Julio Suárez, OPS
“Debemos aumentar la capacidad y habilidad de la salud primaria”
Gran parte del impacto negativo ocasionado por un desastre puede ser consecuencia de la forma en que la situación resultante es "manejada" por la sociedad.
Los desastres ocasionan daños físicos manifiestos a las personas y poblaciones afectadas; su efecto psicosocial es mucho menos perceptible pero no menos importante. En la última década, los países latinoamericanos han sufrido en carne propia catástrofes que han abrumado a grandes núcleos de la población. La identificación de la magnitud, naturaleza y extensión del impacto psicológico de un desastre posibilita la planificación de intervenciones pertinentes y eficaces que minimicen las consecuencias negativas en las vidas de los damnificados y permite el desarrollo de bases sólidas en qué fundar la política pública de atención en situaciones calamitosas. Este tema fue abordado en el seminario Salud mental y consecuencias psicosociales de la catástrofe , organizado por las facultades de Medicina y Ciencias Sociales.
Profesionales de servicios sanitarios y de otras universidades participaron en esta instancia en la que Julio Suárez de OPS entregó una visión global de las intervenciones
que se deben realizar en situaciones de emergencia. Enfatizó el rol de los equipos
sanitarios y señaló las carencias más graves son que aún no contamos con personal capacitado para asumir estas tareas.
Mientras que la directora del equipo de Intervención en Crisis de la PUC, Caroline Sinclair, expuso el modelo básico de intervención en situaciones de desastres que
ese equipo ha desarrollado.
El panel compuesto por el decano de la facultad de Ciencias Sociales, Jorge Rojas; el director del departamento de Sicología, Félix Cova y la médico del hospital Higueras, Sandra Micco presentaron diversas miradas sobre las consecuencias de la catástrofe, desde la perspectiva social, psicológica y de los servicios sanitarios, especialmente desde la atención primaria.
Los especialistas coincidieron en que existe un riesgo patente para la población, pero que intervenciones generalizadas y de baja complejidad pueden evitar una epidemia de trastornos mentales que difícilmente se va a producir. Es más probable, señalaron, que aparezcan patologías asociadas al aumento del consumo de alcohol y de la violencia intrafamiliar.
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