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Zinnia
Ramírez
El
mundo del arte generoso
Su
gigantesca escultura Mandala estuvo en la terna de
los premios Altazor y, aunque lo ganó Federico
Assler, Zinnia Ramírez Taylor, su autora, licenciada
en Arte de la Universidad de Concepción, se
siente orgullosa por la sola nominación.
La
creación escultórica formó parte
de la exposición Materia+Espíritu. Con
su altura de 4 metros por delante y por detrás
de elementos naturales, aborda la ocupación del
espacio, la conquista de los sentidos y formula un replanteamiento
de la espiritualidad contemporánea, temas todos
que apasionan a la artista nacida en Valparaíso,
pero que por ser hija de marino llegó a vivir
a Talcahuano y a estudiar en Concepción.
Casada con el traumatólogo Francisco Capponi,
quien estudió Medicina también en nuestro
plantel, tienen dos hijos adolescentes.
¿Por
qué se decide estudiar arte?
Ingresé a Biología, pero luego pasé a
Licenciatura en Arte con mención en Pintura. Mi
vida en distintas ciudades de Chile me mantuvo cerca
siempre de la naturaleza, viviendo al lado de la playa,
cerca de un cerro. Me formé en un mundo muy sutil,
de cosas muy pequeñas y eso me fue acercando al
arte, a su lenguaje. Mi época de estudiante fue
compleja por los tiempos que se vivían, pocos
propicios, no sólo para el arte sino que para
la carrera universitaria. De repente sentía que
no sabía qué hacer con nosotros.
¿
Siente que se hizo un nombre el mundo artístico
de Santiago?
Yo participo en muchas actividades, soy muy constante,
no sólo creo, sino que estudio, investigo, hago
clases, me encuentro con niños, doy charlas en
las exposiciones; en realidad siento que el mundo del
arte es muy generoso y yo me he hecho un espacio.
-Las grandes esculturas, las instalaciones son
llamativas, pero los artistas definitivamente
no pueden vivir
de ellas. ¿Cómo lo hace?
Bueno yo vivo gracias a mi marido, pero por otra
parte, éstas
están llamadas para los grandes espacios urbanos,
para embellecer entornos, allí tienen una finalidad.
Mandala, por ejemplo, la quiso comprar un museo, pero
yo siento que ella debe estar primero muy expuesta para
que la vea mucha gente y luego se verá.
-Usted se manifiesta principalmente por los
elementos naturales ¿En la naturaleza está todo?
La naturaleza es nuestra casa, no el patio
trasero, y por eso nos hemos agrupado artistas
que coincidimos
en
el postulado que ésta es un gran signo, un símbolo
que devela un gran lenguaje universal; con principios
que se confunden con el arte, puntos, líneas,
círculos. Por eso yo trabajo con la idea de los
mandalas, la cruz del sur. Nuestra sociedad tiende a
complejizarlo todo, cuando en la naturaleza, en lo originario,
está todo y es mucho más sencillo. Por
eso admiro y he estudiado a los mapuches, por su enorme
capacidad de entender, respetar e insertarse en la naturaleza.
En cuanto a los materiales, ella nos los provee, todos
de una gran visualidad, bronce, cerámica, papeles
hechos a mano. Las fibras plásticas no me incentivan
como sí lo hacen éstos otros.
¿Cómo fue su experiencia con el carbón en
Alemania?
Hace un par de años atrás fuimos a Bochun,
una zona minera e industrial, donde se hizo un circuito
de museos en industrias que ya no funcionan y donde pudimos
hacer intervenciones. Antes habíamos estado en
Lota en esa misma mirada. Con un curador y un artista
en pareja. Creo que allí se podría replicar
la experiencia alemana considerando que necesita incentivos
para salir adelante
¿Quiénes ayudaron a conformar su visión
plástica en la Universidad? Me refiero a profesores.
Tole Peralta me encantaba; Pedro
Millar, Enrique Ordóñez,
de quien fui ayudante; Eduardo Meissner, Sigfried Polhard.
Es lo que tienen de bueno las escuelas universitarias,
que te contactan con los creadores, los artistas. Sirve
mucho ir a la Universidad. Los que podemos hacerlo somos
unos privilegiados y quienes están ahora allí deben
aprovechar ese espacio y tiempo maravilloso de estudio,
reflexión y creación. Mónica
Silva Andrade |
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