Conocer, hacer, vivir: el
legado de Francisco Varela
Conocer, hacer y vivir son inseparables. Francisco Varela (1946-2001) dedicó su vida a comprender y explicar esta circularidad. Pertenece a una generación que tuvo el privilegio de ser joven en uno de los momentos más fecundos de la comunidad científica chilena en los años 60. Tempranamente (1966) se inicia como aprendiz de neurobiólogo bajo la tutela de Humberto Maturana. Profundiza los problemas de la percepción visual en experimentos con el nervio óptico de la rana.
Cuando en 1968 parte a Estados Unidos a doctorarse en Harvard, ya tiene una hipótesis sobre el rol del tiempo en la forma de operar de la retina.
Desde estudiante cultivó su interés por la reflexión filosófica, la fenomenología europea, en especial Husserl, Heidegger, Merleau-Ponty. Investigar la experiencia vivida fue una de sus orientaciones fundamentales.
Varela, junto a Maturana, Heinz von Foerster, Norbet Wiener y Warren McCulloch, es uno de los pioneros en hacer converger la reflexión epistemológica, la investigación experimental y la modelización matemática. Prontamente concluye: la metáfora del computador para pensar el sistema nervioso no es la más adecuada. En el proceso biológico, la noción de información no es la clave para entender el cerebro y el conocimiento.
En Harvard, el estudio de ciertos efectos cromáticos le hizo posible reformular la percepción visual como no-representacional. El sentido común considera las sendas visuales como procesos secuenciales: la información entra por los ojos y se retransmite secuencialmente a través del tálamo hasta la corteza. Varela demostró que lo que recibe cualquier célula no proviene principalmente de la retina, sino de la interconectividad de otras regiones del cerebro. Las influencias que el cerebro recibe del ojo se topan con una actividad que fluye desde la corteza. Se produce la emergencia de una nueva configuración coherente. La conducta del sistema se parece más a una animada charla en una fiesta que a una cadena de mando.
Como a muchos de su generación, Harvard y los movimientos estudiantiles y sociales del 68, le hacen descubrirse como animal social y político. Unido al interés por la ciencia, está el pensar un país y un continente diferentes. Regresa a Chile en 1970 y se compromete activamente con el gobierno del Presidente Allende. El estado de ánimo en el país era propicio al planteamiento de hipótesis revolucionarias en la ciencia. En 1973, tras el golpe de estado, se exilia.
Continúa su trabajo fuera de Chile. Descartada la idea de información y representación como lo más adecuado para entender el sistema biológico, pone foco en el “cableado” interno de los procesos neuronales; esto permite describir el sistema nervioso como un sistema “cerrado”: el medio gatilla pero no determina los cambios en su estado.
Con Maturana profundiza en la noción de autopoiesis: los seres vivos son “auto referidos”, el sistema nervioso genera sus propias condiciones de referencia. La idea se propaga y se pone en el centro de varias disciplinas científicas actuales: la neurobiología y la biología evolutiva, las ciencias cognitivas y la inteligencia artificial, las ciencias sociales (Luhman) y de la comunicación, la teoría de sistemas y la terapia familiar sistémica. Son los frutos de ligar la autopoiesis más allá de la vida celular, al operar del sistema nervioso y a los fundamentos de la comunicación humana.
Varela propuso una alternativa constructiva para no dejar la interacción con el medio en la ambigüedad de una mera perturbación. La enacción en biología y las ciencias cognitivas hace de la reciprocidad histórica la clave de una codefinición entre un sistema autónomo y su entorno. Enacción se usa en el sentido de hacer emerger. El dominio cognitivo se constituye a partir de las regularidades emergentes de una historia de interacciones.
Varela puso en relación estas ideas sobre el ser vivo con el fenómeno de lo mental y la conciencia, entendida como experiencia vivida. Advirtió que el análisis biológico requiere el complemento de una disciplina fenomenológica de la experiencia. La vida mental no es algo inmediatamente evidente y accesible a los seres humanos. Es necesaria una metodología que permita explicitar esta experiencia.
Ve oportunidades promisorias en la disciplina de la experiencia que ha encarnado la tradición de la meditación budista durante siglos. En el laboratorio, las nuevas técnicas de imágenes cerebrales le permiten explorar esto de manera empírica y precisa. Atisba el comienzo de una nueva ciencia por hacer, la bio-fenomenología.
La autopoiesis, la enacción, la metodología fenomenológica, encarnan una nueva visión de la vida y del conocimiento. El ser humano y la vida son las condiciones de posibilidad de los mundos que queremos vivir. Conocer, hacer y vivir son inseparables. La realidad y nuestra identidad son configuraciones de una danza en construcción permanente. Nuestras vidas así lo ilustran. Vivimos una época de fluidez y flexibilidad, lo que hace propicia una reflexión rigurosa acerca de cómo los seres humanos hacemos los mundos que hacemos. La consecuencia ética de este darse cuenta es importante. Francisco Varela nos invita a hacernos cargo de ello.
Carlos Zapata Sepúlveda.
Antropólogo MBA
Leadership Development
Departamento Ingeniería Industrial