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nro 575  Viernes 16 de diciembre de 2005

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Demócrito: de átomos y educación

En uno de sus libros, el prestigioso físico norteamericano Richard P. Feynman (1918-1988, premio Nobel de Física en 1965), entrega la siguiente reflexión: “Si, producto de un gran cataclismo, todo el conocimiento científico fuera destruido y nos viéramos obligados a transmitir una sola frase a las generaciones futuras, ¿qué frase concentraría la mayor cantidad de información en unas pocas palabras? Yo creo –dice Feynman- que tal frase sería que todas las cosas están formadas por átomos, i.e., pequeñas partículas de 1 ó 2 cm de radio, en constante movimiento, que se atraen entre sí a distancias moderadas, pero que se repelen cuando están muy cercanas”.

No cabe duda que la teoría atómica es uno de los pilares fundamentales de la ciencia y técnica contemporáneas. La explicación, predicción y alteración de un gran número de propiedades de la materia se fundamentan en un correcto entendimiento del comportamiento de los átomos y sus interacciones. Así, el modelo atómico es un tema ineludible en la formación de todo estudiante que curse las llamadas “ciencias duras”.

Comúnmente, la exposición de la teoría atómica se inicia citando a Demócrito de Abdera (460-370 A.C.) quién, siguiendo a su maestro Leucipo, introdujo el término átomo (a-tomos: ausencia de partes) y cuyo registro ha quedado plasmado en uno de sus escritos: “Por convención, el color; por convención, lo dulce; por convención, lo amargo; pero en realidad átomos y vacío”. Sin embargo, resulta muy interesante indagar en otros escritos de este sabio griego que han sobrevivido al tiempo y la persecución. Por ejemplo, hay un fragmento en que se dirige a la diosa de la sabiduría “Atenea... son tres las consecuencias que se derivan de tener buen juicio: calcular bien, hablar bien y actuar como es debido”. ¿Cuál sería una traducción moderna de este pensamiento? En primer lugar, el buen juicio vendría a ser lo que hoy llamamos una buena educación. Sin un buen juicio, el hombre seguiría siendo un bárbaro.

Continuando con Demócrito, una buena educación deriva en tres aspectos: poseer un razonamiento lógico y crítico (calcular bien), ser capaz de expresar claramente las ideas en forma oral y escrita (hablar bien) y ser una persona moralmente correcta, tanto en el ámbito profesional como social en general (actuar como es debido).

En una época de tan profundos cambios culturales como la que nos toca vivir, es importante que una Universidad como la nuestra ayude a nuestros jóvenes a que en la obtención de una profesión también se eduquen.

Somos una institución privilegiada en este sentido, contamos con un abanico de disciplinas y expresiones culturales de las cuales otras instituciones de educación superior carecen. Son numerosas las oportunidades en que, por medio de la docencia diaria, podemos colaborar en la formación de las nuevas generaciones, sin recetas, sin sermones, en diálogo respetuoso. Renunciar a esta tarea sería desconocer el valor intrínseco de una universidad.

Dr. Adelio R. Matamala
Facultad de Ciencias Químicas
Universidad de Concepción

   

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