escudoU.gif (2413 bytes)Discurso del Rector Sergio Lavanchy Merino

                

  Como es ya una apreciada tradición, la Universidad de Concepción celebra su aniversario en la fecha en que se recuerda aquél 14 de mayo, día en que se dictara el decreto que le otorga personalidad jurídica y aprobara los Estatutos de la Corporación.

  premios universidad.jpg (246585 bytes)  No resulta fácil elegir el aspecto sobre el cual se pudiera reflexionar cuando una Institución tan prestigiosa y cuya gestación y vida se han desarrollado tan íntimamente ligadas a una comunidad, se encuentra celebrando 80 años de existencia y variada actividad. Es posible hacerlo en torno a los antecedentes que llevaron a su fundación, sobre la realidad histórica en que fue creada, sobre la evolución que ha experimentado en estos 80 años, respecto de las proyecciones que se advierten para su desarrollo; pero, sin duda, lo que no es posible eludir en un día como hoy, es recordar y rendir un respetuoso y reconocido homenaje a aquel selecto grupo de visionarios penquistas que soñaron con dotar al sur de Chile de un Centro Universitario al servicio de la Región y del país que, además de formar profesionales de carreras libres y profesionales técnicos, fuera un Centro de variadas informaciones para el público, de extensión universitaria, de investigación, de experimentación científica y de fomento de las más alta cultura literaria, humanística y filosófica.

    La principal reunión fundacional de la Universidad de Concepción, se llevó a efecto el 23 de marzo de 1917 en la Ilustre Municipalidad de Concepción, queriendo así celebrarla en un espacio neutral y público. Fueron invitadas a ella, las personalidades más representativas de la comunidad penquista en su más amplio espectro, a fin de establecer un compromiso global de la clase dirigente de Concepción. Se nombró en aquella ocasión como presidente de la asamblea a quien más tarde llegaría ser Rector de la Universidad de Concepción y Rector vitalicio don Enrique Molina Garmendia, y quien a esa fecha desempeñaba el cargo de Rector del prestigioso Liceo de Hombres de Concepción. ¡Cuán acertada fue esta decisión! Es de reconocimiento nacional e histórico el cúmulo de cualidades intelectuales y personales de don Enrique, que promovieron el auge del desarrollo de nuestra Universidad y de la Educación Superior en Chile. El Comité Ejecutivo que en esta asamblea se constituyó, tuvo como misión planificar y gestionar la creación de una Universidad y un Hospital Clínico para Concepción.

    Dos eran las ideas que estaban germinando entre los penquistas: la construcción de un Hospital Clínico para Concepción, acogida principalmente por los profesionales de la medicina y sus similares bajo la iniciativa del Dr. Virginio Gómez, y la idea de la fundación de una Universidad para la zona desde Maule al sur, llevada adelante de manera principal por profesores y personeros vinculados con el Liceo de Hombres.

    La necesidad de aunar esfuerzos dada la magnitud de la empresa y sobre todo ante la oposición que se supone tendría esta idea desde los poderes centrales de la capital, aconsejaron una acción concertada de toda la comunidad, con total exclusión de partidismos coyunturales. Esta es tal vez una de las circunstancias más felices de la creación de la Universidad y que resalta la tolerancia y la aceptación de la diversidad política, religiosa y filosófica de sus fundadores.

    En sus inicios la Universidad de Concepción fue concebida como una universidad estatal y nacional, bajo la concepción de un numeroso grupo de ciudadanos que sostenían la doctrina del Estado Docente; sin embargo, se impuso la idea de una universidad privada, según el modelo norteamericano, y en la que los principios que inspiraron su creación se transformaron en las premisas fundamentales que informarían la estructura de la Universidad; autónoma, libre, completa y moderna, con personalidad jurídica, capaz de adquirir derechos y contraer obligaciones, recibir donaciones y disponer de patrimonio propio.

    Se inició formalmente a partir de este día, una activa y variada campaña que consideró la difusión en todo el sur de Chile de esta idea, la constitución de Comités Pro-Universidad y Hospital Clínico en numerosas ciudades, el recibimiento de erogaciones personales e institucionales, la organización de actividades culturales de homenaje y celebración y la sensibilización ante los poderes públicos centrales de la necesidad y conveniencia de dar apoyo a esta magna iniciativa.

    Ninguna gestión resultó fácil. Por ello deseo en esta ocasión reiterar mi reconocido homenaje a los forjadores de esta idea y a todos y cada uno de los personeros que la llevaron adelante, así como a los innumerables ciudadanos que anónimamente permitieron que hoy nos encontremos celebrando los 80 años de nuestra Universidad.

    Las exigencias de los nuevos tiempos han demandado de la Universidad grandes esfuerzos para poder llevar a cabo su misión institucional y responder adecuadamente al vertiginoso avance del conocimiento y del desarrollo tecnológico. Todo esto dificultado, además, por un sistema de Educación Superior, que no ha logrado aún superar la inequidad. Por una política de financiamiento universitario que no atiende las particularidades de las universidades ubicadas en regiones y que no ha considerado en la asignación de los recursos, variables como la función de motor del desarrollo regional, la función social y cultural que la Universidad cumple, el nivel socioeconómico de la comunidad prioritaria que atiende, el impacto que en la región causan las crisis económicas nacionales e internacionales y tantas otras que gravitan de manera diferente de una región a otra, y respecto de la región metropolitana.

    Sin embargo, los académicos no han cesado en sus esfuerzos, recurriendo a las más variadas estrategias de postulación a financiamiento para proyectos de investigación y de desarrollo académico a instancias nacionales e internacionales, de manera personal o en conjuntos interdisciplinarios o multinacionales. Los resultados no siempre han satisfecho las expectativas.

    Las cifras que mencionaré a continuación corresponden al conjunto de Universidades pertenecientes al Consejo de Rectores: Mientras cinco instituciones de Educación Superior del área metropolitana concentran al 37.8% de los estudiantes y captan el 48% del aporte fiscal directo, las 20 instituciones regionales, que atienden al 62.2% del alumnado restante, captan sólo el 52% del aporte fiscal directo. Esto significa que en términos promedios, por un alumno de Enseñanza Superior del área metropolitana la institución recibe un Aporte Fiscal Directo de $ 576.000, en cambio por uno de regiones recibe en promedio sólo $ 383.000.-

    Las mismas 5 instituciones del área metropolitana, reciben el 56.4% del aporte fiscal indirecto y las 20 instituciones regionales restantes que pertenecen al Consejo de Rectores reciben el 43.6% del total que el Estado asigna por este concepto.

    Por otro lado, si un egresado de la Enseñanza Media desea ingresar a un Instituto Profesional o a un Centro de Formación Técnica para proseguir su educación terciaria, no dispone de la posibilidad de postular a Becas ni al Fondo Solidario para Crédito Universitario.

    Estos son ejemplos que dan cuenta de algunos de los aspectos que conforman la inequidad en el sistema de Educación Postsecundaria, algunos de los cuales incluso distorsionan las postulaciones a la Universidad por cuanto en ocasiones los jóvenes supeditan sus intereses vocacionales ante la posibilidad de obtener financiamiento, ocasionando con ello además presiones indebidas por cupo en las universidades.

    Por lo tanto, propiciamos decididamente la idea de realizar estudios tendientes a replantear las políticas de asignación de recursos al Sistema de Educación Superior... continúa

   

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