EL PAÍS DIGITAL - Entrevistas
12 de Mayo de 1999

Salman Rushdie

Texto: John Carlin
Fotografía: Marcel-Lí Sáenz

 

El mensaje era claro, pero misterioso. Una mujer;que afirmó estar en Barcelona y que dijo que su nombre era Nuria; llamaba para decir que Salman Rushdie, el novelista más buscado del mundo, había invitado a El País Semanal y otros destacados periódicos europeos a pasar el fin de semana con él en un lugar de Estados Unidos. Lo que tiene que hacer, dijo Nuria , es volar a Nueva York. El viernes anterior a la cita llame a cierto número de teléfono. Asegúrese de llamar entre las nueve y las doce de la mañana. Pida que le pongan con una mujer china llamada Jin Auh. Ella le indicará qué hacer a continuación. Fin del mensaje.

En una demostración de esa fe ciega de la que sin duda carece el pecador Rushdie, seguimos las instrucciones al pie de la letra. A las 10.17 del viernes en cuestión (hora de Nueva York), una mujer que respondía al nombre de Jin Auh contestó al teléfono. Con un acento estadounidense sospechosamente impecable, pidió de forma cortante que le diera un número de fax. Dentro de media hora recibirá las instrucciones , explicó. Hemos reservado un hotel para usted y su fotógrafo. Le sugiero que alquile un coche .

El punto de reunión con el enemigo público número uno del islam radical era un lugar llamado Bard College, a dos horas al norte de Nueva York, a orillas del río Hudson. Con el fax llegó un mapa detallado. Se nos ordenaba que estuviéramos allí el sábado a las diez de la mañana. El contacto sería un hombre llamado Mark Promoff.

Puntual, el modesto Pontiac alquilado para la ocasión atravesó a las diez de la mañana las verjas de Bard y entró en un campus arbolado, salpicado de edificios universitarios en el estilo gris del falso Oxford.

Curiosamente, no se veía a ningún estudiante. Pero sí estaba Primoff, un hombre pulcro de edad indefinida, con chaqueta y corbata, teléfono móvil en la mano, que se presentó como director de comunicaciones de Bard. Ya había llegado un periodista de Alemania. Enseguida aparecieron un italiano, un húngaro, un griego, un portugués y un sueco.

Primoff, que explicó que Bard es una universidad especializada en humanidades, con gran reputación por sus programas de teatro y literatura inglesa, anunció que Rushdie llegaría a las 10.30 para presidir una mesa redonda sobre su última novela, The ground beneath her feet (El suelo bajo sus pies). Los periodistas, una docena en total, se sentaron en torno a una mesa cuadrada, y a las 10.30 exactamente entró Rushdie acompañado de un hombre con el cabello al estilo de Bee thoven, que se identificó como catedrático de literatura. La nariz de Rushdie no es tan grande como podrían imaginar los lectores de su novela semiautobiográfica Hijos de la medianoche (la nariz del protagonista, del tamaño de un pepino, es la imagen alrededor de la cual se desarrolla la historia). Sus párpados están menos caídos que en fotografías de hace tiempo; resulta que acaba de someterse a cirugía plástica. Es de mediana estatura, mediano tamaño, mediana edad 51 años, para ser exactos, tiene la barba gris, está medio calvo, pálido y un poco desastrado, como corresponde a un artista de la palabra escrita.

Parece relajado. Al menos tan relajado como puede estarlo una persona cuando se enfrenta a un grupo de periodistas extranjeros desconocidos. (Su media sonrisa y su forma de dar los buenos días con la cabeza indican un pequeño atisbo de precaución). En una puerta abierta se encuentra un hombre de espalda recta y chaqueta azul que le observa a él, pero sobre todo vigila a los periodistas. No parece universitario, parece un hombre de negocios típicamente estadounidense. Lleva un maletín que sujeta con firmeza con ambas manos sobre su estómago. El maletín parece más pesado de lo normal. Este hombre es el guardaespaldas de Rushdie.

Su presencia es un recordatorio de que la vida de Rushdie sigue siendo más provisional que la de la mayoría. En cualquier momento podría sufrir una muerte violenta. Es verdad que el pasado mes de septiembre, en Naciones Unidas, Irán levantó la fatwa lanzada sobre Rushdie hace 10 años por el ayatolá Jomeini, en castigo por las blasfemias contra el islam contenidas en la novela Versos satánicos.

Es verdad que Mohamed Jatamí, jefe del Gobierno iraní, ha retirado la recompensa de 2,5 millones de dólares por la cabeza de Rushdie y ha declarado que el caso estaba totalmente cerrado. Pero los religiosos fundamentalistas han respondido que una fatwa es irrevocable, y una fundación iraní, independiente del Gobierno, ha prometido premiar a quien asesine a Rushdie con la misma suma de 2,5 millones de dólares. Por consiguiente, Rushdie, que vive bajo la protección permanente de Scotland Yard cuando está en su casa, en el Reino Unido, sigue preocupado. No obstante, hace claros esfuerzos para crear una ficción de normalidad en su vida, y, por consiguiente, el profesor Beethoven no inicia la mesa redonda con alusiones a su extraordinaria situación, sino con comentarios sobre la audacia con la que Rushdie ha fundido el mito de Orfeo con el mundo del rock and roll contemporáneo en El suelo bajo sus pies. La combinación de la mitología griega, india y azteca con una historia de amor trágico protagonizada por un músico que es una mezcla de Elvis, Dylan y Lennon y una superestrella del rock en la que se unen Madonna, Tina Turner y la princesa Diana evoca recuerdos del Ulises de Joyce, según dice el profesor, en una referencia a la que Rushdie considera la mejor novela de todos los tiempos.

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