Irma Cartes Moya, secretaria de rectores
Es una figura emblemática en la Casa Enrique Molina y en la Universidad. Con 48 años de trabajo en nuestra casa de estudios, Irma Cartes Moya es la antesala necesaria para cualquier comunicación con el rector Sergio Lavanchy. Desde su trabajo como la secretaria más antigua de la Rectoría, la señora Irma siente que “he ido creciendo junto a la Universidad, viviendo al ritmo de su accionar, disfrutando de sus éxitos y poniendo el hombro a períodos difíciles”.
Casada, con tres hijos y diez nietos, era la tercera de nueve hermanos, cuatro de los cuales trabajaron en la Universidad, lo que les valió el apodo de “Clan Cartes”. Ella es la única que se mantiene activa en nuestra casa de estudios.
Ha sido la secretaria de cuatro rectores, el primero de ellos Ignacio González Ginouvés, con quien comenzó a trabajar el 1 de abril de 1961. Posteriormente continuó al lado de David Stitchkin, quien cumplía su segundo período en la rectoría de la Universidad, y más tarde de Edgardo Enríquez. Fue en esa época que, producto de una reestructuración en Vicerrectoría, que aumentó su capacidad ejecutiva, Irma Cartes se trasladó a trabajar junto a Galo Gómez, quien estaba a la cabeza de esa repartición.
En ese nuevo puesto se mantuvo hasta fines de 1997, cuando el vicerrector de ese entonces, Gonzalo Montoya, debió asumir de manera interina la Rectoría de la Universidad y ella se trasladó con él. En mayo de 1998 asumió Sergio Lavanchy y la señora Irma ha sido su secretaria desde esa época.
Casa Enrique Molina
A principios de la década de 1960 la señora Irma trabajaba en una firma inglesa, cuando se produjo una vacante en el puesto se secretaria taquígrafa del Rector. “Yo fui presentada y recomendada al rector Ignacio González Ginouvés, quien me aceptó y comencé de inmediato en mis funciones. Me correspondía trabajar directamente con él y, además, desempeñaba el cargo de secretaria del Honorable Directorio y del Consejo Superior de la Universidad”.
Recuerda sus primeras experiencias a cargo de las actas del Directorio. “Las sesiones eran muy intensas, de las 18 a las 22 horas, durante las cuales debía tomar notas en taquigrafía. Al final el lápiz se me caía de las manos. Era difícil pero me ponía muy feliz cuando se aprobaban las actas que yo tomaba. Fue una experiencia dura pero valiosa”.
En esa época la Rectoría de la Universidad se encontraba en Barros Arana 631, en el edificio del FIUC, donde se ubicaban varias oficinas de nuestra casa de estudios. “La Universidad tenía un ambiente casi familiar en ese tiempo. Había una relación mucho más cercana”.
A fines de la década de 1980, bajo el mandato de Alberto Gyhra, Vicerrectoría se trasladó a la Casa Enrique Molina; en ella funcionaban ya las direcciones de la Escuela de Graduados y de la Sociedad Chilena de Química. Cuando en 1990 asumió el rector Augusto Parra, también se trasladó la Rectoría a la casa de Víctor Lamas.
Cuidada administración
-¿Cuál ha sido, a su juicio, el factor principal para que la Universidad se sitúe en el sitial que tiene hoy?
-La Universidad ha crecido enormemente y tiene una relación fluida con casi todas las casas de estudio del mundo, lo que se debe al dinamismo de sus autoridades y a la cuidada y adecuada administración que le han dado, colocándola en un sitial de prestigio nacional e internacional.
-¿Extraña algo de la Universidad de antes?
-No, porque siento que fui creciendo con ella. La Universidad empieza a ser parte de uno, le toma cada vez más cariño.
Ximena Cortés
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