“Así como el Campanil se mantuvo en pie, la Universidad pudo continuar gracias a sus trabajadores”
Una ceremonia cargada de sentimientos y significación, celebró los 25 y 30 años de lealtad y compromiso a nuestra casa de estudios de ochenta funcionarios.
Emotiva y solemne fue la celebración del Día del Trabajador Universitario que esta vez tuvo como marco el Mural de la Casa del Arte. La ceremonia, presidida por el rector Sergio Lavanchy, contó con la presencia de las autoridades académicas y administrativas y de los funcionarios que cumplían 25 y 30 años de servicios, acompañados de sus familiares.
El acto estuvo marcado por las consecuencias del terremoto y tsunami del 27 de febrero en la vida de los trabajadores universitarios y el reconocimiento que el vicerrector de Asuntos Económicos y Administrativos, Alberto Larraín hiciera a los muchos funcionarios anónimos en las personas de Miguel Monné, capitán de la Kay Kay; el doctor Víctor Ariel Gallardo, de la facultad de Ciencias naturales y Oceanográficas, y de manera especial en el director de Servicios Franz Dechent, “a quien queremos distinguir como al universitario íntegro, dedicado, comprometido, bondadoso, empático, hasta altruista”.
El ambiente en la Casa del Arte fue distinto en esta ocasión. Las palabras de Larraín hicieron efecto y más de un asistente terminó con los ojos llorosos, cuando se le entregó la medalla a Dechent.
El compromiso universitario
Al saludar a los trabajadores homenajeados el vicerrector de Asuntos Económicos y Administrativos, Alberto Larraín, recordó los difíciles que vivió la comunidad universitaria debido a los efectos del terremoto y tsunami. “Este año no ha sido nada fácil para la Universidad ni para sus trabajadores” señaló. “En medio de estas tragedias, la naturaleza humana se revela y muestra sus más variadas facetas”. La autoridad destacó el compromiso de un grupo de trabajadores que desde la madrugada del 27 de febrero trabajaron para mantener el funcionamiento de la institución, especialmente al director de Servicios, Franz Dechent, quien “sacrificó la atención a su familia por darnos a toda la familia universitaria la atención que demandábamos en esos momentos”, además del capitán de la Kay Kay II, Miguel Monné; y al académico Víctor Ariel Gallardo. “Gracias a este esfuerzo, fue posible iniciar las actividades el 15 de marzo y dar inicio a las clases de todos los alumnos de pre y posgrado el lunes 5 de abril. Así como el Campanil se mantuvo en pie, la Universidad de Concepción pudo continuar gracias a ellos, con su obra educacional, científica y cultural”.
“Nos queda por delante, por cierto, la gran tarea de reconstruir lo perdido en el área de la química y la oceanografía costera, para lo cual estamos trabajando en varios frentes.”
Agregó que estamos superando los daños inmediatos en infraestructura y equipamiento, sin embargo recordó que aún queda mucho por hacer. “Los costos en los cuales ha incurrido la universidad para superar esta situación en el corto plazo e iniciar las actividades docentes han sido superiores a los 2.500 millones de pesos, que estamos financiando con una redistribución presupuestaria. Sin embargo, la estimación final de los costos de reposición de todos los daños en nuestra infraestructura y equipamiento es cercana a los 23 mil millones de pesos, esto es unos 44 millones de dólares”.
Amor por la Universidad
Emotividad fue el centro del discurso que el decano de la facultad de ciencias Químicas, Bernabé Rivas, quien reconoció lo difícil que es representar lo que para cada uno de los ochenta trabajadores universitarios, han sido o representan los 25 o 30 años de servicio a la Universidad de Concepción.
“Somos ochenta trabajadores -treinta y cinco cumpliendo 25 años y otros cuarenta y cinco cumpliendo 30 años de servicio-, provenientes de diversos estamentos, que estamos sintiendo distintas emociones y haciendo un análisis de lo que han sido estos años no sólo ligados a la Universidad, sino también relacionados con nuestro desarrollo personal y familiar”, indicó el decano.
El desarrollo institucional, señaló Rivas, se realiza desde condiciones que no siempre son las óptimas, “Este año, cuando nos preparábamos para celebrar el bicentenario de Chile, y los 91 años de nuestra Universidad, ocurrió el terremoto y el maremoto que cambió nuestras perspectivas.
El 27 de febrero nos marcó como Institución y como personas, no quisiera mencionar el dicho “marcado a fuego” ya que personalmente me toca el alma, pero este fenómeno natural puso a prueba y demostró ese compromiso de muchos trabajadores”.
Recordó que quienes se reunían los días posteriores del 27 de febrero al lado de la Casa del Deporte, les era difícil pensar que, dadas las condiciones de nuestra casa de estudios, hubiese sido posible iniciar las actividades el 15 de marzo y las clases el 5 de abril. “Lo hicimos, fruto del esfuerzo y compromiso de trabajadores y autoridades. Quisiera tener la palabra optimista y de desafío, que lo ocurrido el 27 de febrero sea una oportunidad para ser mejores y que este año sea el inicio de la década que nos llevará a la celebración del centenario de nuestra querida Universidad, y el desafío de llevarla a lo más alto que se pueda aspirar, juntos, autoridades y trabajadores”, finalizó.
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