Mauro Parra Cordero
Su lucha contra los molinos de viento
La
búsqueda de mejores condiciones de vida para la gente
ha sido un elemento central en su vida como universitario
y su posterior desarrollo profesional. Mauro Parra Cordero
(39), gineco-obstetra, valdiviano, deportista, políticamente
activo en 1982, ingresó ese año a la Universidad de Concepción
para estudiar Medicina.
En
aquella época, la carrera todavía se dictaba casi íntegramente
en el monumental edificio que comunica a la ciudad con
la avenida Enrique Molina, al interior del campus, y que
hoy ocupa la facultad de Ciencias Biológicas.
Su
pasión por la medicina corrió por carriles paralelos con
sus ideales políticos. Ideales que lo elevaron al cargo
de vicepresidente de la Fec entre 1988 y 1989, pero que
también le hicieron perder, un año después de su ingreso,
la beca que le permitía estudiar con cierta holgura.
Hoy,
desde la jefatura que ocupa en la Unidad de Ultrasonografía
del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, sigue
pensando que es posible construir un mundo mejor.
De
la Universidad de Concepción dice guardar miles de recuerdos
en su memoria, tal vez los mejores de su vida, sólo comparables
con los momentos que vivió durante los tres años que estuvo
en el Kings College de Londres, cursando una especialización
en Medicina Fetal.
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¿Cuál era su especialidad en el atletismo?
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Yo practicaba atletismo desde muy pequeño, desde los 10
años. En la universidad lanzaba jabalina. Practiqué atletismo
activamente y la representé en torneos nacionales hasta
quinto año de la carrera.
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¿Fue muy doloroso perder la beca deportiva?
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La universidad en cierta forma me entregó cosas felices
y también cosas tristes. Perdí la beca, me la quitaron
al final del primer año y nunca la recuperé después. Eso
fue sumamente importante porque la situación económica
de mi padre no era muy buena, así que fue complejo tratar
de subsistir en la universidad.
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¿Qué le hizo optar por la Universidad de Concepción?
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Yo diría que esencialmente el hecho de tener una experiencia
nueva, lejos de la familia, que me diera la capacidad
de madurar. Quería tener la oportunidad de comenzar una
vida nueva, comenzar como un joven rebelde, tal vez, a
tener nuevas vivencias. Mi padre era mi entrenador, por
lo tanto estaba todo el día con él, en cierta forma era
empezar otra cosa sin romper con el deporte y con las
expectativas que él tenía de nosotros.
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¿Siempre quiso estudiar medicina?
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Yo creo que la idea surgió en la enseñanza media, motivado
por un abuelo que alguna vez había sido médico. Pero creo
que lo que me motivó fue más bien algo que hoy se utiliza
como slogan, era realmente el deseo de tener la capacidad
de ayudar a la gente.
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¿Por qué optó por Europa para seguir la especialización?
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Elegí Inglaterra por el inglés y porque tiene una medicina
social, un sistema de salud muy solidario, a pesar de
que es un país súper capitalista. Estuve en Londres, una
ciudad muy cosmopolita, lo que me dio más aliento para
seguir en esto de la lucha contra los molinos de viento.
Uno se da cuenta que existen otras formas de ver la vida
y no solamente la lucha pro-dinero.
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¿Cuál es la evaluación que hoy hace de esa etapa?
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Esa fue una situación que me ayudó a re-guiar mi camino,
porque al salir de la universidad uno tenía que tratar
de buscar su nicho, por suerte encontré éste. El hecho
de irme a Europa me ratificó que ése era el camino: tratar
de hacer universidad y desde la universidad hacer un modesto
aporte para tratar de influir en las instancias de poder.
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¿Siente que desde su posición en el hospital tiene esa
capacidad?
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No ahora, pero sí en el futuro. El médico no solamente
puede hablar de medicina, sino también de política, filosofía,
yo me sigo formando en eso, en la práctica.
Erwin
Acevedo Ibáñez
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