Jessica
González Troncoso
Los
abogados de la Universidad tenemos un plus
Su
juvenil aspecto a más de algún asiduo al tribunal ha hecho
preguntar ¿usted es la jueza?, actitud que ahora toma
con humor, aunque confiesa que, en un primer instante,
le estresaba. Jessica González Troncoso, abogada de la
U. de Concepción, es Juez del 12° Juzgado Civil de Santiago.
Casada
con el cirujano dentista Julio Huerta, sin hijos, se conocieron
en la pensión donde ambos vivían durante su época de estudiantes
en Concepción. En tiempos en que las mujeres pueden llegar
a la Corte Suprema, admite no haber pensado sus próximos
pasos. “Estoy cumpliendo con una de las grandes metas:
ser juez”. Podría luego relatar en la Corte Suprema y
ser ministra de Corte “pero sin duda uno se puede demorar
en eso”, argumenta.
-¿Cuántos
llegaron a la reunión de los veinte años de mechones de
la facultad de Derecho en octubre de 2001?
-Unos cincuenta abogados, quienes aprovechamos de realizar
múltiples actividades, reunirnos con el decano, visitar
la Escuela y por cierto expresar lo bien que nos sentíamos
por encontrarnos.
-¿Nómbreme algunos de sus compañeros de generación?
-Carolina Zelaya, abogada del ministerio de Educación;
Sergio Micco, dedicado a la política y a la politología;
Hernán Fernández, creador de Anónimos por la Vida, un
profesional muy consecuente y muy preocupado, desde siempre,
de los problemas de la infancia; Angélica Bontá, ya fallecida.
Esta última fue un caso excepcional y que nos dejó una
lección de vida a todos: llegó a estudiar sola y discapacitada,
en silla de ruedas, en una época donde no existía ninguna
comodidad para los desplazamientos.
-¿Cuándo y cómo parte el ejercicio de su carrera?
-Cuando vine a jurar a Santiago me encontré con el hoy
ministro Hugo Dolmetsch, parralino como yo. Me preguntó
si me interesaba el Poder Judicial. En 1988 partí a Santiago
a hacer mérito a un tribunal civil, en espera que se produjera
una vacante. Me interesó el trabajo. Ingresé al 8° Juzgado
Civil, fui oficial del 28° Juzgado Civil los dos de Santiago.
Entre 1992 y 1998 fui relatora de la Corte de Apelaciones
de Santiago y desde 1998 soy jueza del 12° Civil.
-¿Cuáles
son los temas preferentes que le toca ver?
Las
relaciones contractuales, las cobranzas judiciales, el
área de familia, filiaciones, posesiones efectivas y denuncias
por violencia intrafamiliar, tema de gran relevancia y
que requiere una dedicación importante porque son conflictos
que hay que abordar integralmente para lograr alguna solución.
-¿Los tribunales de familia solucionarán este tema? -Así
lo esperamos, porque además los tribunales permitirán
que un porcentaje importante número de causas lleguen
a acuerdos. Además se contará con personal especializado
que apoyará a los magistrados. Las causas que se ven en
distintos tribunales se abordarán en uno.
-¿Aquello que la U le aportó le ha servido bien para esta
tarea de juez?
-Soy
una admiradora de la Universidad, de la formación de excelencia
que otorga, jamás me he deshecho de mis cuadernos, de
mis apuntes, de mis recortes de diarios. Hay aprendizajes
imposibles de olvidar como el del profesor Daniel Peña
y Lillo, un civilista tremendo en lo suyo o Ricardo Sandoval,
quien guió mi tesis. En la actualidad, observo a los abogados
que hacen pasantías con los jueces cuando egresan de la
Academia Judicial. Me han tocado muchos y los egresados
de la U penquista tienen un plus, definitivamente.
-¿Cuál
es el desafío de las nuevas generaciones de abogados?
-El
componente ético necesario como una formación sólida,
que en mi época no se daba; la reforma procesal penal,
el contribuir a sacar esa percepción e imagen negativa
de la justicia que hay en muchos sectores, abriéndonos
más a la sociedad, mostrando lo que podemos hacer y lo
que no podemos hacer.
Mónica
Silva Andrade
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