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nro 593 Jueves 09 de noviembre de 2006

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Mauricio Ostria:
trayectoria notable y lealtad universitaria

Para el nuevo Profesor Emérito, enseñar literatura debiera ser enseñar a leer proponiendo repertorios flexibles de autores y obras.

“Enseñar literatura es educar para la libertad”. Con esa conferencia el académico del departamento de Español, Mauricio Ostria, agradeció su investidura como nuevo Profesor Emérito.

La tradicional ceremonia universitaria se realizó el martes 31 de octubre y en ella el decano de Humanidades y Arte, Patricio Oyaneder, reseñó la trayectoria académica y extraacadémica de Ostria, señalando que su prestigio floreció en un período muy fecundo del departamento de Español, “etapa en la cual el brillo del conjunto puede haber sido un estímulo en su tesón como académico”, dijo.

“Con todo, podemos afirmar que la distinción que la Universidad entrega hoy al profesor Ostria se fundamenta en una trayectoria notable que marchó unida a la lealtad con la Institución”.

Luego de la lectura del decreto que lo nombra Profesor Emérito y de la imposición de la medalla con la efigie de Enrique Molina, por parte del Rector Sergio Lavanchy y del secretario general Rodolfo Walter, Ostria ofreció su conferencia que transitó desde aspectos emotivos a otros más literarios, comenzando por agradecer a la Universidad que desde hace casi 32 años lo acoge “en este incomparable campus”.

Dedicando la distinción a “mis viejos maestros como el que me enseñó a leer en cortos tres meses” y a su madre “a quien le debo también las entrañables primeras lecturas”, recordó entre sus historias preferidas de infancia “El castillo de irás y no volverás” y los gloriosos “Había una vez...” y “Esteras y esteritas para secar peritas; esteras y esterones, para secar perones”.

Mencionando su vocaciónlatinoamericanistata que, dijo, se insinuaba a la par que su afición por la lectura y el ejercicio docente, se mostró convencido de que “la primera condición para enseñar literatura es ser lector, lo que significa vivir plenamente la experiencia de leer”.

Por ello criticó la ceguera de quien no se inmuta frente a la Iliada, Hamlet o los hermanos Karamazov, por ejemplo.

“No se puede seguir siendo el mismo después de padecer con poemas de César Vallejos, Miguel Hernández, León Felipe o Enrique Lihn. La lectura de obras literarias no sólo nos muda íntimamente, también cambia nuestra percepción del mundo. Definitivamente, el buen lector habita el Dublin de Joyce, la Granada de García Lorca, Comala, Macondo...”

Por ello concluyó mencionando que “la mejor preparación que puede tener un profesor de literatura es la familiaridad con los libros y las experiencias artísticas”.

   

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