Rosemarie Bornand Jarpa
Abogada especialista en derechos humanos
Me fascinó la Universidad, fui feliz en la Escuela de Derecho, encontré que respondía a todas mis expectativas. Provengo de una familia ilustrada, culta y sentía esa necesidad por la cultura. La U me respondió con creces, a través del teatro, la orquesta, el coro, la construcción de la Casa del Arte, entonces. Mi adaptación a la vida universitaria fue fácil y en lo académico fui una alumna que no quedaba con ramos para marzo.
Rosemarie Bornand Jarpa (casada, dos hijos) ha destacado en el campo de los derechos humanos desde hace tres décadas. Ha defendido a personas, participado en Consejos de Guerra y asesorado a los gobiernos de El Salvador y Guatemala. Ex alumna de Derecho(1962- 1966) es la jefa del área jurídica del Programa de Derechos Humanos del ministerio del Interior. Es la única mujer, entre un grupo de abogados, ex alumnos de nuestro plantel, que se han dedicado y sobresalido en este ámbito, a nivel nacional.
¿Cuál diría que es el motivo de esta conjunción de abogados?
La formación recibida en la Facultad. Entonces no se hablaba del tema específico, iba por el campo del derecho internacional, la declaración universal de los derechos humanos, las intervenciones militares en distintos países, como la de Estados Unidos en Grenada, de profesores que conocían bien el tema y nos abrían los ojos al mundo. La formación entregada por profesores como Rolando Peña y Manuel Sanhueza, que nos introducían en los derechos de las personas y los pueblos, al principio de la autodeterminación. Ahí se va forjando un sello, sin prever, lo que sucedería en nuestro país .
¿Cómo parte su compromiso con la defensa de los derechos humanos?
Una convicción profunda personal y religiosa, soy metodista. Me sentí responsable y que podía hacerlo, por no tener figuración ni política ni pública .Me acerqué al Comité Ecuménico de las Iglesias que formaron el Comité Pro Paz y me ofrecí como abogada. Empecé de inmediato a atender a personas perseguidas, ir a lugares de detención, presentar recursos de amparo, participar en Consejos de Guerra, hacer seguimiento a las causas judiciales. Pasé luego a la Vicaría de la Solidaridad y continué allí hasta su disolución.
¿Temió por usted?
Uno se siente vulnerable, es imposible no admitir una cuota de riesgo. Pero por otra parte está la convicción de ejercer mi profesión de la mejor manera, defendiendo a las personas cuyos derechos estaban vulnerados.
¿Su experiencia en el extranjero?
Terminada la Vicaría, Naciones Unidas me contrató para asesorías en Guatemala y El Salvador. En ambos países realicé un trabajo en Misiones de Paz, integral, nuevo para mí, en sociedades que emergían después de cruentas guerras y muchas víctimas. De regreso a Chile fui contratada por el programa del ministerio del Interior, sucesor de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig) y de la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación.
¿Tenemos un destino trágico como nación, y como continente, en materia de rupturas democráticas?
No. Yo creo que el destino lo hacen los pueblos. Lo que explica las rupturas, en general, son factores históricos, económicos, de estrategias mundiales. El ser humano se desarrolla para mejor. No tengo una visión pesimista de la humanidad.
Mónica Silva Andrade
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