El restaurador de arte Jerónimo Echeverría desarrolló la mayor parte de su profesión en Italia y actualmente se trasladó a España donde construye una maestranza artística y junto a su hermana Florencia restaura casas antiguas.
Hijo del curador de la Pinacoteca, Albino Echeverría, haber llegado a ser restaurador en Europa tiene una explicación fácil: “yo fui diseñado, desde niño, para esta profesión, en el sentido de que en mi familia todos han sido artesanos. Mi abuelo materno era mariscal herrador y el paterno carpintero de ribera, además de magnífico, maravilloso, ebanista. Por otra parte mi abuelo materno deseaba intensamente un artesano titulado y le hacía prometer a mi madre que yo lo sería”. El concepto de artesano al que se refería su abuelo era al de los artistas del Renacimiento: lograr el manejo completo de determinadas herramientas o determinados materiales.
“Además siempre mi padre ha tenido taller y siempre he sentido un gran placer en trabajar con él”. Y mientras conversa, se refiere reiteradamente tanto a su padre como a su madre, sin la cual, asegura, no podría haber sobrevivido toda la “banda”, el grupo de amigos y artistas, que rondaban la casa de Heras, su lugar de infancia.
Al dejar el liceo decidió ser artista libre y fue ahí donde se inició el periplo. Primero a Santiago a trabajar con su tío Hugo Pereira, destacado ceramista, luego a la Escuela Nacional de Artesanos.
Más tarde vino la necesidad de salir de Chile y se fue a Siena, Italia. De estar 3 años estudiando técnicas de decoración antigua en esa ciudad, pasó a trabajar de aprendiz en una prestigiosa empresa de restauración.
Con su pareja de ese entonces, una “talladora de piedra excepcional”, aprendió esa técnica abriendo sus horizontes de ceramista, su profesión original.
En Italia los talladores son profesionales de gran importancia, ya que como ciudad medieval la piedra es uno de los materiales presentes en todos los aspectos de la vida. De tal modo, Jerónimo trabajó 4 años en la fábrica La Serena, encargada de tallar todas las calles de esa ciudad y, al mismo tiempo, realizó una suerte de “sobreespecialización” en Química del muro, en el Instituto de Ciencia Religiosa del Seminario Pontificio de Siena.
Luego de trabajar en la prestigiosa empresa Arsmarmi, de la misma ciudad italiana, decidió que llegar al cúlmine de lo que podía ser un restaurador no era suficiente.
Después de cerca de 20 años de trabajo sin parar en un oficio que para él era natural (“siempre en mi familia ha existido un taller de arte, así que no es ningún mérito que yo me haya desenvuelto tan bien en esto”), junto a su hermana Florencia se fue a España donde creó la empresa Abadsia, de restauración de casas antiguas, ubicada en un “pueblo encantado” a 45 kms. de Madrid: Orusco de Tajuña.
Con toda esta trayectoria, para Jerónimo dictar este seminario también fue algo natural para él. “Esto de la tecnología del arte parece una cosa muy escasa. Esta aparente libertad que hemos ganado al no tener que preparar nuestros propios materiales, la hemos perdido al no saber qué estamos comprando. El hecho de conocer estas técnicas antiguas y al aplicar las técnicas modernas, hemos recuperado nuestra libertad. Es un nuevo tipo de libertad. Nada impide usar una técnica renacentista a un precio barato. La tecnología del arte es fundamental para los artistas de hoy”.