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RODRIGO PALOMINOS

El poeta Bioquímico

Nace en pichidegua en 1979, estudia en la Universidad de Concepción, es ganador y participante en un sinúmero de concursos y certámenes poéticos

 

LA CATEDRAL DE LA HIGUERA

Cae el negro rocío.
La flor del verano aún perdura.
¿Quién eres, figura de ámbar en el sueño del alba?

La ventana está abierta.
La catedral de la higuera se desvanece en la bruma.
En la casa sólo se oye el ruido del viento.

 

EL PRADO DONDE LOS COPOS DE NIEVE FLORECEN

Leve es el clamor del trébol de abril.
Y todo se ha iluminado. El ocre, el verde
se refugian debajo de los árboles.
El paso de una nube roja en el pantano anuncia la tarde.

Avanzo hacia el tercer umbral y brazos de bronce retienen mi aliento.
PENA, cenizas amarillas en el río de junio.
En él veo desvanecerse tu cuerpo como frágil fruto en mi boca.
Ahora, tus ojos son un claro en el bosque.

El viento lleva tu rostro y el mío al prado donde los copos
                                                       de nieve florecen.

 

EL OJO DE LA SAVIA
1
Ha brotado la mano sangrante
negra ceniza yema sombría.
Agita las cárdenas ramas del árbol.
Flota ante él;
le ha bosquejado en la alta ventana
el ojo de la savia
2
Quién anduvo
volcó el cáliz invernal,
alzó la savia
hacia la perpleja piel de primavera.
Quién anduvo
les abrió las puertas a las últimas
     obstinadas
hojas del árbol.
Quién anduvo
oyó clamor
en la blanca rosa palpitante de las tumbas.
Quién anduvo
¿Habrá cavado
  en la sílaba
la fosa
luciente?

 

LA UVA NEGRA RESPLANDECE                   

Recuerdo cómo era la mañana: un túnel interminable
Ahora, cerca de la tarde, vuelve el frío.

Afuera, en el jardín, la nieve.
Alguien hace crepitar las hojas del álamo.
Como una tela volante algo cae.

En la mesa grande la uva negra resplandece.

 

 

 

A ESTE LADO DEL TÚNEL

A este lado del túnel: la montaña de la muerte.
Pero también la casa, la flor y el álamo.

Todo persiste: la luz dentro de la escarcha.

Yo, sin embargo, aún en este borde.
Cerca de la ola, de las algas, para extenderme y volver después del coral.

 

AL MÁSTIL DE LAS ESPIGAS NO LLEGA LA LUZ

Al mástil de las espigas no llega la luz.
Alguien hiló en el telar del ocaso el velo púrpura.
Alguien tensó la cuerda del violín.
Alguien arrojó el ánfora sin asa.

Y ese niño se acerca a la ventana.
Con sus dedos en el cristal dibuja una rama blanca.

Ahora, en el trigal,
una barca cargada con rojos corales.

He cerrado mis ojos
y en la luz ondea la espiga.

 

El CERROJO DEL CLARO DE LUNA

 

Las doce y media : claro de luna.
Las medusas de la luz se deslizan en la mente.
En la cortina verde el suave vuelo de pequeñas mariposas.
Como si todos los instantes en ellas estuvieran.

Los girasoles de oro en el prado de la noche
brillan, entre la niebla y el claro de luna, hasta el cáliz del sueño.

Entre el polvo y el frío, las mariposas en ceniza.
El cerrojo del claro de luna en la copa de los árboles.

 

RESPLANDECE LA LUNA DEL OLIVO

 

Mediodía. El sol del olivo se inmoviliza.
La vertiente fluye hacia los prados de ágata.
El palimpsesto de la piedra ha rodado hasta la cisterna más honda.
El espejo tiene como marco al arco iris luminoso.

Medianoche. Resplandece la luna del olivo.
La vertiente ya no fluye hacia los prados de ágata.
En la cisterna sólo se oye un único clamor.
El espejo tiene como marco al labio púrpura

 

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