social en la localidad las mujeres canalizan necesidades de asociación, donde la afectividad juega un rol de cohesión. Las organizaciones son un espacio de desarrollo personal y comunitario ( Ruiz y otras, 1998: 217).

En las instancias de participación se producen, también, espacios de encuentro entre iguales, que posibilitan la formación de lazos de amistad y de reunión entre las participantes, se desarrolla un sentido de pertenencia y cohesión altamente valorado por las mujeres, incluso, éste llega a ser a veces, más relevante que el objetivo inicial que convocó al grupo.

El intercambio de experiencias vitales permite a las mujeres ir superando el aislamiento de la vida doméstica y ver que los problemas que las aquejan individualmente tienen una connotación política social y cultural importante.

Otras motivaciones para participar presentes en las mesas comunales de la región son de carácter ciudadano, las mujeres cuestionan la posición devaluada que tienen en la sociedad. En este plano critican la discriminación de género que existe en los diferentes sectores de la vida social, en la actividad política y laboral. Por lo tanto, la participación comunitaria es valorada como una herramienta que posibilita generar transformaciones concretas, que mejoren las oportunidades de las mujeres en los distintos sectores. Es una praxis real y entre iguales, en la cual se producen discursos políticos e ideológicos que posibilitan el cuestionamiento de diferentes ámbitos como el ejercicio del poder, las relaciones de género y las condiciones de subordinación y discriminación que las afectan. De este modo, se configura un espacio para la des-construcción de las formas y modos construidos principalmente desde el universo del varón. Desde este último, se configuran las atribuciones de lo femenino y un conjunto de tareas y roles que se amalgaman a esta construcción social reproduciéndose múltiples estereotipos de género.

También aparecen en los discursos de las participantes motivaciones de carácter social, éstas son significativas, especialmente, para las mujeres que integran la Agrupación de Mujeres Pescadoras y la Red Comunal del Adulto Mayor de Tocopilla. Estas líderes se sienten incentivadas para realizar actividades que ayuden a otros; la participación la valoran como una instancia para canalizar su espíritu de servicio público.

El deseo de ayuda, la solidaridad y el compromiso social han sido valores tradicionales asumidos socialmente por al género femenino. Estos perfilan el liderazgo de las mujeres y lo que culturalmente se espera de ellas, es decir un comportamiento público conservador con un fuerte compromiso ético, donde la comuna es una prolongación de las formas y modos de conducción, que ejercen las mujeres, en el espacio doméstico. Reproduciéndose una vez más los estereotipos de género privado-público, afectivo-racional, conservador-liberal, entre otros.

Los Objetivos de las Organizaciones de Mujeres

Las primeras participantes de las mesas comunales de la II región, han pertenecido a diferentes organizaciones comunitarias, a través de las cuales han canalizando sus necesidades de cohesión y han construido una trayectoria común.

Estos procesos participativos han tenido un carácter cíclico. En los períodos más intensos, se ha fortalecido la consecución de objetivos de mejoramiento de las condiciones de las mujeres, impulsando cambios legislativos en favor de las mismas y acentuando la presencia de éstas en el ámbito laboral y social en general.

Las participantes coinciden en algunas necesidades de género, que se transforman en elementos aglutinadores para las mujeres organizadas y que fortalecen la construcción de identidades colectivas. Aunque, ésta última no es un constructo homogéneo presente en todas las organizaciones, posibilita el descubrimiento de elementos comunes en el proceso identitario de las mujeres.

Las identidades colectivas son procesos dinámicos, que comienzan históricamente, se desarrollan y pueden declinar o desaparecer ( Larraín 2001:39). A nivel individual, la identidad está también en permanente redefinición, es subjetiva y relativa a la experiencia de cada individuo. Tiene múltiples acepciones, se sitúa en la frontera entre la conciencia individual (psicológica) de las personas y en el campo de la interacción social. En estos dos ámbitos emergen los productos culturales que, a lo largo del tiempo se transforman y vamos considerando como realidades externas y ajenas a sus productores ( Riquer 1992:52).

Riquer, se centra en el proceso de construcción de la identidad de las mujeres, y plantea que el hecho de nacer con un cuerpo biológico femenino junto al aprendizaje de género, no son suficientes para adquirir una identidad. Pues esta depende de la posición que ocupe la mujer en determinados contextos de interacción, lo que varia en el transcurso del ciclo de vida, por lo tanto es un proceso sinérgico que nunca termina de concretarse. Las identidades colectivas se encuentran interrelacionadas con las identidades personales e individuales, una no existe sin la otra.

En los discursos analizados, se evidencian demandas comunes como: crear políticas a favor de las mujeres, impulsar cambios legislativos que se relacionan directamente con las problemáticas que las afectan, fortalecer la visibilidad de las mujeres como actores sociales y lograr una representatividad real de éstas en la zona norte y en el resto del país. Estos objetivos son elementos que van configurando la identidad colectiva de las mujeres organizadas en la región.

