Cambio climático,
pesca y acuicultura
A diferencia de otros sectores productivos primarios, la pesca y la acuicultura han tenido una escasa atención cuando se analizan los efectos del cambio climático en la producción de alimentos.
Por eso, el Programa de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha venido desarrollando una serie de iniciativas a nivel global, para comprender los alcances del fenómeno en estos sectores.
En este contexto, entre el 5 y 7 de octubre se llevó a cabo en la Universidad el Taller Cambio climático, pesca y acuicultura en América Latina: potenciales impactos y desafíos para la adaptación, que convocó a autoridades y expertos de todos los países de la Región.
“Nuestro interés es conocer cómo el cambio climático puede representar una amenaza para la actividad y cómo pescadores y acuicultores, especialmente los pequeños, pueden prepararse mejor”, señaló la oficial de Pesca y Acuicultura para América Latina y El Caribe, Doris Soto.
El objetivo final, agregó, es desarrollar directrices para apoyar a los países en el establecimiento de políticas públicas que hagan a la pesca y la acuicultura más resistentes y resilientes ante los posibles cambios. Un tema no menor, si se considera que en América Latina son más de 4 millones de personas las que dependen de esta actividad, como señaló el oficial Alejandro Flores.
En la Región se están llevando a cabo 3 estudios de caso por mandato de la FAO. Uno de ellos, sobre el, estado de las pesquerías de jurel, sardina, merluza y anchoveta- que está siendo desarrollado por investigadores de nuestra Universidad. Por otro lado, el Centro de Investigación Oceanográfico en el Pacífico Sur Oriental, Copas, es nodo de los estudios a nivel regional
El académico de Oceanografía y coordinador del taller, Renato Quiñones, señala que si bien no se conoce los cambios que se producirán a futuro, es necesario mantener sanas estas pesquerías. “Sino están sanas el impacto será mayor”, dijo.
Para el académico, se trata de un imperativo moral de la sociedad. “Los cambios se verán en 30-40 años y es un deber dejar las costas y las pesquerías en el mejor estado posible para las futuras generaciones”.