Ismenar
Romo
Toda
la vida en la Universidad
Con
cincuenta años de servicio a la Universidad de Concepción
es el funcionario más antiguo de esta casa de estudios.
En su trabajo de laboratorista dental, ha visto pasar
la historia por la ventana de su oficina, y lamenta el
cambio de mentalidad del alumnado.
Dentro
de su laboratorio es el personaje más conocido. De carácter
afable acepta con agrado las bromas de sus compañeros
de trabajo: “le hizo la placa a Cristobal Colón” o “el
inventó el hilo negro”. No por nada ha estado 49 años
en aquel sitio de trabajo. Dentro de la facultad de Odontología
es casi imposible ubicarlo por su nombre, pero basta preguntar
por “Romito” y llegar hasta él será cosa de segundos.
Ismenar
Romo ingresó a la Universidad en 1952, aunque su ficha
en la dirección de Personal indica que oficialmente fue
contratado el 1 de mayo de 1955. Lo hizo en calidad de
auxiliar. Llegó a la facultad de Odontología (de donde
jamás se ha movido) gracias a la intervención del profesor
Pedro Bellolio, prestigioso médico y profesor de la época.
“Era muy respetado y conocido”, recuerda.
Aceptó
con agrado, estaba acostumbrado al trabajo, porque de
niño laboró acarreando viandas. “Juntaban a un grupo de
niños, y nos pagaban $ 40 pesos mensuales, lo que estaba
bien”, dice. Pero al año siguiente el joven Ismenar tuvo
su gran oportunidad. La Universidad realizó una importante
inversión: “se compró una máquina que era lo mejor que
existía en el mundo en ese momento. Una máquina larga
que era para proyectar”. Destinada a los estudiantes,
requería de cuidados especiales, fue entonces cuando lo
seleccionaron para que la manejara. “Yo tenía que ir a
todas las clases, y ahí fue como yo empecé a aprender”.
“Romito”
estudió al mismo tiempo que realizaba su trabajo y en
1964 rindió su examen de grado, titulándose de laboratorista
dental, carrera en la que se desempeña hasta hoy, “y hasta
que Dios diga”, puntualiza. “He pasado todos los rectores,
desde Enrique Molina en adelante”, afirma con orgullo
Ismenar Romo que ha visto y vivido la historia de la Universidad.
Recuerda
con nostalgia el tiempo en que los profesores eran eminencias
reconocidas de nivel mundial y los alumnos entusiastas.
Evoca con cariño al primer rector: “yo lo veía pasear
por la Universidad desde la ventana de la antigua facultad
de Odontología, hoy la Pinacoteca, siempre preocupado
por los problemas de la Universidad. Era un hombre amoroso,
caritativo. Muy amoroso en el trato con sus subordinados”,
comenta.
Su
mayor pena es comparar a los estudiantes de hoy con los
de antaño. Señala que los muchachos están apurados por
sacar su carrera, sólo les interesa ganar dinero lo antes
posible, “El alumno antiguo era realmente entregado a
la profesión. Lo que le interesaba era aprender, querer
saber”, asevera.
Romo
es un hombre al que no se le notan los 74 años de vida.
Pero no es por casualidad, se considera un hombre alejado
de los vicios, y además muy religioso. Y fue en su iglesia,
la Adventista, donde conoció a su mujer, con la que lleva
24 años de matrimonio. Sí, se casó a los 50 años, cuando
su mujer sólo tenía 25. Y con ella tuvo dos hijos: la
mayor, de 19, estudia Química y Farmacia; mientras que
el menor se prepara este año para dar la prueba.
Romo
compara su trabajo con el de un artesano. El profesional
se encarga de confeccionar las prótesis, y no sólo dentales,
también fabrica ojos, dedos, mamas. Fabrica todas las
prótesis que se pueden hacer con acrílico, cromo y aluminio,
materiales que domina a la perfección. Provisto de un
mechero y unas cuantas paletas de acero con distintas
puntas va creando las placas, tan perfectas que se notan
en las sonrisas de sus beneficiados.
Orietta
Dennett
Alumna de Periodismo
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