Francisco Martinic, periodista
“La libertad de expresión no es ni un discurso ni un objetivo, es parte del trabajo”

Oriundo de Punta Arenas llegó a Concepción a mediados de los 80 para estudiar Derecho en la UdeC. Al cabo de cuatro años se dio cuenta que no era lo suyo y con la llegada de la democracia y la reapertura de las carreras cerradas, ingresó a Periodismo en 1990, hoy es el director del Diario de Concepción.

Cuando estudiaba en el colegio Salesiano de Punta Arenas, pertenecía al equipo de básquetbol y a sus 14 años visitó por primera vez Concepción para jugar un campeonato, quedó maravillado del paisaje de la ciudad, pero la mayor impresión se la llevó en la Universidad, “de su infraestructura, de las personas y del movimiento estudiantil, que a pesar de haber estado en dictadura, era un referente de expresión, de discusión, de debate y hasta con una cierta autonomía”, recuerda.

Y una vez que ingresó a la U., ¿cómo fue la experiencia?

No hubo ningún tipo de decepción, pero sí, impresiones súper fuertes, ya que ingresé con 16 años. Lo más impactante que recuerdo hasta el día de hoy, fue algo que ocurrió en la tradicional “guerra de castañas” entre Ingeniería y Derecho, ya que en un desplazamiento llegamos hasta el estacionamiento de Lenguas, frente a Rectoría. Y este encuentro, que era una cosa festiva , de mechones, se fundió con una protesta que había en la calle y la represión policial fue súper fuerte, a metros de donde estaba y al lado de un compañero que también era de Punta Arenas, mataron a Caupolicán Inostroza. Ese hecho marcó para siempre a mi compañero y nunca se pudo recuperar del impacto.

¿Cómo fueron esos años?

Yo creo que me tocó entrar en uno de los años más complicados, fueron años en que desaparecieron estudiantes. En ese tiempo las protestas eran intensas y a pesar de que había cierta autonomía, las fuerzas policiales entraban igual a la U. Yo creo que fue la época más oscura que ha tenido la Universidad de Concepción y el país en general.

Pero también había gente muy jugada, muy comprometida con el ideal de recuperar la democracia y de evitar las violaciones a los derechos humanos, había personas en todos los estamentos, estudiantes y docentes.

¿De qué manera influyeron esas experiencias en la formación profesional?

Tiene que ver con los valores, porque te vas formando con un respeto y un aprecio a valores como la libertad, la tolerancia, el respeto a la vida y a los derechos humanos; en la necesidad de construir proyectos de vida comunitaria en paz. Creo que todas esas cosas son súper importantes y además son misiones del periodismo, son valores que después uno intenta llevar en la práctica profesional.

¿Qué pasa cuando esos valores o principios no son compartidos por el dueño del medio en el cual el periodista trabaja?

En periodismo muchas veces estás determinado por el tipo de medio en el que trabajas y por su propiedad, eso es real. Yo he sido afortunado en ese sentido, ya que trabajé durante doce años en el diario La Discusión, que es de propiedad de la Universidad de Concepción, a través del holding Octava Comunicaciones; y actualmente estoy en El Diario de Concepción que también es de la Universidad, junto a Copesa, que actúa como socio estratégico.

He sido afortunado porque he trabajado para un dueño que dice “Interprete en su trabajo los valores que yo tengo” y esos valores son el desarrollo libre del espíritu, la tolerancia, el respeto por la dignidad de las personas, la contribución a generar debates constructivos, entre otros. Editorialmente, la libertad de expresión no es un discurso, es un objetivo, es parte del trabajo que hay que hacer.

¿De qué forma valora, en el ejercicio del periodismo, las competencias adquiridas en su formación profesional?

Pertenecí a una generación textual, donde tuve profesores que venían de la prensa escrita y también tuve una sólida formación en comunicación, con profesores académicos como Carmen Gloria Donoso y Eugenio Oblitas, que son personas que han hecho Escuela.

Cuando egresé me sentí seguro, pero esa seguridad es fruto de dos cosas, por una parte está la formación profesional adquirida en la Universidad y por otro lado está la formación personal, como uno es y como uno se desenvuelve.

¿Siempre le llamó la atención trabajar en prensa?

No, de hecho nunca pensé que iba a trabajar en medios, me gustaba más el área de la comunicación y más específicamente la comunicación para el desarrollo de la comunidad. Eso me llevó a involucrarme, cuando estaba terminando la carrera, en un plan de desarrollo integral que guiaba la Universidad de Concepción en la comuna de El Carmen y consistía en una intervención en todas las áreas, donde todas las facultades convergían con sus distintas competencias.

Cuando fui aceptado para participar de esto y ya estaba instalado en Chillán, el programa se cerró, no se hizo más y quedé botado. Me quedé en la ciudad y fue así como llegué a La Discusión, preguntando si necesitaban un periodista, la respuesta tampoco fue inmediata y después de insistir varias veces me integré al equipo.

Y ahora, en El Diario de Concepción, ¿cuáles son sus desafíos como director?

Convertir a El Diario de Concepción en un periódico de influencia, con contenidos de calidad, pero que contribuya a generar un debate amplio, una conversación ciudadana donde todos los sectores estén incluidos. Y eso no es sólo una pretensión mía, es también una pretensión, y el deseo del dueño y eso es súper bueno que pase. Acá no hay vetos, aquí se interpreta la Universidad y la Universidad es tolerancia, amplitud, es libertad de mente y de expresión, es soñar.

¿En qué etapa está El Diario de Concepción?

Está en pleno crecimiento. El Diario ya dejó de gatear y está caminando, pero para correr, falta todavía.

Darío Cuéllar, estudiante en práctica

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