Mandela Superstar
El líder surafricano se reveló desde un principio como un mago de la imagen

por John Carlin

 

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En una cena celebrada el 6 de abril de 1952, en la que los dirigentes más veteranos del CNA se habían reunido para determinar la vía política que debían seguir, Mandela -que a los 34 años presidía la recién creada rama juvenil del CNA- se hizo dueño de la situación de forma escandalosa. Joe Matthews, en la actualidad viceministro en el Gobierno de Mandela, estaba allí.

Todos los demás vestían de esmoquin, y él llevaba su traje preferido, de color marrón; siempre tenía una elegancia extraordinaria", recuerda Matthews. "Empezó a leer el discurso que había preparado, en el que predecía que él sería el primer presidente negro de Suráfrica. Algo totalmente asombroso. Como es lógico, todos pensaron que no era más que un joven arrogante, porque nadie soñaba con que íbamos a alcanzar la emancipación y la libertad durante nuestras vidas, aunque ése fuera nuestro lema: Libertad en vida".

No fue menos el asombro, o el disgusto, de los viejos líderes del CNA cuando Mandela propuso en 1960 que el movimiento debería analizar las posibilidades de volcarse hacia la lucha armada. Pero acabó ganando el debate y en 1961, y se convirtió en comandante en jefe de la rama Umkhonto we Sizwe (La Lanza de la Nación) del CNA, asumiendo el papel de Che Guevara, cuyos panfletos políticos leía con avidez. En el último acto público al que asistió antes de que le detuvieran en 1962, una fiesta en Durban, apareció vestido con uniforme de camuflaje de guerrillero. Era el hombre más buscado de Suráfrica, pero era tan vanidoso y le gustaba tanto destacar en una multitud y que se le llamara el Che surafricano, que rechazó el consejo de sus camaradas de que se afeitase la barba con la que se le identificaba en las fotos de la policía.

El día siguiente, en la carretera de Durban a Johanesburgo, la policía lo detuvo. Pasaría los siguientes 27 años en prisión.

Neville Alexander, un prisionero político que estuvo 10 años con él en Robben Island, estudió de cerca lo que él define como "la maestría dramatúrgica" de Mandela, su plena consciencia de la gravedad que irradia. "Mide a los demás con sumo cuidado, especialmente a aquellos con los que debe tener un enfrentamiento hostil", explica Alexander. "Y se dirige a ellos de la manera que más efecto vaya a tener. Una de sus tácticas preferidas consiste en hacer algún comentario sobre el aspecto de la otra persona o sobre algún cotilleo, algún dato que conoce del otro. A partir de ahí suele adornarlo de tal forma que el interlocutor acaba creyendo que le ha investigado minuciosamente".

Es una "táctica" que reconoce casi cualquier persona con la que Mandela haya conversado alguna vez, un método tan habitual, tan incorporado a su personalidad, que ha pasado a ser ya un reflejo espontáneo. Y a ello se une su extraordinaria capacidad -un rasgo especialmente útil para un político, y que también tiene Bill Clinton- para, al parecer, no olvidar jamás un nombre. Sin embargo, Mandela también puede ser ladino a la hora de usar su talento de actor. Es raro, muy raro, que estalle de ira, pero cuando lo hace, como ha ocurrido en un par de ocasiones, por ejemplo con De Klerk -cuando éste era aún presidente-, explota con el doble propósito de imponer su autoridad a su víctima y actuar para la galería.

mclin.jpg (4945 bytes)También practicó sus brotes de ira en prisión. Alexander recuerda un incidente con un guardián. "Aquel tipo, que se llamaba Huysamen, nos reunió a todos en el patio y arremetió contra nosotros. Hablaba de que se había abusado de las facilidades para estudiar, o una cosa parecida, algo que era totalmente mentira. Y llegó un momento en el que Nelson estaba tan harto del individuo que se le acercó y le dijo: 'No te atrevas a hablarnos así'. Y le soltó una verdadera bronca. Le puso verde. 'Llegará tu día, y harás esto, y lo otro, y lo de más allá'. Yo estaba a su lado, y el tipo se fue con el rabo entre las piernas; la situación tenía una tensión extrañamente terrible".

"Después le pregunté a Mandela: '¿Pero qué ha ocurrido? ¿Por qué has hecho eso?'. Nunca olvidaré lo que me respondió: 'Lo hice completamente a propósito'. Al principio no le creí, pero cuando me paré a pensar en ello, lo cierto es que él hace las cosas de forma deliberada. Me pareció muy posible que hubiera preparado todo".

Alexander sabía, como lo sabían todos aquellos que habían estado en la cárcel con Mandela, que él estaría a la altura de las expectativas que se habían creado durante los años anteriores a su liberación. Pero había personas, tanto miembros del CNA como simpatizantes de todo el mundo, que temían que fuera a resultar como una de esas películas en cuya promoción han invertido enormes sumas de dinero los productores y que acaban siendo un fracaso de taquilla.



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