Periodistas, verdugos y víctimas
en Kosovo

por Xavier Vidal Folch

para El País Virtual

 

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Más ironías. Fisk hace un espléndido regalo a Milosevic al ridiculizar la justificada comparación del tirano de Belgrado con Adolfo Hitler. Será que cincuenta años de historia europea arrojan otras comparaciones -nadie habla de equivalencias exactas- posibles. Sería bueno conocerlas. ¿Qué otro personaje deportó a un millón de sus conciudadanos, les privó de derechos, escuela y empleo, les persiguió, les asesinó, les carbonizó el hogar acogiéndose al único motivo de su diferencia étnica? Dígase.

Hay quienes frente a toda evidencia persisten en el error. La intervención de la OTAN ha logrado -con todos los matices que se quiera- los cinco objetivos pretendidos, especialmente el retorno a casa de los refugiados, y además con la bendición de la ONU. Algunos se resisten a asumir esta realidad. Por eso, los defensores de la teoría del "apaciguamiento" que tantos desastres ha causado desde el conflicto de Bosnia, los sostenedores de la "no intervención" tan benéfica para los autócratas y los predicadores de un imposible neutralismo equidistante entre dos baremos inequiparables inventan ahora una nueva culpa de la Alianza. "Los bombardeos de la OTAN han aportado una especie de paz a Kosovo pero sólo después de haber dado a los serbios la oportunidad de aniquilar o despojar a la mitad de la población de etnia albanesa", escribe Fisk, confundiendo la imposibilidad de impedirla con la voluntad de propiciarla. ¿Acaso Milosevic necesitaba esa "oportunidad"? ¿Acaso no deportó, ya en verano de 1998, a 20.000 albanokosovares? Este pequeño detalle suelen olvidarlo quienes se hacen un lío entre la culpabilidad de la dictadura y las insuficiencias de la comunidad internacional. war02.jpg (11630 bytes)

El mal no aqueja sólo a periodistas, se desparrama entre algunos políticos. Julio Anguita, ese fiel amigo de los Ceaucescu de toda ralea, sostuvo que las democracias perseguían a Milosevic porque era "de izquierdas" y tildó a Javier Solana de "criminal de guerra". Pero el Tribunal ad hoc de La Haya no ha incriminado al secretario general de la OTAN, sino a Milosevic. Y Anguita opta por no enmendalla, será que prefiere incurrir en la apología de los torturadores.

La incoherencia alcanza también a algunos intelectuales. A quienes -con razón- justificaron la vis expansiva del Derecho Internacional y la consiguiente necesidad de llenar internacionalmente los vacíos judicial-nacionales en la persecución a los delitos pasados de Augusto Pinochet, pero se tornaron -sin razón- en soberanistas de corto alcance frente a la necesidad de atajar los delitos presentes de Milosevic. A quienes reclamaron durante meses a los gobiernos democráticos mano dura contra Belgrado y cuando éstos la aplicaron, dieron marcha atrás y les zahirieron. ¿Por qué Sarajevo movilizó multitudes y Prístina o Pec a muchos menos? ¿Será que entonces cierta intelectualidad europea podía gozosa y cómodamente regodearse en la crítica a la pasividad demostrada por sus Gobiernos durante años, y en cambio ahora ha quedado fuera de juego porque sólo han necesitado 12 meses para detener la barbarie? ¿Es posible tanta abyección moral? ¿Es ése el "desafío a la autoridad" del que barbotea Fisk? ¿Es lo mismo la autoridad cuando lleva razón que cuando ayuna de ella?

Punto final. Incluso cuando cita textos -y no sólo comentarios insignificantes de colegas insignificantes- Fisk hace trampa. Sostiene que "ningún periódico ha recogido" la "diferencia fundamental" entre el acuerdo de Rambouillet y el plasmado en la resolución 1244 de la ONU porque aquél permitía a las tropas internacionales moverse por toda Serbia e incluía "una cláusula con la posibilidad de optar por la independencia al cabo de tres años" a los kosovares. Si entonces se les hubiera ofrecido lo de ahora, "¿podríamos haber evitado la guerra?", se pregunta, ingenuo. Sencillamente, no, porque el silogismo se construye sobre premisas falsas. Tropas rusas de la Kfor han campado a sus anchas por Serbia y la cláusula de marras era muy vaga -consagraba sólo que se escuchará al pueblo kosovar- y estaba redactada en los mismos términos que la firmada por los mandos de la Kfor y el ELK. Más aún, la última oferta internacional a Belgrado endureció la de Rambouillet: impuso la retirada serbia de Kosovo en 11 días en vez de en 365. De modo que aunque nos pinten a Milosevic con tanta benevolencia tácita como el periodista británico, la guerra era inevitable. La empezó el dictador de Belgrado hace años. El único -y gravísimo- verdadero pecado de los aliados es no haber querido darse cuenta a tiempo. Cuando Bosnia. No cuando Kosovo.

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