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  Nº 623 jueves 15 de mayo de 2008

 

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La fundación de la Universidad de Concepción

La excesiva facilidad con que hoy se puede crear una universidad bajo el amparo de la legislación vigente y al número tal vez excesivo de centros de educación superior existentes en el país y muy especialmente en esta ciudad, ha hecho olvidar a algunos y a ignorar a otros lo que significó la fundación de la Universidad de Concepción en su contexto histórico.

Esta Universidad, a diferencia a todas las demás universidades chilenas, nació de una manera muy singular, ajena a todo propósito mercantilista o ideológico.

Nuestro país pasaba por una de sus cíclicas etapas críticas de postración durante la segunda decena de años del siglo veinte. No había progresos relevantes. Después de las celebraciones del primer centenario de la Independencia Nacional, parecía que las voluntades cívicas se habían esfumado. Lejos estaban los jactanciosos ímpetus producidos por los triunfos de la Guerra del Pacífico. El país prácticamente se había paralizado en su afán progresista.

Resultó extraño entonces que una ciudad del sur, Concepción, reclamara en esos momentos el derecho a fundar una universidad fuera de la capital que, a fin de cuentas, resultaba ser una carga más del Estado de las muchas que tenía.

Pero esta aparente osadía, contraria al centralismo exasperante existente, no era un simple capricho. Había una larga historia que se remontaba hasta el siglo XVII cuando la antigua Concepción tuvo el privilegio otorgado por el Papa Gregorio XV de tener la llamada Universidad Pencopolitana que se mantuvo vigente por casi 20 años. La destrucción del antiguo emplazamiento de la ciudad motivado por aciagos terremotos y maremotos, y la expulsión posterior de los jesuitas del Reino de España dejó grabado en el inconsciente colectivo de esta región la necesidad de recuperar de la autoridad este especial privilegio perdido por causas fortuitas.

Ésa fue la consigna que se pasó de generación en generación en forma inalterable, especialmente cuando se inicia en Chile el régimen republicano, sea en el antiguo Seminario de Concepción como también en el Instituto Literario que le siguió desde 1823. Fueron varios los rectores que pidieron formalmente a los gobiernos de turno que se llevara adelante esta necesidad educacional.

Tendría así que llegar ese luminoso 23 de marzo de 1917 para que esta idea se cristalizara plenamente en esa especie de Cabildo Abierto citado por la I. Municipalidad de Concepción. En esa magna asamblea se congregaron en el salón edilicio las mentes más lúcidas y visionarias de la ciudad, lideradas por don Enrique Molina y Virginio Gómez. En esa oportunidad, en un arranque casi romántico de gran compromiso cívico y desdeñando el clima de apatía existente en el país, se comprometieron llevar a la realidad lo que a esas horas parecía casi imposible: torcerle la mano a la apatía nacional para llevar adelante, con el mayor de los esfuerzos y tenacidad comunitarios que se conocen por estos lados, uno de los hitos más importantes del desarrollo cultural emprendido por la provincia durante el siglo XX: instalar una Universidad y un Hospital Clínico.

Con esta empresa Concepción cambió radicalmente. De ser una metrópolis fundamentalmente agrícola y comercial se transformó plenamente en una ciudad universitaria. Después del 14 de mayo de 1920, fecha en que se oficializó la Personalidad Jurídica de esta Corporación, cualquier progreso y desarrollo ocurrido al sur de Chile ha estado inevitablemente asociado al designio que comentamos.

Miguel Da Costa Leiva

 

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