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nro 591 Jueves 12 de octubre de 2006

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  • OPINIÓN

La poesía de Parra – la antipoesía – hizo estallar a la poesía chilena. Sus efectos aún los percibimos como si fuera un grandioso fuego artificial del que quedan residuos incandescentes, cenizas y humos. En las brasas más frías se extinguen soles.

La noción de estallido explica toda la trayectoria parriana: el poema tradicional es hecho estallar por el antipoema, las esquirlas de éste pasan a ser los artefactos. Los Discursos de Sobremesa son otra explosión del discurso poético.

La galaxia parriana fruto de la explosión se expande casi a la velocidad de la luz desplazando constantemente el centro en una fuga sin tregua.

En la huida sortea los hoyos negros hipócritas o falsos que quieren aprisionarla. La finura verbal de los “atenienses” (diría del mundo poshomérico), la mentira romántica, la figura del poeta titán, la palabra rosa (o la palabra rosada) el endiosamiento del verbo y de su servidor, el poeta. Falsos huecos inventados para detener la prodigiosa expansión de la galaxia parra.

El hueco negro verdadero es un derrumbe gravitacional que devora totalmente la materia, de tal manera que del objeto derrumbado no llega ninguna señal.

Neruda en Residencia en la tierra se enfrentó al “hueco negro”.

I para quien busque este pulso frío
Sino, para una muerte?
I qué instrumento perdí en las tinieblas
Desamparadas donde nadie me oye?

Nada puede escapar del hueco negro. La luz queda irremediablemente atrapada: tinieblas desamparadas “Un fotón que trata de emerger del hueco se encontraría en la situación de un niño tratando de subir a la carrera una escala mecánica que bajara a gran velocidad”.

Es la “devoradora noche” nerudiana que rechazará reiteradamente el poeta invocando la “flor desbordante, determinada y áurea” de la vida que le permitirá escapar del derrumbe.

El derrumbarse hacia dentro del hueco negro está bellamente
expresado en “Sólo la muerte”:

Como un naufragio hacia dentro nos morimos
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma.

Estamos frente al terrible hoyo negro- cuya fase extrema es la muerte – No es el caso de los hoyos negros que tildo de falsos. Ellos sólo pretenden capturar la poesía de Parra evitando que emita cualquier señal. Para conseguirlo apelan al buen gusto (helénico), a la mentira idealizante, a la poesía titánica o caen en los más perversos lugares comunes, como los que afirman que la antipoesía es un chiste o precisamente el lugar común elevado a su potencia máxima.

Nada de estos reproches tienen la majestuosidad terrífica de un hoyo negro, aunque persigan los mismos fines. A pesar de ellos la antipoesía sigue expandiéndose rauda hasta alcanzar los límites del universo poético.

Uno de los últimos puntos en movimiento del límite galáctico parriano es la exposición Obras Públicas. La instalación ha provocado la aparición de un hueco negro vestido con los ropajes de los críticos de arte, mezcla, conjunto híbrido, que se aproxima bastante a una figura relacionada con el hueco: la enana blanca. Caracteriza a la enana blanca una débil luminosidad y un radio muy pequeño.

No con mucha frecuencia, la enana blanca se relaciona en el universo con una gigante roja. En la órbita de la exposición se ha producido este encuentro de la enana blanca (los críticos) con la gigante roja (Parra). Los resultados no han sido muy promisorios porque no hubo unidad en la pareja.

Cuando la hay, se produce una transferencia de materia entre la gigante roja y la enana blanca. Esta última comienza calentarse súbitamente al ver aumentar su masa y brilla de pronto en el universo.

Estamos frente a una metáfora de la unidad entre creador y crítico, cuanto este último renuncia a su hoyo negro. Y como el crítico es un lector privilegiado, la unidad es, al fin de cuentas, del poeta con su lector

El resultado feliz de la unidad, lo podemos gozar observando algunas noches precisas en las que la gigante roja se expande fantásticamente por el universo poético comunicándole su calor a las enanas blancas (los lectores), entonces todo vibra, se comunica y brilla y podemos reconocer la vida en el cielo estrellado.

No por azar hablé del modo en que lo hice: recordad que Parra es profesor de física y escribió un libro sobre Newton.

Mario Rodríguez Fernández
Director Revista Atene
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