Organizaciones creativas
Carlos Baquedano
Concepción, Chile, viernes 9 de julio de 2004
Con bastante frecuencia se sostiene, y también con variados argumentos, que la mayoría de las personas no son creativas. Pensando en este paradigma, muchas organizaciones se preocupan más por estandarizar sus procesos -e incluso tornarlos inamovibles- para establecer las "mejores prácticas" en el desarrollo de las labores en su interior.
Pero a la larga, este supuesto acerca de las personas puede volverse en contra de la misma organización, produciéndose un estancamiento en su accionar dada su incapacidad de adaptarse, de innovar o de provocar los cambios que su entorno le exige.
¿De dónde proviene esta concepción tan anticreativa? La respuesta es muy difícil, pero habría que hurgar tanto en los factores personales internos como en los externos a los cuales uno está expuesto. Respecto de estos últimos se pueden destacar aspectos tales como la existencia de un sistema educacional clásico que fomenta la memorización por sobre el análisis; la búsqueda de una verdad única; la excesiva orientación al conocimiento del mundo exterior en desmedro del autoconocimiento; la idea de un alumno modelo con un alto grado de conformismo, pasividad u obediencia; la inteligencia lineal como referente obligado.
Aunque también se podrían considerar otros factores externos muy arraigados en nuestra sociedad: la visión cortoplacista de resultados, el desuso de la imaginación, los conocimientos envasados, el apego a la lógica, los convencionalismos, la pérdida de la capacidad de asombrarse, el alto precio que deben pagar los que se equivocan, el utilitarismo, la funcionalidad, el perfeccionismo, la excesiva exigencia de certidumbres, etc... Si ello es así, la familia -como parte de esta sociedad y sistema educacional- se empapa de estas ideas y las transmite en su seno, provocando una serie de bloqueos entre los miembros que la conforman.
Entonces, cuando las personas así estructuradas acceden al ámbito laboral, sea como empleados o directivos, llegan con estos inhibidores a cuestas y tranforman estas características adquiridas en una doble desventaja para la organización. Ello, atendiendo al hecho de que la creatividad no es sólo un proceso de generación de ideas, sino que también una gestión de las mismas para que se traduzcan en innovaciones que aporten valor a la empresa al momento de enfrentar situaciones estratégicas, organizativas y competitivas, tanto reales como potenciales, que forman parte del diario vivir organizacional.
Obstáculos encubiertos
A veces, las personas creativas se sienten insatisfechas con los quehaceres habituales de la organización y son aisladas por aquellos que no desean romper los equilibrios estáticos y cómodos del statu quo. De hecho, en muchas organizaciones prefieren a gente que cumpla calladamente su labor, sin siquiera preguntarse si existe una mejor forma de hacer las cosas.
Ahora bien, si al hecho de contar con directivos que consideran la creatividad como algo problemático se agrega una organización hostil o indiferente a las nuevas ideas, se tienen pocas probabilidades de un desarrollo organizacional creativo. Este ambiente de rechazo o de indiferencia puede manifestarse de variadas formas, algunas muy explícitas, como la permanencia de sistemas rígidos para el desarrollo o análisis de nuevas ideas, la no existencia de canales de aportación de opiniones por parte de los colaboradores o la solicitud de informes en extremo detallados que justifiquen la viabilidad de una idea.
Pero, también hay otros obstáculos más encubiertos que se encargan de frenar los esbozos creativos dentro de las organizaciones. Entre ellos destacan la abulia de un directivo cuando alguien propone una nueva idea, la típica actitud de criticar a personas cuyas creatividad no dio resultados en el pasado, la burocracia intelectual, los celos profesionales, los centros de poder político, la carencia de una visión holística e integrativa de los problemas, la envidia manifestada en el freno a una actividad creativa que no ha surgido del encargado de tomar decisiones, etc.
Herramienta competitiva
La creatividad, en el contexto organizacional, normalmente se refiere a la existencia de un clima que permita que tanto las personas como los equipos de trabajo sean más abiertos al cambio, a un reconocimiento y adecuada gestión de las ideas, a acciones específicas de resolución de problemas de tal manera que permitan fluir las ideas y el conocimiento en un ambiente propicio para ello.
De todas maneras, no cabe duda que las personas creativas, además de hacer grandes contribuciones a las organizaciones, también pueden provocar grandes problemas, sobre todo cuando se trata de ignorar políticas, reglas o procedimientos establecidos. Por ello, una adecuada gestión de la creatividad organizacional debe contemplar directrices que conduzcan esencialmente a un encauzamiento de la creatividad hacia los objetivos propios y comunes de la organización.
El reconocimiento de la creatividad, al interior de las organizaciones, pasa por comprender que ella debe conducir a la tan necesaria innovación como una herramienta competitiva diferenciadora en el entorno actual. Esto requiere, por una parte, una revisión de los sistemas de trabajo o de información, una evaluación respecto al fomento u obstaculización para el surgimiento de nuevas ideas y, por otra, la existencia de una estructura organizacional acorde con la generación y mantención de una cultura creativa e innovadora.