Extractos del discurso de Salvador Gálvez
en el 33 aniversario de la Universidad
Es este acto solemne en que se celebra el día de la Universidad y en que se entregan los premios a los mejores alumnos que han terminado sus estudios en 1956, se me ha pedido pronunciar un discurso. Grande honor par aun viejo servidor de la institución; pero no pudiendo hacer un discurso académico me voy a permitir contar, breve y sumariamente, cómo nació esta obra, hoy grandiosa para que las jóvenes generaciones puedan apreciar lo que se ha hecho, con los modestos recursos de que se ha dispuesto, en un plazo tan breve para la vida de una Universidad y les sirva de aliciente, más adelantes.
…Las actividades universitarias se iniciaron en una modesta casita de la calle Caupolicán 262, donde había una oficina, una sala de clases y los laboratorios se proyectaba instalarlos en la cocina.
El mejor laboratorio de la naciente universidad era el de química. Su primer material estaba formado por el que podía traer en mis bolsillos de la Escuela de Ingenieros de la Armada; Física no tenía nada, las clases se hacían en el Liceo de Hombres, y la Escuela Dental disponía de un viejo sillón de peluquería.
… La primera clase universitaria la hice yo a mediados de marzo (el 17): para solemnizarla asistió parte del directorio con su presidente y casi llenaron la pequeña sala de clases, quedando gran parte de los alumnos fuera de ella.
Como no había ayudantes, hizo de tal, en esta primera clase, don Edmundo Larenas, distinguido Notario de Concepción y hombre muy dedicado a la mineralogía. No había gas en la casa y una lamparilla de alcohol nos sacó de apuros.
La gran afluencia de alumnos casi nos llevó a un fracaso. La sala de clase y la casa eran muy pequeñas, había que pensar en otra. Don Augusto Rivera Parga, motor y alma de todos estos afanes y a quien tanto le debe la Universidad, resolvió el problema. Encontró una vieja casa en O’Higgins 850, abandonada por el Club Francés. Recuerdo que al entrar a una de sus piezas el piso se hundió.
Don Augusto Rivera transformó esa vieja casa en una Universidad, cada escuela tenía su sala de clase y su laboratorio.
Los recursos universitarios, formados por cuotas de los socios y personas de buena voluntad, algo de derechos de matrícula y donaciones o subvenciones municipales en la que Perquenco fue al que mejor cristalizó, sólo alcanzaban para pagar los profesores, a razón de $50 por cátedra, suma que destinábamos a pagar los ayudantes.
… El segundo año universitario fue más terrible que el primero. Hubo necesidad de contratar algunos profesores en Santiago y otras ciudades y lo más grave de todo, no había con qué pagarlos. Los conciertos, jiras a los pueblos sureños, etc., no daban resultados eficientes. Entonces comenzó a nacer la idea de hacer donaciones con sorteos, corriendo el peligro de caer en manos de la justicia.
Por suerte nada pasó y la Universidad siguió su marcha tranquila y con mayor entusiasmo.
… Llegamos al año 1956, año 37 de la Era Universitaria. Y nuestro Rector don Enrique Molina, alma y vida de nuestra universidad, por una grave dolencia no puede seguir ante su Universidad. Entonces el Claustro Pleno, por una gran mayoría elige a un nuevo Rector: Don David Stitchkin B. Hombre joven, dinámico, de gran cultura y preparación; gran universitario y gran inteligencia que desea seguir la marcha triunfal de la universidad.
… Y termino señoras y señores recordando que el año 1919 un grupo de dirigentes universitarios, profesores y alumnos visionarios encendieron la antorcha universitaria y siendo yo uno de ellos os piso a vosotros, exalumnos que formáis gran parte del H. Consejo y del H. Directorio y que la tenéis en lustras manos, y a vosotros jóvenes alumnos que la tomaréis más adelante , no olvidéis nuestro lema “por el desarrollo Libre del espíritu” , sin sectarismo, son banderas políticas, sólo mirando a alo alto de nuestra estrella solitaria, trabajéis porque siga la marcha triunfal de nuestra universidad.
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