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Eduardo
Vásquez
Lo
que ahora sé lo aprendí en la U
El
subdirector del Instituto Chileno Británico de
Cultura, sede Las Condes, Eduardo Vásquez Cantillano
(33, casado, un hijo) es un porteño de Valparaíso,
quien tras unas vacaciones en Concepción se interesó
en estudiar en la Universidad "Mi acercamiento fue
geográfico y visual más que académico",
admite.
Licenciado
en Educación con mención en Inglés,
no se imaginaba ejerciendo la docencia, pese a que cuando
pequeño, con su hermano mellizo, jugaba preferentemente
al profesor y al alumno. Su dedicación desde un
primer instante lo tiene satisfecho, más aún
en el contexto de un país que aspira a ser bilingüe.
Casado
con su colega y también profesional de la Universidad,
Lidy Olea, ambos son una demostración elocuente
de la importancia que la Universidad le ha otorgado, desde
siempre, a las pedagogías. Es lo que les ha permitido
a ambos moverse con soltura en Santiago.
¿Qué
tal resultó su experiencia como alumno?
Llegué
en 1988 y todo lo que sé ahora lo aprendí
allí. Fue una formación sólida tanto
en la enseñanza del idioma mismo, como en los conocimientos
de la profesión. Las profesoras fueron de un alto
nivel. Recuerdo a Nora Roca, en gramática: Teresa
Espinoza, con quien aprendí mucho lenguaje; Juanita
Magaña, en Fonética. En los ramos técnicos
de pedagogía resultó fundamental Hortensia
Valderrama, capaz de marcar con su estilo, con su metodología
de la enseñanza. Me sentí muy bien de alumno
y mi complicación fue literatura inglesa.
¿Dónde
inicia su desempeño profesional?
-Hice
la práctica profesional en el Kingston College,
de eso hace ya una década. Luego, me integré
al Instituto Chileno Británico de Cultura de Concepción,
experiencia que resultó clave para fortalecer la
formación que yo traía. Estaba trabajando
cuando me informaron de un aviso en el diario donde se
necesitaba un profesor de inglés para un colegio
de Santiago. Postulé y quedé. Era el Colegio
Cumbres, donde aún tengo unas horas de clases.
Es un colegio que le da importancia fundamental a la segunda
lengua, con diez horas semanales de clases. Mis inicios
no fueron fáciles porque los niveles de exigencia
son muy altos, pero después uno ya se acostumbra.
Me he ganado un respeto.
¿Cómo
llega al Instituto Británico en Santiago?
-Traía una carta de recomendación del Instituto
en Concepción que, modestia aparte, no fue necesario
usarla, porque todos los años se convoca a un seminario
de inducción con quienes presentan sus curriculum.
Aquí fui seleccionado en marzo de 1995. Me integré
de a poco y luego fui seleccionado en un viaje que el
Instituto ofrece a un profesor para una estada en Inglaterra.
Estuve en la Universidad de Kent, en Canterbury. Fue una
experiencia importante. De regreso me involucré
en nuevas áreas como ser uno de los examinadores
de la Universidad de Cambridge en Chile. Me convertí
en director asistente, invitado por la directora Adriana
Pineda, a partir de enero de 1999, en un cargo que fue
creado especialmente dada la brusca expansión del
Instituto en Las Condes, donde hoy estudian más
de 500 personas.
Tiene
una profesión muy adecuada en un tiempo donde uno
de los proyectos educativos es hacer que los chilenos
seamos bilingües. ¿Lo cree factible?
-Es
un proyecto central de presente y de futuro para un país
como el nuestro donde las posibilidades de salir al mundo,
de contacto, no son sólo en lo comercial, son amplias.
Lo creo factible y de hecho en el Instituto, por ejemplo,
ofrecemos formación a profesores de establecimientos
municipalizados, donde se incentiva el uso del inglés
en situaciones cotidianas. En general, los cursos que
ofrecemos tienen diferentes objetivos, pero pretenden
que las personas funcionen con el inglés, en una
experiencia de viajes, en un entorno de negocios, de recibir
visitas extranjeras, etc.
¿Es
un lugar común decir que mientras más pequeño
se aprende mejor?
-Como
en muchas cosas, mientras más pequeños se
expone al idioma más fácil es después.
Nuestro hijo de dos años y medio, sabe obedecer
órdenes en inglés con absoluta soltura,
que se siente, que camine, que coma. Entonces, efectivamente
el ideal es exponer a los alumnos más pequeños
a la enseñanza.
Mónica
Silva Andrade
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