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nro 498   Jueves 15 de octubre de 2003

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José Fernández
Un verso, una imagen

Egresado de Arte, formó parte de una interesante generación de artistas que allá por mediados de los 80 formaron el grupo Grisalla. Desde aquella experiencia colectiva, que José Fernández Covich (43 años) rescata en todas sus partes, trabaja en solitario, con exposiciones colectivas tanto en nuestro país como en el extranjero.

En sus obras están presentes aquellos motivos que marcaron su infancia rural, diversos animales, tratados con amor e ironía; seres humanos itinerantes que no tienen claro su destino, y el circo, sus personajes, una presencia frecuente en su San Antonio natal, donde vive y trabaja.

Reconoce la importancia de la Universidad, la academia, el aprendizaje. Señala que Arte es una estupenda escuela, cuya calidad se mantiene, en los profesores y en sus egresados. Allí vivió la experiencia significativa de completar las horas de universidad con horas de taller que los profesores abrían con generosidad, como Iván Contreras, Jaime Fica, Eduardo Meissner, Edgardo Neira, María Eliana Vivanco, Claudio Romo, entre otros.

-¿Cómo llega a la U. de Concepción?

-Después de recorrer otros caminos. Estudié Historia en la Usach, después Leyes en la Católica de Valparaíso hasta que finalmente llegué a Arte a Concepción, con una idea clara: quería ser artista, no profesor y eso resultó un tanto complicado, porque para mí eran los ramos de taller los favoritos, pero también tenía la carga de saber que la pintura no te permite ganarte los porotos y hay que dedicarse a la pedagogía. Mi hermano Rodrigo es un claro ejemplo. Estudió Arte, pinta, pero sobre todo hoy es profesor de Artes Plásticas en San Antonio.


-Ha tenido éxitos importantes, como los poemas de Neruda. Recuerde esa historia.

Soy un sobreviviente pictórico. He logrado sobrevivir de mi pintura. Soy de la resistencia artística. He sido becario de Amigos del Arte, en dos ocasiones. El 91 y el 93. Y fue esta entidad quien me invitó a participar en una gran convocatoria del Instituto Tamarindo de Alburquerque, Nueva México, Estados Unidos, para seleccionar grabadores latinoamericanos que plasmáramos en nuestras obras versos de Pablo Neruda. Trabajar allí, como yo lo hice, es una experiencia alucinante, por la cantidad y modernidad de los elementos que se colocan a favor del artista y de su proceso creativo.

-¿En cuál de sus versos encontró la inspiración?

-Entre la gran cantidad de participantes fui seleccionado, como artista único para representar a Chile, junto a artistas de Uruguay, Bolivia, Colombia, Venezuela, República Dominicana, Ecuador, Paraguay y Argentina. Mi litografía Ebrio de trementina y largos besos está inspirada en Veinte Poemas de Amor y una canción Desesperada. Trabajé escuchando poesías, una amiga me las leía, y así fue como algunas no me decían nada, otras en cambio me suscitaban una imagen, de inmediato. En ebrio de trementina... pude incluso oler ese verso.

-¿Cómo se realizaron las obras?

-Las obras fueron realizadas, entre los años 1995 y 1996, sobre piedras litográficas o planchas de aluminio y fueron impresas sobre una gran variedad de papeles occidentales y orientales. Dieron lugar más tarde a una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo.

-¿Cómo fue la experiencia de exponer individualmente en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción?

-Fue un retorno a casa, volver a un lugar del cual nunca me he ido. La gente de la Escuela de Arte fue una gran familia para mí. Es un lugar humano, súper humano. Hice en aquel 2001 muchas cosas como por ejemplo unas sillas escultóricas, óleos y grabados.

-Lo que habla de su multiplicidad en las formas de expresión.

-Es que esa es la gracia lo decía Picasso. Eso era lo importante. Algunas técnicas con otras, mezclar, retraolimentar. Ahí es como surgen cosas que valen la pena. Hay una mirada más lúdica, no tan severa y encasillada.

-No es taquillero, vive más bien aislado ¿eso le influye?

-Después de haber estado trabajando en Nueva México, me pegué una vuelta a Nueva York. Me gustó lo que vi, galerías específicas, una democracia artística, donde nadie tiene el monopolio de la creación. Es el arte para todos, de todo para todos. Al que no le gusta una cosa encuentra otra en otra parte. Eso impide que haya disidentes, que los artistas claudiquen en pos de aquello que oficialmente se debe hacer, como sucede en nuestro país. Yo quiero mantenerme sin claudicaciones. Me contacto con los circuitos formales cuando es necesario.

Mónica Silva Andrade

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