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Demócrito:
de átomos y educación
En
uno de sus libros, el prestigioso físico norteamericano
Richard P. Feynman (1918-1988, premio Nobel de Física
en 1965), entrega la siguiente reflexión: “Si,
producto de un gran cataclismo, todo el conocimiento
científico fuera destruido y nos viéramos
obligados a transmitir una sola frase a las generaciones
futuras, ¿qué frase concentraría
la mayor cantidad de información en unas pocas
palabras? Yo creo –dice Feynman- que tal frase
sería que todas las cosas están formadas
por átomos, i.e., pequeñas partículas
de 1 ó 2 cm de radio, en constante movimiento,
que se atraen entre sí a distancias moderadas,
pero que se repelen cuando están muy cercanas”.
No cabe duda que la teoría atómica es uno
de los pilares fundamentales de la ciencia y técnica
contemporáneas. La explicación, predicción
y alteración de un gran número de propiedades
de la materia se fundamentan en un correcto entendimiento
del comportamiento de los átomos y sus interacciones.
Así, el modelo atómico es un tema ineludible
en la formación de todo estudiante que curse las
llamadas “ciencias duras”.
Comúnmente, la exposición de la teoría
atómica se inicia citando a Demócrito de
Abdera (460-370 A.C.) quién, siguiendo a su maestro
Leucipo, introdujo el término átomo (a-tomos:
ausencia de partes) y cuyo registro ha quedado plasmado
en uno de sus escritos: “Por convención,
el color; por convención, lo dulce; por convención,
lo amargo; pero en realidad átomos y vacío”.
Sin embargo, resulta muy interesante indagar en otros
escritos de este sabio griego que han sobrevivido al
tiempo y la persecución. Por ejemplo, hay un fragmento
en que se dirige a la diosa de la sabiduría “Atenea...
son tres las consecuencias que se derivan de tener buen
juicio: calcular bien, hablar bien y actuar como es debido”. ¿Cuál
sería una traducción moderna de este pensamiento?
En primer lugar, el buen juicio vendría a ser
lo que hoy llamamos una buena educación. Sin un
buen juicio, el hombre seguiría siendo un bárbaro.
Continuando
con Demócrito, una buena educación
deriva en tres aspectos: poseer un razonamiento lógico
y crítico (calcular bien), ser capaz de expresar
claramente las ideas en forma oral y escrita (hablar
bien) y ser una persona moralmente correcta, tanto en
el ámbito profesional como social en general (actuar
como es debido).
En una época de tan profundos cambios culturales
como la que nos toca vivir, es importante que una Universidad
como la nuestra ayude a nuestros jóvenes a que
en la obtención de una profesión también
se eduquen.
Somos
una institución privilegiada
en este sentido, contamos con un abanico de disciplinas
y expresiones culturales de las cuales otras instituciones
de educación superior carecen. Son numerosas las
oportunidades en que, por medio de la docencia diaria,
podemos colaborar en la formación de las nuevas
generaciones, sin recetas, sin sermones, en diálogo
respetuoso. Renunciar a esta tarea sería desconocer
el valor intrínseco de una universidad. Dr. Adelio R. Matamala
Facultad de Ciencias Químicas
Universidad de Concepción
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