Aunque dejó las aulas hace más de 10 años, el profesor de la facultad
de Ciencias Físicas y Matemáticas, Antonio Camurri Righi
nunca se alejó de la Universidad a la que estaba unido a través de
la presidencia de la Academia de Profesores Eméritos.
Había un profundo vínculo con la institución: “él sentía que podía
seguir aportando junto con sus pares de la Academia toda la experiencia
y conocimientos a su querida Universidad”, dice su hijo
Carlos, docente de la facultad de Ingeniería.
Cuenta que le gustaba muchísimo hacer clases. “Las preparaba
con mucho esmero y dedicación, a pesar de saberse ‘de memoria’
las materias, y tenía un particular cariño y afecto –retribuido, por
cierto- por sus alumnos. Eso explica que hiciera clases hasta el
año 1998, teniendo ya 81 años”.
Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas y en Ingeniería Eléctrica
(ambos títulos obtenidos en la Universidad de Bolonia), hijo ilustre
de Carpi, Italia (su ciudad natal), Oficial de la Orden al Mérito
de Italia y Medalla al Mérito Pencopolitano René Louvel (municipalidad
de Concepción), el profesor Camurri llegó a esta casa de
estudios en 1949, siendo un activo protagonista de la creación de
los institutos centrales, desde donde se impulsó el desarrollo de la
ciencia universitaria.
Pero más que eso: Camurri, era “todo lo que debía ser un profesor
universitario”, dice el académico de Química Burkard Seeger. “Era muy bueno, correcto y muy humano”. Su gran pasión
eran las matemáticas “y hacía muy buenas clases...los estudiantes
aprendían mucho con él…a todos les gustaba ser alumnos de él”, agrega Seeger, quien también destaca su amplia cultura. “Se
interesaba por todas las cosas”. Ese interés se vio reflejado en las
actividades de la Academia que presidió desde su creación hasta
el último día de su vida.