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nro 589  Jueves 7 de septiembre de 2006

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  PERSPECTIVA

Parece extraño que desde un país con escaso desarrollo en materia aeroespacial se haya cumplido un papel tan relevante en el marco de la primera misión lunar europea. Fue la Universidad, a través del Observatorio TIGO, la encargada de seguir la trayectoria final del satélite lunar de la Agencia Espacial Europea (ESA), Smart-1.

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Desde la tarde del sábado, el equipo integrado por Cristian Herrera, Cristóbal Jara, Sergio Sobarzo, Iván Cona y Armin Böer, bajo la conducción del director del Observatorio, Hayo Hase, esperaron el momento del impacto del satélite en la luna, que se estimaba podría ocurrir a las 20:39 del sábado o las 01:43 del domingo.

Tras tres años en órbita, la sonda cayó a la luna la madrugada del 3 de septiembre, siendo el observatorio universitario testigo privilegiado del hecho, puesto que presentaba la mejor posición para registrar el fin de la misión (en Europa la luna no era visible). Las observaciones se habían efectuado desde once horas antes a través de un red de cinco telescopios.

A las 1:42 horas (5:42:22 hora universal), la antena del radiotelescopio dejó de percibir las señales del transmisor de Smart-1, prueba de la destrucción del satélite, que fue corroborada con la fotografía captada, a la misma hora, desde un telescopio en Hawai: un pequeño haz de luz registra el instante preciso del impacto y destrucción de la sonda.
Hayo Hase afirma que esta misión marca un hito para TIGO-Concepción, porque es la primera vez que aplicaba la técnica de la Interferometría de Base muy Larga (VLBI por su nombre e inglés) -que se usan cotidianamente en observaciones geodésicas- a la navegación espacial.
Hase destaca el hecho de que un trabajo de esta naturaleza, de alta complejidad y precisión, de impacto internacional, se haya efectuado desde la región. “Fuimos capaces de recibir la señal desde muy lejos con un equipo trabajando a punto cuando fue necesario y observar efectivamente el impacto a grandes longitudes”.

La jornada de trabajo se extendió hasta altas horas de la madrugada, con la transmisión de datos a Holanda, al Joint Institute for VLBI de Europa (JIVE), ente coordinador de las observaciones.

Esto, explica Hayo Hase, significó superar una serie de limitaciones del ancho de banda de internet, con el apoyo de Reuna (Chile), RedClara (América del Sur), Geant2 (Europa) y Surfnet (Holanda) y el proyecto EXPREs del JIVE, inserto en el VI Programa Marco de la Comisión Europea, y que busca avanzar en la transmisión en tiempo real de los datos de VLBI a través de fibra óptica.

Usando el e-VLBI, los astrónomos de JIVE recibieron en pocos segundos una porción de datos del impacto desde TIGO y pocas horas después información precisa sobre tiempo, localización y velocidad del impacto. Son los datos de TIGO los que permitirán determinar a los científicos europeos el momento y lugar del impacto con rangos de errores de microsegundos que permitió la localización del impacto en la luna con un error de dos centímetros.

Este trabajo, según Hayo Hase, demuestra que las capacidades instaladas de TIGO tienen un mayor rango de aplicaciones que puede beneficiar las actividades académicas y de investigación de la Universidad, a la vez que abre un nuevo frente de operaciones que pudieran verse potenciados con las misiones a la luna que están preparando para el futuro cercano Japón, China, India y Estados Unidos.

   

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