Edith Venturelli
“Quiero mucho a la Universidad”
Como
buena hija de italianos llegó a estudiar a Concepción
procedente de Capitán Pastene, el terruño donde se instalaron
inmigrantes llegados desde la península y que lo han convertido
en la "pequeña Italia".
Edith
Venturelli Leonelli (viuda, tres hijos, cinco nietos)
ingeniero comercial de la Universidad de Concepción, estudió
además cinco años de Medicina en la Universidad de Chile,
porque su pasión -confiesa- es el estudio y porque se
ha distinguido como mejor alumna desde la Alianza Francesa
de Traiguén hasta recibir el Premio Universidad 1969.
No
sólo eso. En el bachillerato obtuvo uno de los más altos
puntajes del país en Matemáticas “y logré primera página
en el diario El Sur. Me entrevistaron a los 17 años. Aún
guardo el recorte”, recuerda. Desde 1991 es gerente general
de Clínica Avansalud de Providencia y gerente de Administración
y Finanzas del holding Avansalud que tiene cuatro centros
en Santiago y provincias, incluida la de Concepción.
-¿Por
qué eligió la Universidad y cuál fue la impresión que
tuvo de ella?
-Por razones familiares. Mi hermano era ingeniero mecánico
en la planta Huachipato, mis padres decidieron que yo
debía estar en su casa. La Universidad me pareció entretenidísima,
con una forma de organización que creí igual para todas
y que más tarde descubrí que era única. Estudié en un
período complejo, con una efervescencia política enorme,
que ahora ya es historia y los protagonistas todos unos
personajes.
-¿Qué le deparó en lo académico la facultad de Economía?
-Un
equipo de profesores conformado por gente inteligente
que luego hizo carrera en Chile y en el exterior y profesores
extranjeros provenientes de la Cepal, con los cuales me
tocó trabajar y captar el vuelo intelectual que poseían
y que trascendía América Latina. Recuerdo a Paz Ladrón
de Guevara, Esteban Lederman. Me casé, al finalizar con
un compañero, Juan Francisco Muñoz. Una vez recibida seguí
en la U como instructor de Política Económica, pero en
1971 partí a vivir a Santiago. Estuve diez años en el
Banco Central. En medio partí al Fondo Monetario Internacional
en Washington para hacer un posgrado en Política Económica.
De regreso tuve la certeza que estaba convertida en una
tecnócrata absoluta (se ríe). Me faltaba la parte de sentirme
útil a la sociedad. Por eso estudié Medicina, donde me
fue muy bien y obtuve excelentes notas, sólo que no continué
por razones familiares. En 1986 entré al ministerio de
Salud, a Finanzas, peleando todo el tiempo con Hacienda
para repartir la poca plata en los hospitales del país.
Desde 1991 estoy en mi actual cargo.
-¿Es complicado lidiar con médicos?
-Los
médicos me respetan porque saben que sé lo que digo. Nuestra
meta es dar buena salud, de calidad, a un costo razonable,
con una resolución oportuna de problemas. Estoy embarcada
sacando las clínicas nuevas de Concepción y Viña del Mar.
Aquí siento que estoy haciendo algo que sirve y esa sensación
es grata y compensa cualquier desvelo y desgaste físico
o emocional. En la Clínica Avansalud Providencia hay 293
funcionarios, 150 consultas médicas, facilitamos espacios
y elaboramos planes de trabajo; 350 médicos vienen a operar
y se realizan 28 cirugías diarias.
-¿Cuál es su clave para sacar adelante proyectos de magnitud?
-La única manera de hacerlo es involucrando a las personas,
hay que formar equipos de trabajo, considerando siempre
que el trabajo lo hacen las personas, no los ejecutivos.
También es bueno encontrar líderes naturales en los grupos
y hacerlos que asuman. Tengo algunos orgullos: movilidad
mínima del personal en una década, gente que está desde
los inicios y está contenta. En medicina no basta la tecnología
al paciente hay que darle tiempo, necesitan ser escuchados,
primero que nada. Aquí eso se logra.
-¿Mantiene contactos con Concepción y la Universidad?
-Mi hijo mayor es gerente de una empresa en Concepción.
Viajo frecuentemente y cada vez que puedo me escapo al
barrio Universitario, en una visita nostálgica, pero también
alegre, de reflexión porque me faltó darme cuenta cuando
estudiante lo importante que la Universidad fue para mí,
el privilegio que constituyó estudiar allí. Yo la quiero
mucho.
Mónica
Silva Andrade
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