CARGADO, y sin AZÚCAR
TOMANDO UN CAFÉ CON BORGES

 

No existe ningún orden: las palabras fluyen a la mente del viejo en total discordancia temporal: un momento recuerda a su familia, otro a su obra. Los temas surgen espontáneos: ahora le toca al fútbol:

 "...me parece una forma de tedio. Creo que a nadie le interesa el fútbol. A la gente que va al fútbol le interesa que gane tal o cual cuadro; el fútbol en sí, no. Yo nunca he oído gente diciendo: caramba, yo soy de San Lorenzo de Almagro, pero qué bien ha ganado Soca. Qué admirable, qué contento estoy... detesto el fútbol, es un juego brutal que no requiere un coraje especial, porque nadie se juega la vida".

La risa y el aplauso se escuchan en todo el recinto, brotan instantáneos al terminar la frase; un gesto de aprobación se ve en todas las caras de quienes lo escuchan, la mayoría.

Las luces del café están completamente encendidas. Buenos Aires comienza a iluminarse porque la noche ya se viene encima. El frío es más penetrante que en la tarde pero nadie se mueve de su sitio. Algunos más audaces se han sentado cerca para escucharlo mejor. Seguramente Borges no se ha dado cuenta; su mente no está allí, sólo su cuerpo. Su espíritu está en la conversación. De él manan las palabras que evocan sus mayores recuerdos y sentimientos.

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