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nro 430   Jueves 6 de diciembre de 2001

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Mauro Parra Cordero
Su lucha contra los molinos de viento

La búsqueda de mejores condiciones de vida para la gente ha sido un elemento central en su vida como universitario y su posterior desarrollo profesional. Mauro Parra Cordero (39), gineco-obstetra, valdiviano, deportista, políticamente activo en 1982, ingresó ese año a la Universidad de Concepción para estudiar Medicina.

En aquella época, la carrera todavía se dictaba casi íntegramente en el monumental edificio que comunica a la ciudad con la avenida Enrique Molina, al interior del campus, y que hoy ocupa la facultad de Ciencias Biológicas.

Su pasión por la medicina corrió por carriles paralelos con sus ideales políticos. Ideales que lo elevaron al cargo de vicepresidente de la Fec entre 1988 y 1989, pero que también le hicieron perder, un año después de su ingreso, la beca que le permitía estudiar con cierta holgura.

Hoy, desde la jefatura que ocupa en la Unidad de Ultrasonografía del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, sigue pensando que es posible construir un mundo mejor.

De la Universidad de Concepción dice guardar miles de recuerdos en su memoria, tal vez los mejores de su vida, sólo comparables con los momentos que vivió durante los tres años que estuvo en el Kings College de Londres, cursando una especialización en Medicina Fetal.

- ¿Cuál era su especialidad en el atletismo?

- Yo practicaba atletismo desde muy pequeño, desde los 10 años. En la universidad lanzaba jabalina. Practiqué atletismo activamente y la representé en torneos nacionales hasta quinto año de la carrera.

- ¿Fue muy doloroso perder la beca deportiva?

- La universidad en cierta forma me entregó cosas felices y también cosas tristes. Perdí la beca, me la quitaron al final del primer año y nunca la recuperé después. Eso fue sumamente importante porque la situación económica de mi padre no era muy buena, así que fue complejo tratar de subsistir en la universidad.

- ¿Qué le hizo optar por la Universidad de Concepción?

- Yo diría que esencialmente el hecho de tener una experiencia nueva, lejos de la familia, que me diera la capacidad de madurar. Quería tener la oportunidad de comenzar una vida nueva, comenzar como un joven rebelde, tal vez, a tener nuevas vivencias. Mi padre era mi entrenador, por lo tanto estaba todo el día con él, en cierta forma era empezar otra cosa sin romper con el deporte y con las expectativas que él tenía de nosotros.

- ¿Siempre quiso estudiar medicina?

- Yo creo que la idea surgió en la enseñanza media, motivado por un abuelo que alguna vez había sido médico. Pero creo que lo que me motivó fue más bien algo que hoy se utiliza como slogan, era realmente el deseo de tener la capacidad de ayudar a la gente.

- ¿Por qué optó por Europa para seguir la especialización?

- Elegí Inglaterra por el inglés y porque tiene una medicina social, un sistema de salud muy solidario, a pesar de que es un país súper capitalista. Estuve en Londres, una ciudad muy cosmopolita, lo que me dio más aliento para seguir en esto de la lucha contra los molinos de viento. Uno se da cuenta que existen otras formas de ver la vida y no solamente la lucha pro-dinero.

- ¿Cuál es la evaluación que hoy hace de esa etapa?

- Esa fue una situación que me ayudó a re-guiar mi camino, porque al salir de la universidad uno tenía que tratar de buscar su nicho, por suerte encontré éste. El hecho de irme a Europa me ratificó que ése era el camino: tratar de hacer universidad y desde la universidad hacer un modesto aporte para tratar de influir en las instancias de poder.

- ¿Siente que desde su posición en el hospital tiene esa capacidad?

- No ahora, pero sí en el futuro. El médico no solamente puede hablar de medicina, sino también de política, filosofía, yo me sigo formando en eso, en la práctica.

Erwin Acevedo Ibáñez

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