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ENRIQUE GIORDANO

 

Magíster y doctor en Literatura de la Universidad de Pensylvania, es académico de Literatura Hispana en la Universidad de Cincinatti, Ohio por once años fue profesor en el Barney College de la Universidad de Columbia en Nueva York. Fue en este período que escribió El mapa de Amsterdam, libro que tras 25 años, la editorial Cuarto Propio reeditó y presentó recientemente en Chile.

Nació en Concepción y eso lo llevó a ingresar a la Universidad de Concepción a estudiar literatura. Aunque la pedagogía no era lo que le atraía, con el correr de los años se ha dedicado y ganado la vida con ella, aunque la academia es absorbente y quita mucho tiempo para escribir. Cuando estudió, el departamento de Español vivía un momento espléndido con profesores como Gonzalo Rojas, Jaime Concha, Juan Zapata y otros.

 

LA MANDRAGORA

Cada lágrima reflejada en el espejo alimenta a una mandrágora

Crecen cada cierto tiempo

Se quejan al unísono cuando se va la luz del día
Tiemblan cada noche
se esconden de la farándula de monstruos y malos recuerdos que habitan esta casa
suben y bajan por la misma escalera que no llevan sino al mismo dolor de su redundancia

Aunque sé que estoy vivo
Es probable que ésta sea la muerte 

 

 

FRAGMENTO DE: "El silencio de claudio"

Claudio contuvo la respiración
Sintió oscuros y remotos lamentos

provenían de sordos rincones
sin un comienzo preciso
así como palpitan los terrores desconocidos

y los manuscritos empezaron a resucitar

cada cual con un movimiento preciso
como si dominaran de por siglos el silencio de los orígenes

Claudio los miró de reojo
Revivían en silencio
Confabulación

Sintió que hablaban entre si
revivían en

vocales indescifrables
consonantes en sordina

Miró ahora de frente y los vio,
Los vio moverse y  reptar por los estantes polvorientos
Como enredaderas de quejidos sordos

Algunos caían al suelo y exhalaban extraños lamentos humanos

Otros se abrían como abanicos
volviendo a cerrarse para volverse a abrir

Otros arremetían violentamente desde un cajón cerrado
Amenazando por salir

 

En silencio se acercó a la puerta de salida
Pero no pudo encontrarla
En su lugar había solamente cinco letras
Que escribían y reescribían la misma palabr
a

                      PUERTA


se retorcían
como langostas  en agua hirviendo
por medio siglo en aguas implacables
acechando sin cesar

Aterrado vio encenderse la pantalla de su computadora
Vio salir lamentos que se deshacían en mucosidades sanguinolentas

Vio como se fue componiendo clara
articuladamente
en rojo violento en la palabra

                                                                                        Sálvame!

Inútil apagar la pantalla
Las letras del tablero se le pegaban en los dedos
Y se apelmazaban entre sí
Ateridas a la red electrónica confabulada en su contra

La pantalla se fue hundiendo profundamente
Hasta convertirse en una enorme vagina
que lo llamaba
Lo exigía con un clítoris que se extendía cada vez más para atraparlo
estrangularlo y arrastrarlo hacia el fondo de su propio origen

Los manuscritos las hojas aumentaban en cantidad progresiva
Emitiendo zumbido ensordecedores
le cerraban el paso sin misericordia

Se confabulaban para destruirlo
abrumarlo
asfixiarlo

Enterrarlo para siempre con los escombros de toda aquella vida que nunca vivió

No había escape
La ventana se había convertido ya en la palabra ventana
La mesa en la palabra mesa

Ya el piso comenzaba a hundirse en proliferación infinita
de letras p i s o

P         
    I
S     
O


Hasta que desde el fondo de la pantalla
Salió un ruido sordo
Una contracción de vomito
Y desde la pantalla el aparato arrojó un feto sangriento que rodó por el piso

‘’el mundo se detuvo”

El piso dejo de hundirse
las carpetas
y manuscritos se detuvieron en suspenso
mirando extrañados a Claudio
que avanzaba cauteloso hacia la larva viscosa

 

El feto articula claramente la palabra “sálvame”
Lo llama con mirada lastimosa
repitiendo la misma palabra dos tres creo varias veces
cada letra destilando sangre
aun atrapadas por la placenta muerta

Sálvame   sálvame  sálvame  Sálvame   sálvame  sálvame lvame   sálvame  sálvame

Claudio vio el rostro de cerca
Y se detuvo en una exhalación paralizante

Vio a su madre
En lugar del rostro del feto
vio el rostro suplicante de su madre
Que le pedía auxilio

Mientras las letras se acercaban hacia ella
Comenzando a devorarla como hormigas voraces a un pájaro indefenso

Sálvame, Claudio, sálvame….

