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nro 486   Jueves 26 de junio de 2003

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Eduardo Vásquez
Lo que ahora sé lo aprendí en la U

El subdirector del Instituto Chileno Británico de Cultura, sede Las Condes, Eduardo Vásquez Cantillano (33, casado, un hijo) es un porteño de Valparaíso, quien tras unas vacaciones en Concepción se interesó en estudiar en la Universidad "Mi acercamiento fue geográfico y visual más que académico", admite.


Licenciado en Educación con mención en Inglés, no se imaginaba ejerciendo la docencia, pese a que cuando pequeño, con su hermano mellizo, jugaba preferentemente al profesor y al alumno. Su dedicación desde un primer instante lo tiene satisfecho, más aún en el contexto de un país que aspira a ser bilingüe.

Casado con su colega y también profesional de la Universidad, Lidy Olea, ambos son una demostración elocuente de la importancia que la Universidad le ha otorgado, desde siempre, a las pedagogías. Es lo que les ha permitido a ambos moverse con soltura en Santiago.

¿Qué tal resultó su experiencia como alumno?

Llegué en 1988 y todo lo que sé ahora lo aprendí allí. Fue una formación sólida tanto en la enseñanza del idioma mismo, como en los conocimientos de la profesión. Las profesoras fueron de un alto nivel. Recuerdo a Nora Roca, en gramática: Teresa Espinoza, con quien aprendí mucho lenguaje; Juanita Magaña, en Fonética. En los ramos técnicos de pedagogía resultó fundamental Hortensia Valderrama, capaz de marcar con su estilo, con su metodología de la enseñanza. Me sentí muy bien de alumno y mi complicación fue literatura inglesa.

¿Dónde inicia su desempeño profesional?

-Hice la práctica profesional en el Kingston College, de eso hace ya una década. Luego, me integré al Instituto Chileno Británico de Cultura de Concepción, experiencia que resultó clave para fortalecer la formación que yo traía. Estaba trabajando cuando me informaron de un aviso en el diario donde se necesitaba un profesor de inglés para un colegio de Santiago. Postulé y quedé. Era el Colegio Cumbres, donde aún tengo unas horas de clases. Es un colegio que le da importancia fundamental a la segunda lengua, con diez horas semanales de clases. Mis inicios no fueron fáciles porque los niveles de exigencia son muy altos, pero después uno ya se acostumbra. Me he ganado un respeto.

¿Cómo llega al Instituto Británico en Santiago?
-Traía una carta de recomendación del Instituto en Concepción que, modestia aparte, no fue necesario usarla, porque todos los años se convoca a un seminario de inducción con quienes presentan sus curriculum. Aquí fui seleccionado en marzo de 1995. Me integré de a poco y luego fui seleccionado en un viaje que el Instituto ofrece a un profesor para una estada en Inglaterra. Estuve en la Universidad de Kent, en Canterbury. Fue una experiencia importante. De regreso me involucré en nuevas áreas como ser uno de los examinadores de la Universidad de Cambridge en Chile. Me convertí en director asistente, invitado por la directora Adriana Pineda, a partir de enero de 1999, en un cargo que fue creado especialmente dada la brusca expansión del Instituto en Las Condes, donde hoy estudian más de 500 personas.

Tiene una profesión muy adecuada en un tiempo donde uno de los proyectos educativos es hacer que los chilenos seamos bilingües. ¿Lo cree factible?

-Es un proyecto central de presente y de futuro para un país como el nuestro donde las posibilidades de salir al mundo, de contacto, no son sólo en lo comercial, son amplias. Lo creo factible y de hecho en el Instituto, por ejemplo, ofrecemos formación a profesores de establecimientos municipalizados, donde se incentiva el uso del inglés en situaciones cotidianas. En general, los cursos que ofrecemos tienen diferentes objetivos, pero pretenden que las personas funcionen con el inglés, en una experiencia de viajes, en un entorno de negocios, de recibir visitas extranjeras, etc.

¿Es un lugar común decir que mientras más pequeño se aprende mejor?

-Como en muchas cosas, mientras más pequeños se expone al idioma más fácil es después. Nuestro hijo de dos años y medio, sabe obedecer órdenes en inglés con absoluta soltura, que se siente, que camine, que coma. Entonces, efectivamente el ideal es exponer a los alumnos más pequeños a la enseñanza.

Mónica Silva Andrade

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