LeoLeo
(Extracto de Revista ElSayo)

 

 

 


Manhattan
Transfer

manhattan.gif (15454 bytes)

John Dos Passos


En un artículo publicado en 1938, Jean-Paul Sartre afirmaba: "El mundo de Dos Passos es imposible -como el de Faulkner, el de Kafka, el de Stendhal- porque es contradictorio. Pero por eso es bello: la belleza es una contradicción velada. Considero a Dos Passos como el escritor más grande de nuestro tiempo". Tan rotunda aseveración se justifica ante una novela como Manhattan Transfer (1925). El libro constituye un abigarrado cuadro de Nueva York, em las primeras décadas del siglo, en que el autor abandona definitivamente el análisis psicológico de un individuo por el sicológico de una colectividad. Sus personajes son inconsistentes, vulgares y corrientes, que aparecen en un momento y desaparecen en otro, casi en una pirueta. Se existe con esas "vidas involuntarias", que más que nombres son sólonúmeros, meras ilustraciones de un proceso urbano. Sin embargo, hay un personaje central, Nueva York, que domina estas páginas de prosa nerviosa, impersonal y resplandeciente como los anuncios luminosos de Broadway. A pesar de su extensión, la novela está llena de cortas y rápidas escenas, muchas de violencia y destrucción. Sus protagonistas son tipos convencionales. Los principales son Ellen Thatcher, una actriz, criada por un padre que la ha mimado, encontrándola mucho más fascinante que a su mujer, enfermiza y quejumbrosa; y Jimmy Herf que, al igual que Dos Passos, vvió largo tiempo en Europa con su madre. Herf mira con curiosidad y con un dejo de envidia a los obreros, preguntándose qué sentiría "estando sucio y manejando carbón todo el santo día, con grasa en el pelo y hasta en los sobacos". Más tarde, siendo periodista, se hace amigo de un antiguo pinche de cocina, de piel oscura y pelo rizado, que ahora se dedica, con tanto riesgo como provecho, al contrabando de licor. Jimmy y Ellen se casan y tienen un hijo, pero el matrimonio no dura mucho. Inquieta, insegura, sin disfrutar realmente de la vida. Ellen, después de varias aventuras amorosas, termina casándose con un político de edad madura, buscando sólo una seguridad. Todas sus posibilidades de una existencia plena quedan en nada a causa de su propio vacío interior. No mucho mejor le va a Herf que, a pesar de sus treinta años, termina abandonando Nueva York sin un dólar en los bolsillos y con un futuro totalmente incierto. La vida de la ciudad se ve reflejada en las mentes de una docena de personajes casi tan importantes como Ellen y Jimmy: políticos, obreros, estafadores, coristas, amas de casa, nuevos ricos. Muchos de ellos no son sino símbolos, pero lo que ven y recuerdan es vivo y exacto. Con una riqueza de recursos, Dos Passos es capaz de inventar lo que parecen recuerdos espontáneos de personajes de la más variada condición. Y aunque las escenas transcurren como relámpagos -dos o tres en una sola página-, tienen tanta trascendencia para los seres a las que se refieren que nunca parecen borrosas ni triviales. Intensifica más aún la sensación de presente y de incesante movimiento -a lo que contribuye la turbulenta vida de la ciudad-, yendo y volviendo rápidamente de un grupo de personajes a otro. Un episodio cualquiera aparece tratado como si constituyera el mismo centro del mundo y, luego, de súbito, es abandonado, para volverlo a recoger -sin explicación alguna- veinte o treinta páginas más adelante. En Manhattan Transfer, John Dos Passos emplea una serie de procedimientos técnicos novedosos para la época: rapidez de movimiento, que recuerda el del cine -lo que se denominó "camera eye"-; ausencia de intriga; paso, sin transición, de una acción a otra y de un personaje a otro; empleo, bajo la forma de montaje, de trozos de canciones populares o de artículos periodísticos para sugerir el momento histórico. Muestra así la vida de una gran ciudad, en la que el hombre se convierte en un ser anónimo y sin ningún valor. La pintura de este mundo trágicamente frívolo es tan fiel, que su lectura no deja de ser amarga. Sólo importa la presencia tentacular de Nueva York, ya que los actores humanos no cuentan y no son sino "víctimas ofrecidas a las nuevas diosas".
so