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nro 559  Jueves 16 de junio de 2005

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Zinnia Ramírez
El mundo del arte generoso

Su gigantesca escultura Mandala estuvo en la terna de los premios Altazor y, aunque lo ganó Federico Assler, Zinnia Ramírez Taylor, su autora, licenciada en Arte de la Universidad de Concepción, se siente orgullosa por la sola nominación.

La creación escultórica formó parte de la exposición Materia+Espíritu. Con su altura de 4 metros por delante y por detrás de elementos naturales, aborda la ocupación del espacio, la conquista de los sentidos y formula un replanteamiento de la espiritualidad contemporánea, temas todos que apasionan a la artista nacida en Valparaíso, pero que por ser hija de marino llegó a vivir a Talcahuano y a estudiar en Concepción.
Casada con el traumatólogo Francisco Capponi, quien estudió Medicina también en nuestro plantel, tienen dos hijos adolescentes.

¿Por qué se decide estudiar arte?

Ingresé a Biología, pero luego pasé a Licenciatura en Arte con mención en Pintura. Mi vida en distintas ciudades de Chile me mantuvo cerca siempre de la naturaleza, viviendo al lado de la playa, cerca de un cerro. Me formé en un mundo muy sutil, de cosas muy pequeñas y eso me fue acercando al arte, a su lenguaje. Mi época de estudiante fue compleja por los tiempos que se vivían, pocos propicios, no sólo para el arte sino que para la carrera universitaria. De repente sentía que no sabía qué hacer con nosotros.

¿ Siente que se hizo un nombre el mundo artístico de Santiago?

Yo participo en muchas actividades, soy muy constante, no sólo creo, sino que estudio, investigo, hago clases, me encuentro con niños, doy charlas en las exposiciones; en realidad siento que el mundo del arte es muy generoso y yo me he hecho un espacio.

-Las grandes esculturas, las instalaciones son llamativas, pero los artistas definitivamente no pueden vivir de ellas. ¿Cómo lo hace?

Bueno yo vivo gracias a mi marido, pero por otra parte, éstas están llamadas para los grandes espacios urbanos, para embellecer entornos, allí tienen una finalidad. Mandala, por ejemplo, la quiso comprar un museo, pero yo siento que ella debe estar primero muy expuesta para que la vea mucha gente y luego se verá.

-Usted se manifiesta principalmente por los elementos naturales ¿En la naturaleza está todo?

La naturaleza es nuestra casa, no el patio trasero, y por eso nos hemos agrupado artistas que coincidimos en el postulado que ésta es un gran signo, un símbolo que devela un gran lenguaje universal; con principios que se confunden con el arte, puntos, líneas, círculos. Por eso yo trabajo con la idea de los mandalas, la cruz del sur. Nuestra sociedad tiende a complejizarlo todo, cuando en la naturaleza, en lo originario, está todo y es mucho más sencillo. Por eso admiro y he estudiado a los mapuches, por su enorme capacidad de entender, respetar e insertarse en la naturaleza. En cuanto a los materiales, ella nos los provee, todos de una gran visualidad, bronce, cerámica, papeles hechos a mano. Las fibras plásticas no me incentivan como sí lo hacen éstos otros.

¿Cómo fue su experiencia con el carbón en Alemania?

Hace un par de años atrás fuimos a Bochun, una zona minera e industrial, donde se hizo un circuito de museos en industrias que ya no funcionan y donde pudimos hacer intervenciones. Antes habíamos estado en Lota en esa misma mirada. Con un curador y un artista en pareja. Creo que allí se podría replicar la experiencia alemana considerando que necesita incentivos para salir adelante

¿Quiénes ayudaron a conformar su visión plástica en la Universidad? Me refiero a profesores.

Tole Peralta me encantaba; Pedro Millar, Enrique Ordóñez, de quien fui ayudante; Eduardo Meissner, Sigfried Polhard. Es lo que tienen de bueno las escuelas universitarias, que te contactan con los creadores, los artistas. Sirve mucho ir a la Universidad. Los que podemos hacerlo somos unos privilegiados y quienes están ahora allí deben aprovechar ese espacio y tiempo maravilloso de estudio, reflexión y creación.

Mónica Silva Andrade

   
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