Cuando revalidó su título de enfermera en
Estados Unidos, tras rigurosos exámenes, y luego de ejercer en ese país y en Suiza,
Marcela Muñoz Reymar, tuvo claro lo fundamental que resultó su formación en la Escuela
de Enfermería, donde estudió entre 1965 y l969.
Su padre, Lisandro Muñoz, fue administrador del Teatro Concepción y algunos de sus
hermanos son también profesionales de nuestro plantel, Inés, profesora; Mario, abogado y
Angela, enfermera. Esta última ha trabajado toda su vida en Suiza reafirmando el
prestigio de las enfermeras chilenas en el mundo.
-¿Cómo fue su etapa universitaria?
-Era una etapa marcada por una gran ebullición política, que a mí no me interesó.
Yo practiqué judo e integré el coro de la Universidad. Esto constituye una de mis
mejores experiencias. Participé en giras por el país. En Enfermería disfruté de un
buen ambiente, con compañeras como Mónica San Martín, María Melgarejo, Tatiana
Paravic, Silvia Sanhueza, quien estudió Medicina, pero estábamos juntas en el coro.
Ingresé paralelamente a Antropología y cuando me recibí de enfermera di la Paa y entré
a Medicina, carrera que no terminé. Ejercí en Pediatría del Hospital Clínico Regional.
Me casé, empezaron a nacer mis hijos y Raimundo partió a Santiago pues ingresaba a la
carrera diplomática. En Santiago me desempeñé en la Mutual de Seguridad y en el
Hospital Calvo Mackenna.
-¿Ha ejercido en el extranjero?
-En 1975 partieron las destinaciones diplomáticas, primero a Quito; luego a Buenos
Aires; de regreso a Chile; Nueva York, Ginebra, nuevamente Buenos Aires, Budapest, ahora
como embajador, Chile y desde agosto del 2000 a Viena. He ejercido en Estados Unidos donde
revalidé mi título y pude comprobar que la formación entregada por la Escuela fue muy
buena, con una sólida base científica y teórica. Ejercí mi profesión de una forma
diferente a la acostumbrada en Chile, donde uno suele supervisar el trabajo de las
auxiliares. En Estados Unidos, la enfermera se hacer cargo de un número de enfermos en su
totalidad, desde la observación, limpieza, cuidados, terapias. También ejercí en
Ginebra en el Servicio Médico de las Naciones Unidas, el Joint Medical Service, en un
trabajo de salud pública y de prevención con los diplomáticos que van a lugares
conflictivos o con riesgos de contraer enfermedades. También se hacen los controles del
personal de las distintas reparticiones. La atención era en inglés, francés o
castellano, en mi caso, con lo que aproveché de practicar mis idiomas.
-¿Cómo
es residir en la ciudad de Sissi, del vals, de Freud, del Danubio?
-Viena es una ciudad fascinante. La oferta en el ámbito cultural es amplia y de
calidad. Es un privilegio vivir allí. Es una ciudad musical, atractiva a la vista y
también al oído porque en cada lugar hay música, hay grupos de danzas. Vi una versión
moderna de "La Cenicienta" con vestuario diseñado por el modisto Cristián
Lacroix. Tiene un algo provinciano son gente tranquila y relajada. Sus habitantes la
sienten como propia, la cuidan y participan de sus decisiones. Nos dieron un
estacionamiento en la Embajada, pero se demoraron porque los vecinos debían ver, analizar
y decidir si eso no afectaba la vida del barrio y la de ellos. La Opera de Viena es un
lugar tradicional para el vals, participé en una fiesta, y es una experiencia
inolvidable. La casa de Freud aún no la conozco,pero para los sicólogos es un lugar de
peregrinaje; no cruzo con frecuencia el Danubio, pero me he bañado en sus aguas, porque
hay habilitadas pequeñas playas. Los recuerdos de Sissi están en el estilo imperial de
la ciudad y los cafés son muchos, algunos muy elegantes en su decoración, con sillas
vienesas, por supuesto. Como el invierno es largo y muy helado son confortables y
cálidos. Es posible disfrutar de la repostería austríaca, famosa a nivel mundial.
-¿Cuéntenos de su quehacer diplomático?
-Colaboro en la tarea del embajador, lo apoyo en todas las actividades especialmente
sociales, culturales, de representación en Eslovenia y Eslovaquia. No ejerzo mi
profesión. Nos acompaña nuestra hija Magdalena, que va a un colegio francés. Los otros
tres estudian en Chile. Vivimos en un amplio departamento frente al castillo Belvedere,con
una vista al parque realmente hermosa. En la casa me ayuda una chilena que trabajó en
Italia y que cocina estupendo. Aprendió de inmediato las especialidades de la cocina
austríaca. Yo tampoco lo hago mal, pues donde he vivido trato de ampliar mi espectro
culinario. Muy típica es la carne de cerdo apanada y frita, acompañada con repollos
verde y rojo, lo mismo que el venado, que se cocina con una salsa similar al tuco, con
cebollas, zanahorias y vino tinto. Hay exquisitas cervezas y los vinos austríacos son de
gran calidad. Para el 18 de septiembre en la recepción de la Embajada una integrante de
la colonia residente hizo una deliciosas empanadas. Los chilenos en Viena viven en un
barrio que denominaron Macondo. A un acto en Bratislava se invitó a Luis Muñoz, un
pianista que estudia en Salzburgo y su presentación causó excelentes comentarios. Siento
que soy parte de la imagen de Chile y la vida diplomática me ha enseñado, por ejemplo, a
ser puntual.