De
todos es sabido que durante las dos últimas décadas
el escenario de la educación superior ha cambiado
profundamente: de un sistema constituido por 2 universidades
estatales, 6 universidades privadas con aporte estatal
y 14 sedes regionales. Hoy existen 16 universidades estatales,
9 universidades privadas que reciben Aporte Fiscal Directo,
además de 38 universidades privadas, 51 institutos
profesionales y 112 centros de formación técnica:
es decir 226 instituciones.
En
paralelo, el aumento de la cobertura ha significado pasar
de 250.000 alumnos en 1990 a cerca de 480.000. La creciente
diversificación se expresa en la propiedad de las
instituciones (estatales y privadas), en su forma de financiamiento
(con a sin aporte público),en las funciones que
desempeñan (multifuncionales o esencialmente docentes)
en la amplitud de sus programas (completas o especializadas)
en el ámbito de su influencia (nacionales, metropolitanas
o regionales) y en el nivel de los estudios ofrecidos
(académicos, profesionales o técnicos).
La
apertura que permite la existencia de este sistema de
educación superior; las complejidades de los mecanismos
de financiamiento universitario; los permanentes problemas
financieros de las universidades tradicionales, el aumento
de la demanda por educación, unido al cobro de
aranceles, son algunos de los problemas que hoy enfrenta
el Sistema Nacional de Educación Superior de nuestro
país.
Por
otro lado, uno de los efectos de la ampliación
de la cobertura es la necesidad de disponer de los recursos
necesarios, que permitan hacer realidad el principio de
que ningún estudiante con capacidades y calificaciones
académicas meritorias esté impedido de estudiar
por razones de tipo económico; otro, es el de las
oportunidades de inserción de una gran cantidad
de egresados en el mundo del trabajo. Sin embargo, uno
de los efectos más preocupantes es el que se relaciona
con el tema de la calidad que ha hecho evidente la necesidad
de avanzar en la institucionalización de un sistema
de regulación y de información que garantice
la calidad y el resguardo de la fe pública.
Es
por estas razones es que las Universidades que forman
parte del Consejo de Rectores han apoyado el proyecto
de ley que establece un sistema Nacional de Aseguramiento
de la Calidad, para mejorar la excelencia de la oferta
educativa a través de procesos de licenciamiento,
acreditación institucional y de carreras.
En
este sentido, es oportuno destacar el trabajo realizado
por la Comisión Nacional de Acreditación
de Pregrado.
El
campus Chillán y en particular la facultad de Medicina
Veterinaria han sido parte importante de los logros alcanzados
por nuestra Universidad, como es el hecho que los académicos
de esa Facultad hayan conducido el Proceso de Acreditación
de la Carrera en forma ejemplar que ha culminado exitosamente
con la certificación plena por parte de CNAP por
un período de cinco años. Se trata de la
primera en su género en obtener esta certificación
en el país y la segunda carrera con acreditación
en nuestra Universidad.
A
las carreras de Medicina Veterinaria y Medicina deberán
sumarse todas aquéllas que se encuentran actualmente
desarrollando los procesos correspondientes para obtener
la Acreditación.
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