Las
nuevas pruebas de selección y admisión a las universidades
han dejado de manifiesto las fuertes presiones por las
que atraviesa la Educación Superior. Las críticas se hicieron
sentir incluso antes que se conocieran los primeros ejemplares
de las pruebas.
El
cambio de la Prueba de Aptitud Académica, PAA, era una
necesidad que todos los sectores ciudadanos reclamaban.
En 1999 el Consejo de Rectores, tras 34 años de aplicación
de la PAA, que se tomó por primera vez en 1967, formó
una comisión técnica del más alto nivel para realizar
una investigación sobre el tema. La máxima instancia de
las universidades tradicionales selló el destino del cambio
de instrumento de medición en enero de 2001 en Punta Arenas.
Desde que las pruebas fueron puestas en conocimiento del
público, por una decisión de los rectores, se alzaron
voces disidentes: algunas acusando que con una triquiñuela
se podía adivinar el resultado; otras indican que los
efectos en la calidad de la educación media podrían ser
negativos; las últimas argumentaron que atentaría contra
la libertad de enseñanza. Todo ello llevó a la Consejo
a emitir una declaración pública la semana pasada (ver
información)
en la que reitera la voluntad de aplicar el nuevo sistema
de ingreso SIES en 2003, tal como está planificado.
El
nuevo conjunto de pruebas utiliza los conocimientos de
los alumnos, y toma como base el desarrollo de competencias
y/o habilidades referidas al currículo de la enseñanza
media. En la misma declaración, el Consejo señala que
está abierto a la discusión pública, en los espacios apropiados
de los temas que le incumben. Descarta hacerse cargo de
las críticas como libertad de enseñanza, que deben ser
abordadas por las autoridades el ministerio de Educación.
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