Cuando
el país se ha visto seriamente convulsionado por las informaciones
provenientes de diversos sectores de la vida nacional
que señalan la existencia de síntomas de corrupción, la
comunidad en general, y la académica en particular, no
puede ser indiferente frente a estos acontecimientos.
La
sociedad latinoamericana, al igual que la nuestra, ha
pasado en los últimos tiempos por diversos estadios de
crecimiento y muchas veces, por ello mismo, saltándose
etapas indispensables para habituarse al adecuado manejo
de grandes capitales. Es así como en el proceso de crecimiento
económico, durante las últimas décadas, el flujo de capitales
que ha circulado no tiene relación con período alguno
de la historia del país,lo que requiere, por parte de
las personas que tienen el poder de decisión sobre el
uso de recursos económicos de un manejo transparente y
honesto de los mismos.
Esta
situación, que es un llamado de atención para toda la
sociedad, debe invitarnos primeramente a reflexionar seriamente
sobre el tema, reflexión que debe ser compartida con los
alumnos y, enseguida, reflejarse en acciones concretas
parta enfrentar este problema.
Los
cursos de ética que se imparten en las diversas carreras
son un espacio adecuado y propicio para contrastar los
códigos deontológicos con las diversas realidades a las
que se ve sometido un profesional en el ejercicio de sus
funciones.
En
estos momentos en que se procura fomentar en los jóvenes
una cultura del emprendimiento, hay que tener presente
que esta forma de enfrentar el mundo tiene que estar respaldada
por valores éticos y que los emprendedores de nuestra
Universidad deben salir de las aulas con una sólida formación
valórica –como ha sido hasta la fecha- que les permita
sortear las múltiples situaciones comprometedoras que
con certeza encontrarán en su desempeño profesional.
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