Educar, una misión social

Nietos y bisnietos de Enrique Molina Garmendia escuchan de parte del vicerrector de Asuntos Económicos y Administrativos, Alberto Larraín, una semblanza de su antepasado.

Para conmemorar los 40 años de la muerte del rector Enrique Molina Garmendia, las autoridades universitarias concurrieron hasta su mausoleo en el Cementerio General el lunes pasado. En la ocasión, estaban presentes los nietos Raúl y Enrique Molina, y sus respectivas esposas, junto a Enrique Molina Lizama, bisnieto y alumno de Ingeniería.

Alberto Larraín, vicerrector de Asuntos Económicos y Administrativos, se refirió a aspectos poco conocidos de la vida de Molina. “Tendemos a recordar a Enrique Molina de los últimos años; pero no, por ejemplo, al joven maestro de 25 años”, dijo.

Larraín narró las inesperadas circunstancias por las cuales llegó a formarse como educador, cuando no era otro su propósito que cumplir los deseos de su padre y recibirse de abogado. “Fue, como él mismo relata, un amigo de diversiones, en un conocido salón de billar de la capital, que le contó sobre la apertura del Instituto Pedagógico en, 1889”.

Al joven le tentaron las garantías asociadas que le llevaron a postular más por conveniencia que por vocación.

Las consecuencias de su paso por el Pedagógico se hicieron notar en la fructífera vida intelectual, y académica que llevó adelante y que se reflejó en su vasta labor en nuestra casa de estudios.

Lo cierto, fue, dijo Larraín, que la creación del Instituto Pedagógico le abre al joven don Enrique la oportunidad inicial única de tomar un camino en que nunca antes había pensado. Como él mismo dice: “arraigó en mí la idea de que Chile necesita más profesores que abogados y educar se me presentó como una misión social”.

Concluida la presentación, el rector Lavanchy invitó a un minuto de silencio y reflexión, y posteriormente se colocó una ofrenda floral.