Con el aumento de la esperanza de vida en nuestro
país y en el mundo, los criterios que definen la
muerte han sido modificados. Al tradicional concepto
de muerte cardio-pulmonar, se han sumado
el estado vegetativo persistente, acuñado en 1959,
en el que sin estar fallecida la persona está sumida
en un estado permanente de ausencia, o los
criterios Harvard de muerte cerebral, definidos en
1968.
El conflicto está, explicó el doctor Fernando Heredia,
en las situaciones que bordean la vida, como
es el coma, el estado vegetativo persistente, la
muerte cerebral, el síndrome de cautiverio o locked
in. En la conferencia Precisiones terminológicas
en el final de la vida, organizada por la carrera
de Ciencias Políticas, el académico, que imparte el
curso de Bioética en la facultad de Medicina, revisó
los principales aspectos que giran en torno a este
tema y los conflictos que hasta ahora en el país
existen debido a la deficiente legislación y a la falta
de conocimiento por parte de la población.
Explicó que dentro de los aspectos más conflictivos
en estos temas, se encuentra el diagnóstico
de muerte, el consentimiento para la donación, los
donantes vivos, el consentimiento del receptor y la
distribución de recursos y órganos. En estos últimos
fue enfático al indicar que en Chile debería,
como en todo el mundo, ser un tema anónimo, ya
que así le quita presión a la familia del posible donante.
El especialista recordó algunos casos emblemáticos
que han remecido a la sociedad, como
fue el caso de los niños Felipe Cruzat y Diego Poblete,
quienes fallecieron por no haber contado con
un órgano a tiempo para su trasplante y cuyas experiencias
abrieron un fuerte debate político y civil.
Otro de los aspectos abordados en su charla fue
la eutanasia. Calificada como directa o indirecta
en cuanto existe o no la intención de provocar la
muerte en las acciones que se realizan sobre el enfermo
terminal. Explicó que en algunos lugares se
distingue entre la eutanasia como acción y la eutanasia
como omisión (o dejar morir). Su equivalente
sería eutanasia activa y eutanasia pasiva, respectivamente.
También se utilizan, en forma casi
sinónima, las calificaciones de positiva y negativa
respectivamente.
La Organización Médica Colegial española y otras
instituciones no aceptan esta distinción terminológica
porque lleva a confusión y consideran que la
eutanasia es siempre deontológicamente condenable.
Sin embargo, explicó Heredia, distinto es
que un médico tome la decisión de suspender un
tratamiento inútil.