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Crítica
y festiva ópera de Mozart,
es nueva
producción local
Pese
a poseer pocas dificultades técnicas, el rol
del Conde Almaviva es un gran desafío para el
barítono argentino Luciano Garay. Del punto
de vista vocal, es cansador ya que canta casi toda
la ópera (cerca de 3 horas) y además
debe sostener durante casi todo ese período
la tensión de seducir a Susana. Para ese papel
se necesita un sonido viril que permita construir a
este interesante personaje, tanto en lo teatral como
en lo musical.
El Conde Almaviva es el patrón del joven sirviente
Fígaro, quien está realizando preparativos
para casarse con Susana, a quien el personaje de Garay
quiere seducir ejerciendo el antiguo y desaparecido derecho
medieval de la “primae noctis”, en la que
el señor feudal podía pasar la primera
noche con las esposas de sus vasallos. En ese punto se
centra la divertida trama de Las bodas de Fígaro, ópera
en cuatro actos con música de Mozart y texto de
Lorenzo Da Ponte, basada en la segunda parte de la trilogía
creada por Beaumarchais sobre el personaje de Fígaro.
Aunque es continuación de los hechos narrados
en El barbero de Sevilla, como obra teatral es mucho
más compleja y crítica, aunque con un tono
más festivo que dramático. El montaje de la ópera es completamente de producción
local, a cargo de la Orquesta Sinfónica y el Coro
de la Universidad, junto a los solistas Emanuela Tesch,
Rodrigo Navarrete, María Lujan, Luciano Garay,
Sherezade Perdomo, Igor Concha, Exequiel Pardo, Carola
Hormazábal, Sergio Gómez, Isaac Verdugo
y Sarvia Navarrete.
Para Garay, quien el año pasado participó en
Madama Butterfly, una producción de este tipo
es interesante. “La mayor diferencia entre una
producción de un teatro lírico tradicional
y una regional, es que en estas últimas se toman
las cosas más en serio, con un mayor compromiso
personal”.
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