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nro 449   Jueves 20 de junio de 2002

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Edith Venturelli
“Quiero mucho a la Universidad”

Como buena hija de italianos llegó a estudiar a Concepción procedente de Capitán Pastene, el terruño donde se instalaron inmigrantes llegados desde la península y que lo han convertido en la "pequeña Italia".

Edith Venturelli Leonelli (viuda, tres hijos, cinco nietos) ingeniero comercial de la Universidad de Concepción, estudió además cinco años de Medicina en la Universidad de Chile, porque su pasión -confiesa- es el estudio y porque se ha distinguido como mejor alumna desde la Alianza Francesa de Traiguén hasta recibir el Premio Universidad 1969.

No sólo eso. En el bachillerato obtuvo uno de los más altos puntajes del país en Matemáticas “y logré primera página en el diario El Sur. Me entrevistaron a los 17 años. Aún guardo el recorte”, recuerda. Desde 1991 es gerente general de Clínica Avansalud de Providencia y gerente de Administración y Finanzas del holding Avansalud que tiene cuatro centros en Santiago y provincias, incluida la de Concepción.

-¿Por qué eligió la Universidad y cuál fue la impresión que tuvo de ella?

-Por razones familiares. Mi hermano era ingeniero mecánico en la planta Huachipato, mis padres decidieron que yo debía estar en su casa. La Universidad me pareció entretenidísima, con una forma de organización que creí igual para todas y que más tarde descubrí que era única. Estudié en un período complejo, con una efervescencia política enorme, que ahora ya es historia y los protagonistas todos unos personajes.

-¿Qué le deparó en lo académico la facultad de Economía?

-Un equipo de profesores conformado por gente inteligente que luego hizo carrera en Chile y en el exterior y profesores extranjeros provenientes de la Cepal, con los cuales me tocó trabajar y captar el vuelo intelectual que poseían y que trascendía América Latina. Recuerdo a Paz Ladrón de Guevara, Esteban Lederman. Me casé, al finalizar con un compañero, Juan Francisco Muñoz. Una vez recibida seguí en la U como instructor de Política Económica, pero en 1971 partí a vivir a Santiago. Estuve diez años en el Banco Central. En medio partí al Fondo Monetario Internacional en Washington para hacer un posgrado en Política Económica. De regreso tuve la certeza que estaba convertida en una tecnócrata absoluta (se ríe). Me faltaba la parte de sentirme útil a la sociedad. Por eso estudié Medicina, donde me fue muy bien y obtuve excelentes notas, sólo que no continué por razones familiares. En 1986 entré al ministerio de Salud, a Finanzas, peleando todo el tiempo con Hacienda para repartir la poca plata en los hospitales del país. Desde 1991 estoy en mi actual cargo.

-¿Es complicado lidiar con médicos?

-Los médicos me respetan porque saben que sé lo que digo. Nuestra meta es dar buena salud, de calidad, a un costo razonable, con una resolución oportuna de problemas. Estoy embarcada sacando las clínicas nuevas de Concepción y Viña del Mar. Aquí siento que estoy haciendo algo que sirve y esa sensación es grata y compensa cualquier desvelo y desgaste físico o emocional. En la Clínica Avansalud Providencia hay 293 funcionarios, 150 consultas médicas, facilitamos espacios y elaboramos planes de trabajo; 350 médicos vienen a operar y se realizan 28 cirugías diarias.

-¿Cuál es su clave para sacar adelante proyectos de magnitud?

-La única manera de hacerlo es involucrando a las personas, hay que formar equipos de trabajo, considerando siempre que el trabajo lo hacen las personas, no los ejecutivos. También es bueno encontrar líderes naturales en los grupos y hacerlos que asuman. Tengo algunos orgullos: movilidad mínima del personal en una década, gente que está desde los inicios y está contenta. En medicina no basta la tecnología al paciente hay que darle tiempo, necesitan ser escuchados, primero que nada. Aquí eso se logra.

-¿Mantiene contactos con Concepción y la Universidad?

-Mi hijo mayor es gerente de una empresa en Concepción. Viajo frecuentemente y cada vez que puedo me escapo al barrio Universitario, en una visita nostálgica, pero también alegre, de reflexión porque me faltó darme cuenta cuando estudiante lo importante que la Universidad fue para mí, el privilegio que constituyó estudiar allí. Yo la quiero mucho.

Mónica Silva Andrade

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