Dos postulantes al sillón de Enrique Molina Garmendia
Octavio Enríquez

-¿Cuáles son sus motivaciones y fortalezas para ser rector?
Es una decisión completamente libre y personal, fundada en mi visión del pasado, presente y futuro de la Universidad. La vida universitaria ha sido el eje central de mi actividad profesional, la que se ha visto enriquecida por el ejercicio de funciones directivas en los últimos 15 años -fue director de posgrado de la facultad de Medicina, su vicedecano por 7 años, y ahora cumple con su tercer período en el decanato de la misma- y por cumplir un segundo periodo como presidente del Consejo de Decanos de las Facultades de Medicina de Chile.
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-¿Bajo su visión, cómo se inserta la Universidad en el contexto nacional?
La Universidad ha contribuido al desarrollo nacional y regional a través de su quehacer y todos hemos aportado. En los últimos 15 años se ha configurado un contexto para la educación superior chilena, mucho más demandante, exigente, y competitivo. En ese escenario, en que la educación superior recobra una centralidad, no podemos quedarnos en la autocomplacencia.
Nuestra Universidad nace para constituirse desde las regiones en un referente nacional, en lo que yo llamo “faro iluminador de la sociedad”, y desde ese punto de vista tenemos la obligación de marcar p ermanentemente presencia en un país que es brutalmente centralista.
Creo que en materia de posicionamiento podemos hacerlo mucho mejor. La universidad, he dicho y lo reitero, puede y debe ser más en todas sus áreas y funciones.
En sus visitas ha planteado que bajo su rectoría se instaurará una cultura de “diálogo y discusión permanente”. ¿Cómo piensa llevar a cabo esta idea?
Creo fundamental superar la cultura del individualismo y aislamiento. La participación es necesaria para enfrentar los grandes desafíos del país, de la Universidad, y de las cosas propias de nuestro quehacer. Me parece que esto en nuestra institución todavía no es suficiente. El desafío es generar, participativamente, la adhesión e identidad de todos con un gran proyecto institucional.
-¿Cuáles son los aspectos centrales que le preocupan como candidato?
Entre las áreas en las que propongo una delicada reestructuración, están las de Docencia, Investigación y Posgrado. He planteado que para ser competitivo y exitoso hay que asegurar un alto nivel de calidad y pertinencia social en nuestros programas. El 40% de las carreras sólo cuentan con 4 o menos años de acreditación. Esto nos debe mover a instaurar una cultura de autoevaluación permanente. Otros indicadores oficiales cimentan mis propuestas en el área de pregrado, son las altas tasas de deserción en todas las cohortes de alumnos y el bajo rendimiento académico en un porcentaje significativo de los estudiantes.
A mi modo de ver, éstos son indicadores para una evaluación permanente y para orientar los cambios y modernización que esta área requiere con urgencia.
¿Cuáles son las propuestas concretas en estas áreas?
En primer lugar, ampliar y diversificar sus estructuras. Hay avances sectoriales, pero mi interés es que haya una planificación general para la Universidad. En la dirección de Docencia se requiere la creación de unidades de investigación educacional, acreditación y evaluación continua de procesos, para asegurar calidad, y asumir un rol más activo en la facilitación del trabajo en las carreras y facultades.
Para Enríquez, la investigación y el posgrado son el sello distintivo de las universidades completas y complejas. Indica que en los últimos años el posgrado ha crecido cuantitativamente y que podemos constatar igualmente una mayor producción científica. Su preocupación es la calidad y que ésta sea sustentable en el tiempo, “Creo que la Escuela de Graduados debe pasar de cumplir un rol principalmente administrador, a constituirse en un organismo que permita apoyar de manera más amplia, extensa y permanente los programas. Una de mis propuestas es un Consejo de Graduados, que apunte a asegurar calidad. En investigación científica todavía estamos lejos de las dos universidades metropolitanas. Mi decisión es trabajar para aumentar la masa crítica de investigadores, incorporando a los jóvenes académicos más talentosos. La renovación será apoyada mediante la creación de un fondo para proyectos de inserción. También se creará un fondo de inversiones para la renovación de equipamiento mayor para la investigación.”
-A su juicio ¿qué debilidades presenta la Universidad?
Nuestro perfil de Universidad humanista y comprometida con el desarrollo nos obliga a buscar armonía en el desarrollo de las áreas y a una fuerte vinculación con el entorno. Hoy, la visibilidad y presencia de nuestra Universidad no es suficiente. Tenemos que estar presentes en el debate nacional de todos los temas y no sólo en algunos. Ser un referente obligado de opinión en el país.
-Usted ha señalado que existen temas institucionales pendientes ¿cuáles son y cuáles sus propuestas para mejorarlos?
Siento que está pendiente el afinar y mejorar los instrumentos y procedimientos con los que reconocemos el mérito académico en la Universidad. Mi propuesta es sincerar los procesos. Si queremos estimular el mérito en la investigación, hagámoslo y denominémoslo así.
Adicionalmente, debemos reconocer a los académicos que laboran exclusivamente en la Universidad a través de una asignación de dedicación exclusiva. En todo caso, en el otorgamiento de estas asignaciones será requisito indispensable la excelencia académica.
Nuestra prioridad la constituirá la asignación de los recursos para la carrera académica. Al respecto, he insistido en que existe una inequidad en la forma en que se distribuye el presupuesto para los ascensos entre las diferentes facultades. Este procedimiento se determinó hace años atrás, con muy buenas intenciones, pero en concreto significa que hay facultades que reciben 2 o 3 veces más presupuesto para estos fines por DNE equivalente. En mi opinión éste debería distribuirse en proporción directa al tamaño de la planta académica de cada facultad. El tamaño de esta planta debe ser evaluado periódicamente, contrastándola con la calidad de la productividad académica en cada facultad.
En la dimensión financiera corporativa, el decano reconoce el mejoramiento del déficit operacional de la actividad universitaria y el hecho que, por primera vez el año 2004, se haya obtenido un estado de resultados positivo de la corporación. Sin embargo, indica, “no podemos afirmar que la delicada situación financiera de la Corporación esté superada. En este sentido, llama a preocupación que los pasivos de la Corporación han aumentado de aproximadamente 22.000 millones de pesos, en 1998, a más de $84.000 millones en diciembre de 2004 (balances auditados) y que la relación deuda/patrimonio aumentó en el mismo periodo de 0,57 a un valor de 1,43. Lo anterior nos obliga a una planificación rigurosa de largo plazo, para hacer posibles diferentes proyectos institucionales y un plan de mejoramiento gradual de las condiciones de trabajo de los funcionarios universitarios“.
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