En el ámbito individual, las participantes tienen características comunes, ser mujeres, pertenecer a la clase media y media baja, ser líderes al interior de sus organizaciones. En su mayoría son casadas con hijos, además de realizar las tareas domésticas, desempeñan alguna actividad laboral, por lo general inestable y mal remunerada.

Otro objetivo de las lideres se relaciona con el deseo de lograr autonomía, a través de la organización. Esta es significada en diferentes sentidos: en la toma de decisiones, a nivel organizacional, en el ámbito laboral y al interior del grupo familiar. La organización se va transformando en una herramienta que posibilita el empoderamiento de las mujeres en diferentes espacios de acción.

Sin embargo, las diversas estrategias que deben desplegar las mujeres para lograr compatibilizar los diferentes roles que desempeñan (como madre, pareja, trabajadora), devela los escasos cambios que se han producido al interior de la familia. Las relaciones de género no son igualitarias, impiden la autonomía real de las mujeres, para incorporarse, por ejemplo al mercado laboral y, sí lo hacen, es en condiciones bastantes precarias ( Olavaria / Céspedes 2002:19).

En este escenario, la flexibilidad laboral se vuelve un arma de doble filo, por una parte posibilita la incorporación de las mujeres al empleo, y por otra se perpetúa una distribución inequitativa de los roles al interior de la familia, ya que son las mujeres las que, mayoritariamente, están a cargo de las responsabilidades domésticas, de la crianza y del cuidado de los hijos.

La incorporación de las mujeres al mercado laboral ha sido un eje central en las políticas de género, pese la precariedad de los ingresos y puestos de trabajo a los que éstas acceden. Se tiende a creer, favorablemente, que se han logrado espacios de conciliación entre la vida familiar y laboral. En la realidad, la falta de tiempo disponible para la familia es una necesidad compartida por hombres y mujeres, pero se tiende a asumir como un problema específicamente de las mujeres trabajadoras y no de los trabajadores en su conjunto (Ibid: 19).

En consecuencia, la conciliación entre lo laboral y lo familiar en el país se sustenta en un modelo de familia tradicional, con un padre proveedor y una madre en el hogar, y en una maternidad basada en principios conservadores de familia y cuidado.

El Liderazgo y Género en las Organizaciones

Las líderes de Antofagasta, Tocopilla y Calama comparten una experiencia de participación, que ha sido originada en diferentes circunstancias, como dirigentes estudiantiles, como apoderadas en las escuelas de sus hijos, en centros de madres, en partidos políticos, en talleres de capacitación, entre otras.

El liderazgo femenino busca resolver problemas del entorno inmediato, mejorar la calidad de vida, lograr objetivos de género, canalizar intereses políticos y/ o sociales, o también seguir una tradición familiar.

Este conjunto de objetivos va configurando el liderazgo femenino. Muchas de las mujeres han desempeñado cargos al interior de diferentes agrupaciones, ya sea asumiendo la conducción de los procesos organizacionales o participando activamente como socias o militantes.

Los discursos son segmentos de historias personales, las mujeres hablan de la infancia y de las influencias que recibieron en esa etapa. La socialización como forma de interacción es un elemento central en la conformación del vínculo social, ésta nos muestra la naturaleza dialéctica de la formación de éste vínculo.

Las entrevistadas se refieren a sus padres, a otros miembros de la familia y a personas que son parte de su circulo social más cercano.

En síntesis, el fenómeno de la participación es de naturaleza compleja, donde se interconectan la vida personal con las experiencias colectivas de la comunidad, de la cual forman parte los individuos (Ruiz y otras 1998: 220). En este espacio, de interrelaciones se potencian diferentes dimensiones que se despliegan en el actuar social de las mujeres organizadas. Estas vivencian un enriquecimiento que fortalece su identidad individual y que se proyecta en el accionar colectivo, junto a lo cual, también, satisfacen algunas necesidades, ya sean materiales o inmateriales.

Las líderes de la región, como decíamos, tienen una amplia trayectoria organizacional, han participado en diferentes agrupaciones comunitarias, en distintas etapas de su vida. En este sentido, más allá de la diversidad que existe entre las agrupaciones y entre las propias entrevistadas, se constataron algunos elementos comunes en el análisis transversal de los discursos: Primero la escuela de los hijos constituye un espacio de cohesión para las mujeres, muchas han iniciado allí sus primeras experiencias participativas. Segundo la crianza y cuidado de los hijos favorece un tipo de participación vinculada con la vida cotidiana, y a la vez es un limite en el ejercicio del liderazgo y sus proyecciones, ya que las mujeres deben permanentemente enfrentar obstáculos como: poca disponibilidad de tiempo, interferencia de las labores domésticas en las tareas que realizan, y en general la escasa autonomía que tienen sobre sus vidas.

 


 

 

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