Carlos
Villagrán
En
la Universidad tengo mis huellas
Carlos
Villagrán Díaz, profesor de Filosofía
de nuestra Universidad, cursó además la
carrera de Sociología. Su desempeño profesional,
no obstante, ha estado ligado, en Chile como en el extranjero,
con el ámbito de la comunicación.
El
es director de la carrera de Comunicación Organizacional
en la Universidad Mayor; ex director de la carrera de
Periodismo de otra universidad privada y ex profesor titular
del Centro de Estudios de la Comunicación de la
Universidad Nacional Autónoma de México,
país donde vivió diecisiete años.
Casado
con la periodista Alicia Gordon Strasser, a la que conoció
en la Casa del Deporte, mientras él practicaba
judo y ella campeonaba en tenis de mesa, tienen dos hijas
y una nieta, una de las cuales optó por el cine
como profesión.
Pese
a ser santiaguino, su padre quiso que estudiara en la
Universidad de Concepción. El es un abogado, hoy
de 90 años, tenía lazos familiares con el
plantel, puesto que su hermano Gustavo Villagrán
Cabrera, era entonces integrante del Directorio.
-¿Cuál
fue su vocación primera?
-
Entré a Bioquímica y para mi honor aprobé
el primer año, pero desde allí partí
a Filosofía. Ahí me hallé, como se
dice en México. Pero el momento político
pasaba por Sociología como algo más concreto
ligado al proceso de cambios del país. En tercero
de filosofía empecé también a estudiar
Sociología.
-¿Data
de entonces su definición política?
-Exactamente.
Me definí y me comprometí con la política,
porque además el ambiente era propicio. Cuando
estudiaba Sociología, mi tía Isolde Manquilef,
historiadora y académica de la Universidad, era
directora de Sociología, tiempos en que se generó
una nueva tendencia en el estudio, un gran compromiso
político de los estudiantes y para ella fue complicado
en muchos instantes.
¿Cuándo
y cómo se inserta en el mundo laboral?
Trabajé
en el Consejo de Difusión Universitaria, a cargo
de Gonzalo Rojas. Llegué a ser coordinador de las
actividades académicas del CDU. También
hice clases, todo lo cual terminó en 1973.
-¿Su
exilio fue provechoso en términos profesionales,
de perfeccionamiento?
Tras
partir a Ciudad de México, con nuestra primera
hija ya nacida, optamos por estudiar porque nos dimos
cuenta que había un espacio para que eso sucediera.
En la UNAM me incorporé al Centro de Estudios de
la Comunicación e hice una maestría en Estudios
Latinoamericanos, donde tuve grandes e importantes profesores.
Las primeras clases que di fueron en el área comunicación
y periodismo Enajenación y Comunicación;
una mezcla perfecta de mis dos intereses, la filosofía
y la sociología. En México escribí
artículos, columnas y libros, entre ellos Ideología
en sus textos, con tres tomos. Dirigí al menos
170 tesis, todas las cuales fueron publicadas. La UNAM
es una ciudad, con sus 350.000 alumnos y con un presupuesto
alucinante que en algún momento llegó a
ser de 1 millón de dólares diarios, donde
hay una apertura y total libertad para ingresar. No ponen
requisitos y es gratuita. En materia de docencia todo
lo que es dable imaginar allí está, por
ejemplo regresé a Chile con 7.000 libros para mi
biblioteca particular.
-¿Cómo
se siente dirigiendo una carrera nueva en una universidad
privada?
-Observando
las diferencias notables que en Chile se dan entre las
universidades públicas y privadas. Estas últimas
actúan más bien como un colegio y si bien
hacen un aporte en masificar la educación en ese
nivel, se observa una merma brutal en la calidad. Mi llegada
a la Universidad Mayor tiene que ver con el proyecto de
Mónica Herrera, otra ex alumna de Concepción,
y su Escuela de Comunicaciones que se inserta en la facultad
de Comunicaciones con dos carreras, por una parte Publicidad,
y por el otro Comunicación Organizacional, cuyo
proyecto me encarga realizarlo y dirigirlo.
¿En
qué consiste la comunicación organizacional?
-Es
una tendencia que se da, especialmente en Europa, en torno
a que la comunicación interna de las organizaciones,
de las empresas tienden a ser cada vez más sólidas.
Planteamos que la comunicación interna no es nada
desdeñable. Por el contrario es la célula
del tejido organizacional. Hay una tendencia histórica
en tal sentido y estoy convencido de que hay un futuro
prometedor para los alumnos que se han interesado mucho
en el tema.
Mónica Silva Andrade
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