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  Nº 688 jueves 20 de octubre de 2011

 

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ENTREVISTA

Juan Fuentes Belmar
“En el Poder Judicial encaucé mi vocación de servicio”

“Es una gran satisfacción acceder al más alto tribunal de la República y la culminación de toda una carrera dentro del Poder Judicial”.

El presidente de la Corte de Apelaciones de Santiago, Juan Eduardo Fuentes Belmar (62 años), dejará por estos días su cargo y su oficina en el primer piso del edificio patrimonial en el centro de Santiago. Tras la firma y publicación del decreto respectivo se trasladará al segundo donde lo espera su nueva oficina como Ministro de la Corte Suprema de Justicia, para el cual fue elegido luego de 37 años en el Poder Judicial. También lo esperarán los 21 integrantes del alto tribunal, entre ellos cuatro compañeros de Derecho de la Universidad de Concepción, actuales supremos.

“Es una gran satisfacción acceder al más alto tribunal de la República y la culminación de toda una carrera dentro del Poder Judicial”, admite el profesional nacido en Chillán, ciudad en la que también conoció a su esposa, Marianela Garrido, con quien pololeó desde los 15 años. Tienen tres hijos y tres nietos.

¿Por qué la justicia aparece mal evaluada en las encuestas y se oyen voces que no creen en ella o que argumentan , por ejemplo, que existe justicia para pobres y justicia para ricos?

Es por desconocimiento de la función que cumplen los jueces y es debido a esa falta de información que la gente suele opinar así. El Poder Judicial ha tomado cuenta de ese malestar hace ya algún tiempo y ha establecido acciones destinadas a mejorar la percepción. La creación de vocerías en las distintas cortes de apelaciones es una de ellas, las encuestas que hacen diferentes universidades…pero lo central es acercar la justicia a la gente que pueda entender lo que significa un juicio justo, el debido proceso, la culpabilidad, la responsabilidad por los actos y tantos otros términos frecuentes, lo mismo que los nuevos desafíos de la Reforma Procesal Penal.

Tiene una larga trayectoria en el Poder Judicial, a través de todo Chile. ¿Qué sucede en ese ámbito, en el de la descentralización de la justicia?

El 40% de la justicia del país se hace en Santiago. Esa es una realidad y eso recarga también el trabajo de jueces y ministros. Eso no significa desmerecer el trabajo en regiones que conozco bien y es de gran esfuerzo y dedicación.

¿Por qué vino a estudiar a la U. de Concepción?

Por la cercanía, por el prestigio que ya entonces tenía en todo el país y eso quedaba de manifiesto en compañeros de los lugares más extremos que estudiaban en Concepción. Llegué en 1968 y, por cierto, el campus universitario con lo bello de su entorno era un espacio que acogía y que era propicio para hacer amistades. Ingresé al curso Propedéutico y me recibí en abril de 1974. Durante ese tiempo viví en las cabinas que es otra experiencia notable.

¿Cómo fue que se decidió por el Poder Judicial?

Desde el primer instante supe que ése iba a ser mi camino. Estudié Derecho por vocación, por lo tanto allí es donde se podía encauzar mejor esa vocación.

¿Cuándo y dónde inicia su carrera?

En Yungay como secretario y juez suplente; luego San Carlos como juez del Segundo Juzgado; fui secretario Interino de la Corte de Apelaciones de Chillán; relator de la Corte de Apelaciones de Talca y juez del Primer Juzgado de Letras de Valdivia. En 1990 me nombran Ministro de la Corte de Apelaciones de Arica, que presidí en tres ocasiones; luego el 2001 presidí la Corte de Apelaciones de San Miguel y el 2002 me nombraron Ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago.

El 2005 recibe un encargo especial de la Corte Suprema de Justicia para dirigir una serie de investigaciones sobre violaciones a los derechos humanos ocurridos el período 1973-1990. ¿Cómo fue esa experiencia?

Investigar esas causas, de la cuales ya se han dictado 21 sentencias, implica una gran responsabilidad por la trascendencia que han tenido y tienen esos hechos en la vida de los distintos actores, tanto los que participaron como los que fueron víctimas de esos hechos. La búsqueda de la verdad es compleja si consideramos el tiempo en que aquellos hechos sucedieron, el transcurrido desde entonces. Se trata de establecer qué fue lo que realmente sucedió y las responsabilidades que corresponden.

¿Hay algún caso de notoriedad pública?

El caso del cantautor Víctor Jara, cuya investigación ya está agotada aunque no se ha dictado sentencia aún y donde tratamos, por supuesto, de establecer con certeza cómo sucedieron los hechos.

¿Cómo es para los jueces revivir y evocar esos momentos de horror?

Hay un desgaste emocional combinado con el desafío profesional y la necesidad de buscar y hacer justicia.

¿Quiénes fueron sus compañeros de promoción en la Facultad y los profesores que recuerde especialmente?

Hernán González, Mirta Lagos, Graciela Castillo, Marcelo San Martín, Eduardo Yáñez. Entre los profesores, Alejandro Abuter y Ramón Domínguez Aguila, entre otros. Pienso que la Facultad de Derecho, que es fundacional de la propia Universidad, tiene un prestigio que ha mantenido en la formación de profesionales y el hecho que nos encontremos cinco de sus exalumnos en la Corte Suprema es un reflejo de esa formación recibida y de los valores entregados.

Ha tenido una amplia labor docente. ¿Qué les diría a los abogados jóvenes que quieran ingresar a la carrera judicial?

Que es importante tener vocación de servicio público para orientar su actividad hacia la judicatura; que es una profesión que entrega enormes satisfacciones porque es hermoso servir a los demás en la solución de sus problemas.

En cuanto a mi propia labor docente, lo he sido de la Escuela de Investigaciones, de la Escuela de Carabineros y de la Academia Judicial. De esta última fui monitor en cursos de formación para jueces y funcionarios durante la primera etapa de la Reforma Procesal Penal en La Serena, Rancagua, Antofagasta, Talca, Temuco e Iquique.

De las ciudades en que ha vivido y trabajado, ¿cuál prefiere?

Todas significaron mucho para mí, en ellas aprendí y fui bien recibido por la comunidad.
Podría evocar lo que significó llegar a Yungay, recién casado y empezando a formar la familia.
De eso queda un recuerdo imperecedero.

Mónica Silva Andrade
Periodista


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