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  Nº 659 lunes 25 de enero de 2010

 

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•ENTREVISTA

Una de las cien mujeres líderes del año 2009

Me ha tocado interactuar con muchas personas de distintas universidades, y en aquellos que provienen de la nuestra siempre aparece el sello de la solidaridad, de la cooperación, de la afabilidad y la preocupación por el entorno.

En una reciente participación suya en un Congreso internacional, cuenta con orgullo, que observó interesantes y exitosos trabajos realizados sobre la base de un descubrimiento de especialistas de la Universidad de Concepción-su universidad. Estos se relacionan con estudios de la caparazón de los crustáceos, que sirven para la elaboración de una biopiel, una delicada película, usada con éxito en quemados de primer y segundo grado. “Son láminas que personalmente he usado y comprobado que son efectivas” admite la profesional.

Cecilia Lagniel Salas (separada, una hija) es médico, una destacada cirujana infantil, quien se ha especializado en quemados y que se ha dedicado exclusivamente a la salud pública, en el Hospital Luis Calvo Mackenna de Santiago. Lo anterior complementado con una intensa actividad gremial que la tiene desde agosto de 2009 como secretaria nacional de la Federación Nacional Médica, de reciente creación . También fue elegida representante del hospital de niños al Colegio Médico. Lo anterior fue motivo para su designación como una de de las 100 mujeres líderes del año, que otorga El Mercurio.

¿Cómo fue su paso a la Universidad?

Venía de Angol y llegué a terminar el liceo a Concepción y hacer una beca en Estados Unidos, antes de ingresar a la Universidad, el año 1972. Un tremendo cambio a todo lo que había sido mi vida en ese instante. Entré en un período político complejo que tenía la gran particularidad de ser una vorágine de participación, de opinar, de debatir. Eso era casi una obligación de estudiante, lo cual evidentemente resultó enriquecedor. En la facultad de Medicina éramos un curso grande, de unos 300 alumnos. El 12 de octubre de 2009 nos reunimos en las Termas de Chillán unos 70 integrantes. Tuvimos una ceremonia en la Facultad y luego nos trasladamos a las Termas.

¿Cuándo se recibe y especializa?

En diciembre de 1979. La especialidad estuvo siempre muy definida. Me gustaba la cirugía. Eran tiempos donde las mujeres no éramos bienvenidas. Se consideraba una especialidad de hombres. Mi época de estudio estuvo marcada por un claro sentido social y de preocupación por los otros que a mí me ha resultado siempre definitorio. Concurría, por ejemplo, como estudiante a la posta del Hospital Regional y al Hospital Higueras, como voluntaria, como una forma de aprender más, servir y además de tener una práctica cotidiana con el paciente.

Su profesión médica ha estado ligada principalmente a un gran hospital, el Calvo Mackenna.

Cuando ingresé casi no había becas en cirugía infantil, pero sí estaba la opción de becas autofinanciadas y había concursos internos en los establecimientos para ello. Fue así como llegué al Calvo Mackenna, donde me recibió el doctor Alfredo del Río, un eminente pediatra infantil, quien era oriundo de Concepción. Ya había otra profesional de allá, la doctora Rocío García, fallecida prematuramente. Formamos un grupo muy afiatado y aprendimos mucho. Hubo un tiempo en que la mitad de los equipos de cirugía del Calvo Mackenna eran de Concepción. Hoy ya no es así.

Imagino la dureza y el dolor de trabajar con niños quemados.

Niños y adultos quemados sufren física y sicológicamente y los médicos tenemos que estar atentos. La Unidad de Quemados del Hospital poco a poco se fue convirtiendo en un lugar más acogedor, con mucha mística y sentido sobre lo que era salvar primero y acompañar después a los pequeños quemados que están con uno hasta que llegan a adolescentes.

¿Se observan avances?

El rendimiento, la evolución del tratamiento de quemados de entonces hasta ahora es enorme y los resultados son espectaculares. Antaño era difícil salvarlos. Hoy eso es posible. He viajado mucho al exterior para perfeccionamiento y conozco centros de quemados grandes como el de Galveston, en Texas. Nosotros acá podemos hacer buenos trabajos, de nivel internacional. Personalmente he presentado trabajos en congreso mundiales, como el último en Montreal, relacionados con el tratamiento del niño quemado; también en la Sociedad Americana de Cirugía Plástica, entre otros, y he comprobado que lo que aquí se hace es de alto nivel.

¿Cómo se gesta su inclusión en las 100 mujeres líderes?

He tenido actividad gremial, me preocupan los temas relacionados con la salud pública, los profesionales y el personal que en ella trabajamos. He sido candidata en algunas instancias y nos hemos planteado. En el marco de la reforma de salud hay avances. El Plan Auge es una excelente decisión, pero al mismo tiempo hay falta de recursos y poca consideración con las personas que conforman los equipos de salud. Entonces el personal trabaja más, sin incentivos, sin mejorar sus remuneraciones, en medio de una cultura punitiva más que estimuladora y eso a la larga influye en el desempeño. Estamos logrando que nos escuchen. Nos reunimos, en su momento con tres candidatos presidenciales y con las comisiones de salud de ambas cámaras. Como parte de todo este proceso, y porque tengo el convencimiento que un dirigente tiene que tener ganas, decisión, pero además aprender y formarse en las materias propias, hice un magíster en Administración de Salud en una universidad privada y participo en encuentros con dirigentes sindicales de distintos campos, convocados por otra universidad, donde no sólo se analiza la década en salud sino que surgen las propuestas de la nueva década. Fue desde estos dirigentes que surgió la idea de postular mi nombre a la convocatoria de El Mercurio.

¿Cómo ve a la Universidad de Concepción?

Creo que la Universidad produce gente muy comprometida en lo social. Me ha tocado interactuar con muchas personas de distintas universidades, y en aquellos que provienen de la nuestra siempre aparece el sello de la solidaridad, de la cooperación, de la afabilidad y la preocupación por el entorno.

(Mónica Silva Andrade)






 

 


























 

 



 

 

 

 


El destacado músico penquista radicado
en Nueva York, Pablo Vergara, fue una de
las actividades musicales de mayor calidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

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