Nobleza es la palabra que quizá mejor defina a
quien imagina algo en la niebla y guarda lealtad
absoluta a ese acontecimiento incalculable
e indescifrable. Nunca sabremos si lo entrevisto
fue un rostro, una palabra o un estremecimiento,
pero de seguro disipó la niebla para
que naciera el sueño de una vida: el laberinto y
el hilo. El sueño de la vida de Gilberto Triviños
posiblemente tenga que ver con la búsqueda y
elaboración constantes de
un complejo laberinto y un
hilo que le permitieran el
hallazgo de un sentido ético para su existencia. La desconcertante
energía con la
que emprendió cada una
de sus actividades intelectuales
revela que en el trayecto
mismo de esa búsqueda
y elaboración reside
la pasión que lo caracteriza
y despierta nuestro respeto
y admiración. Es en la huella
de sus esfuerzos, en la
fatiga y el deslumbramiento, en la espera y el
temblor, en el silencio y la exhortación, donde
con más intensidad brilla la pasión del maestro,
investigador y lucidísimo soñador.
La Universidad de Concepción, patria de su
pasión, lleva consigo esa huella. El valioso
aporte del Dr. Triviños, ampliamente reconocido
por la comunidad y sus pares académicos, a la
discusión crítica, los estudios literarios, la formación
de profesores e investigadores, el desarrollo
de los programas de posgrado en Literatura
y la reflexión sobre el estado y desafíos de
las universidades en la actualidad, es la huella
de sus esfuerzos que continúa provocando
la expansión de las fronteras de la patria que
Enrique Molina llamó “templo del espíritu”. Triviños
retribuye así la invitación y la hospitalidad
concedidas por la Universidad destinada a
soñar sobre la base de la armonía los caminos
que permitan resistir a los emisarios de la nada.
Pero es otra la patria donde el laberinto y el hilo
que evoco adquieren una densidad significativa
mayor. Esa otra patria es el lenguaje: territorio
de los encuentros y la hospitalidad por excelencia.
Allí, como nos invita a
pensar el poeta Omar Lara, “él aprende / él enseña / él abraza / él envuelve el
abrazo desde toda su vida”. Allí dialoga con textos y
conciencias y descubre que
no hay sabiduría ni esperanza
sin la presencia de un
otro a quien abrazar con el “abrazo desde toda su vida”.
El hilo le indica ahora que
sólo puede aventurarse en
este nuevo laberinto aquel
que es responsable ante
el otro, que es capaz de percibir las diversas
formas de la ternura y contemplar la absurda
belleza de la amistad. Así se enfrentó al último
rostro. Así dijo “ya”.
Los libros, artículos, notas, reseñas y prólogos
escritos por Gilberto Triviños contienen la historia
secreta del laberinto y el hilo que un buen día
Borges le susurrara. Ellos son la niebla que se
propaga hacia el provenir: la espera del arribo
de alguien que tal vez entrevea en la niebla
un acontecimiento incalculable e indescifrable
(un rostro, una palabra, un estremecimiento) y
honre siempre esa visión con lealtad absoluta.