Inútil tratar de hacer nada
Estaba paralizado como una imagen en una pantalla congelada

No pudo sino mirar hasta los últimos estertores de agonía
de su madre mientras las letras hormigas penetraban ya en la vagina
que se endurecía como un molusco
para irla devorando por dentro

Claudio no sintió nada
Sólo confirmó que luchar contra las palabras era imposible

Que nada se podía hacer

De su pieza no quedaba casi nada

 Solamente el  espejo
Lo único invencible
Inasible

 

 

 

 

d

Ni las palabras pueden con sus reflejos laberínticos
caleidocopio infinito
que lenguaje alguno podrá atrapar

Comprendió Claudio que era su única salvación

Que  no había un segundo que perder

 Y antes que las palabras pudieran detenerlo
saltó hacia espejo

Hacia lo hondo del espejo
Y antes el vértigo final

la caída sobe precipicios cristalinos

 

Miró hacia atrás

Y vio a Claudio
No a su madre
Se vio a sí mismo,
desvanecido sobre el piso de caoba

Inerte sobre un charco de sangre

Sintió pasos en la escalera
Sus padres que corrían aterrados ante lo peor que pudiera ser alguno concebir

Cuando se inclinaban sobre el cuerpo

   Dejó de mirar
Volteó la cabeza

Y dio el último salto
El definitivo

Donde NADIE podría encontrarlo

 

El espejo sucio sin mayor interés
Que ya casi nadie mira  

 

En el descanso de la escalera

 

 

 

EL MENDIGO

Mi vida es muy sencilla:
Trabajo en un café

Cada noche en un café distinto

Cuando llega la oscuridad
y se van encendiendo las lámparas
me siento en el rincón más oscuro
en una mesa pequeña donde nadie pueda verme

(pretensión ociosa:
A nosotros nadie nos ve:
Heredamos el paciente prodigio de pasar totalmente desapercibidos)

¿Qué hago?

Como ya les dije, lo que hago es muy sencillo

                                   Escucho

Y puedo asegurarles que yo sé escuchar

Esto al menos nadie me lo podrá negar

Lo escucho todo, hasta los silencios

               Retengo todas las palabras que se dijeron
La que nunca pudieron decirse

Y aquellas que se dicen de todas las maneras posibles que una palabra se puede decir

Desgraciadamente tengo mala memoria

   y nunca recuerdo lo que quisieron decir

Quizás porque ya he renunciado a entender

                     O simplemente
Porque me lo sé ya todo de memoria

No me las doy de omnipotente ni de ubicuo

                     Mi percepción va más
que el rebote del último sonido
entre los vasos y las porcelanas

Mi trabajo es muy simple

                             Pero hay que saber esperar
Y esto sí confieso que me resulta extenuante

Aunque ya no me importa

                         Simplemente me quedo allí
hasta que la última mesa haya quedado vacía

                                                           el último mantel recogido
y las lámparas apagadas para siempre

Entonces me levanto

                     Y comienzo a barrer todas las palabras
que han caído desparramadas por el suelo

Algunas son fuertes y se resisten

                         otras se desarman en letras sueltas

Y hay veces cuando el azar provoca las combinaciones más insospechadas

Pero ya sé que en el fondo dicen nada
tengo mi conciencia tranquila
cuando al piso lo he dejado limpio como una página en blanco

 

Pero tampoco crean que soy perfecto

                     En realidad no lo soy

¿Cómo lo podríamos ser
si vivimos sólo del aire y la sangre de nuestros semejantes?
Como irremediablemente nadie me mira
cada noche escojo una de aquellas palabras

                                      La recojo con ternura

Con el cuidado de quien siempre supo
que cada simple combinación de letras y palabras

       alguna vez

                                      -digo: alguna vez-

                  prometieron algo

A cada palabra que recojo
la cubro con la palma de mis manos entreabiertas
para que no se enfríe y deje de vivir

A veces despierto feliz
sintiéndola a mi lado

O despierto llorando porque ya no está allí

Pero otras,
las más

ya se han deshecho con la humedad de mi piel
y dejan como llagas viscosas en mi cuerpo

Heridas que tardarán en cerrarse
por lo menos todavía

Hasta que a la noche siguiente

vuelva a sentarme en la mesa más oscura
de cualquier otro café

    Y haga lo único que sé hacer:

           Escuchar

                             Escuchar en silencio

                                                                 Y esperar


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