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  Nº 660 jueves 01 de abril de 2010

 

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•CONTRIBUCIÓN

Reflexiones posterremoto

Los sucesos traumáticos como el terremoto y maremoto que vivimos el 27 de febrero no sólo ocasionan daños en nuestros hogares, escuelas, caminos y lugares de trabajo, sino que también ocasionan daños en nuestras creencias profundas.

Los seres humanos vamos por la vida con ciertas creencias básicas que nos permiten vivir relativamente tranquilos, y que están referidas a: 1) Que el mundo es un lugar seguro, 2) Que podemos confiar en los demás, y 3) Que podemos confiar en nosotros mismos.

Con sucesos traumáticos como los sufridos, estas creencias se rompen, ¿Cómo creer que el mundo es un lugar seguro cuando la tierra y el mar se mueven de tal manera que nos hacen perder muchas de nuestras pertenencias e incluso, lo que es mucho peor, la vida de seres queridos? ¿Cómo creer que se puede confiar en los demás cuando las alertas de tsunami no se dan o cuando nuestros vecinos saquean supermercados y almacenes? ¿Cómo creer que podemos confiar en nosotros mismos cuando actuamos atolondradamente o nos paralizamos en el momento del desastre? ¿O si no estamos preparados para un terremoto ni conocemos las vías de evacuación para un maremoto, sabiendo que somos un país sísmico? Es natural plantearse éstas u otras interrogantes; es normal cuestionárselo todo. El terremoto “nos movió el piso” no sólo en el sentido literal de la expresión. De ahí estas reflexiones iniciales… pero con el correr de los días, no sólo debemos reconstruir nuestros hogares, caminos y lugares de trabajo, debemos reconstruir nuestras vidas. Y para ello debemos volver a confiar, debemos ser capaces de darnos cuenta de que nuestro mundo es más impredecible de lo que nos gusta pensar, pero sí podemos confiar en los demás y sí podemos confiar en nosotros mismos. Podemos confiar en nuestras familias, en nuestros vecinos, en nuestra comunidad más inmediata. Basta con analizar las múltiples muestras de solidaridad y empatía que se han dado desde esa fecha, o ver cómo se han flexibilizado los horarios en todo orden de cosas para poder atender a las demandas laborales y a la vida doméstica. Es más, podemos y debemos confiar en nuestra capacidad para aprender de una situación como ésta.

Quizás es parte de esta reconstrucción construir puentes, pero no sólo en el Biobío, sino puentes entre nosotros, lazos que nos permitan ampliar nuestro concepto de comunidad, de modo que podamos volver a creer en nuestro mundo, en los demás y en nosotros mismos. Nuestra comunidad universitaria tiene ahí un rol importante, retornar activamente a nuestros trabajos no sólo es necesario para responder a las demandas y compromisos con nuestra sociedad, sino que también es sanador: nos permite normalizar nuestras rutinas diarias, cerrar la vivencia del terremoto y recuperar un espacio de interacción con nuestra comunidad. Universitarios, hoy más que nunca: ¡Arriba, de pie!

Dra. Paulina Paz Rincón González
Jefa de Carrera de Sicología

 

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