María Eugenia Sandoval Gouet
La cuarta exalumna en llegar
a la Corte Suprema de Justicia
Antes, en la Corte de Apelaciones de San Miguel y ahora en la Corte Suprema he visto y sentido lo importante y desafiante que es trabajar en la justicia, la gran dedicación profesional y al estudio de cada una de las diversas materias que nos toca ver, la entrega y generosidad existentes en todos sus integrantes.
Hace tres meses juró como nueva integrante de la Corte Suprema de Justicia. Está emocionada y entusiasta. No es fácil llegar al importante cargo, menos aún para una mujer. De 21 integrantes del máximo tribunal sólo cinco son mujeres. Es además la segunda exalumna de la Universidad de Concepción, plantel donde estudió en la mitad de la década de los sesenta, nominada a la Suprema. Estudiante destacada recibió el Premio Universidad 1969 y más tarde, en el período de su especialización, fue distinguida con el Premio Instituto de Ciencias Penales.
La abogada María Eugenia Sandoval Gouet (tres hijos, trece nietos) ha sido reconocida entre los más importantes abogados tributaristas del país, en encuestas realizadas a empresas y publicadas en revistas especializadas como la International Tax Review y la World’s Leading Tax Advisers. También se ha dedicado a la docencia universitaria .
Conseguir la entrevista no fue fácil, pese a su buena disposición. Los requerimientos del cargo - inmediatamente después de su instalación- eran variados y exigentes. También es largo el proceso por el cual son nominados los integrantes del tribunal. Los ministros de la Suprema son nombrados por el Pre-sidente de la Repú-blica con acuerdo de los miembros en ejercicio del Se-nado. Previamente la Corte Suprema escucha a los postulantes en au-diencia pública y confecciona una quina de donde sale el nombre propuesto que es votado en la Cámara Alta, previa presentación ante la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia.
-¿Cómo se siente tras llegar a la alta magistratura?
Es un tremendo honor para una persona que, como yo, conoció el Poder Judicial siendo abo-gado integrante de la Corte de Apelaciones de San Miguel desde el año 2005 hasta cuando asumo en la Suprema.
-¿Cómo es su trabajo en la Suprema?
Me integré a la Tercera Sala que ve las causas de derecho tributario, una materia que es compleja y altamente especia-lizada, pues tiene que con-siderar por un lado el interés del Estado y por otro el de los contribuyentes, velar porque la ley se aplique con justicia, sin colisión de intereses. Antes, en la Corte de Apelaciones de San Miguel y ahora en la Corte Suprema he visto y sentido lo importante y desafiante que es trabajar en la justicia, la gran dedicación profesional y al estudio de cada una de las diversas materias que nos toca ver, la entrega y generosidad existentes en todos sus integrantes. Para mí ha sido fundamental sentirme integrada, consi-derando que soy una ministra extraña.
¿Qué significa ser una ministra extraña?
La Constitución denomina así a quienes ingresamos en calidad de abogado integrante y no por la vía de la carrera judicial.
Usted es una reconocida abogada, académica y espe-cialista en temas tributarios.
Me especialicé en Derecho Tributario, vocación que nació precisamente en la Escuela de Derecho en las clases con el profesor Mario Jarpa, con quien luego de titulada trabajé en la Fiscalía del entonces Banco Concepción, en Concepción. Luego ingresé a Price & Waterhouse. Trabajé en Bogotá en la filial colombiana de la firma, como socia del departamento Legal y Tributario, entre 1992 y 1996. Me he dedicado a la docencia universitaria, actividad que me gusta y de la cual me alejé por ahora. Precisamente hacía clases en el magíster en Derecho de la Universidad Católica. Soy una fervorosa de la especialidad tributaria que surge como rama del derecho público y se inserta en un tema ligado a las normas jurídicas mediante las cuales el Estado ejerce su poder tributario a las empresas y las personas y el ámbito de lo penal referido a los delitos.
Forma parte de una familia en que todos sus integrantes son profesionales de la Universidad.
¿Cómo fue su propia expe-riencia como alumna?
Así es. Mi hermana Cecilia, quien vive en Estados Unidos es periodista; Camilo es ingeniero mecánico; Gerardo es abogado y Lucía es odontóloga. Yo estudié entre 1963 y 1968 en una época donde el nivel de los profesores era muy bueno. Creo que eso sigue siendo así. Tuve profesores de la talla de Alberto Colvin, en Derecho Penal; de Rolando Peña, en Derecho Internacional Público; de Juan Bianchi y Héctor Oberg en Derecho Procesal; de Ramiro Troncoso y de Mario Jarpa, en Derecho Tributario. Por este último tengo una gran admiración. Hablamos por teléfono el día que asumí en la Suprema y nos emocionamos los dos. En esa misma ocasión cartas del rector de la Universidad, Sergio Lavanchy, y del decano Sergio Carrasco, felicitaciones que guardo muy especialmente. En octubre próximo los integrantes de la Corte Suprema nos reuniremos en Concepción en una jornada de reflexión, lo que para mí ya es motivo de entusiasmo, porque pese a que voy poco, mantengo lazos emocionales profundos con la ciudad -allá están enterrados mis padres-, con la Universidad y con las amistades muy queridas que allí forjé, las cuales también me han felicitado. (Sus compañeros de Facultad residentes en Santiago la agasajaron para celebrar su nominación).
En la Suprema además se encontró con más exalumnos de Derecho.
Como puedes ver, la oficina vecina inmediata a la mía es la de Guillermo Silva, también está Hugo Dolmetsch y Rosa Egnem. Somos cuatro exalumnos.
Se ha avanzado. Sólo falta que una mujer llegue a ser pronto Presidenta de la Corte Suprema.
Por la cantidad de integrantes 21, por la cantidad de años que dura la presidencia (dos), y porque es por antigüedad es difícil; pero creo que es necesario celebrar y preocuparnos por haber ingresado y superar cada vez los obstáculos. Es lo principal por ahora.
Mónica Silva Andrade
