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Carmen
Rodríguez
Estudiar
en la Universidad fue un regalo
Hija
y nieta de abogados, por lado y lado, Carmen Aída Domínguez
Hidalgo (casada, dos hijos) explica que su opción profesional
no fue la consecuencia inevitable de pertenecer a una
familia donde el tema jurídico era de conversación diaria.
Su
abuelo y su padre quienes la antecedieron en sus estudios
en Derecho en la Universidad obtuvieron el Premio Universidad
con un intervalo exacto de un cuarto de siglo cada uno.
Ella con la misma exactitud lo logró en 1987. Académica
de Derecho Civil en la facultad de Leyes de la Universidad
Católica de Santiago, recuerda que su vocación primera
iba por la ingeniería civil y por la diplomacia. Se casó
con un ingeniero civil, experto en el de área concesiones,
Javier Villanueva, y dejó la diplomacia de lado por un
asunto práctico: privilegió la formación de su familia.
-¿Cuánto sirve o cuán complicado es pertenecer a una prestigiosa
familia de abogados?
-Supone
un “peso” por el nivel de exigencias, porque la mirada
tiende a ser comparativa y la medición es con una vara
especial; implica ponerse a la altura, no sólo de una
familia jurídica, sino que además ligada tan fuertemente
a la Universidad. Hay una responsabilidad con la historia
de esa familia. Es emocionante entrar a la Facultad y
ver nuestros nombres grabados en una placa que recuerda
a los galardoneados con el Premio Universidad. También
tiene ventajas, aún cuando los saberes intelectuales no
se traspasan genéticamente, se abren muchas puertas, no
se es un completo desconocido, se es acogida y eso facilita
las cosas.
-¿ Cuándo inicia el ejercicio de su profesión de abogado?
-
Me inicié con clases en la Facultad en 1990 y en el estudio
jurídico familiar. Aprendí a litigar en todas las áreas.
Entre 1991 y 1995 estudié un doctorado en Derecho Civil
en la Universidad Complutense de Madrid. Mi tesis de grado
se refirió a “El daño moral derivado de contrato”, el
que más tarde en Chile, gracias a un proyecto Fondecyt
lo amplié y dio origen a una teoría general del daño moral
publicado por la Editorial Jurídica, con el nombre de
“El daño moral”. Aproveché mi estada en Europa para hacer-además-
un magíster en Derecho Comparado en el Instituto de Derecho
Comparado de Madrid y un diplomado en Derecho Comparado
en la Universidad de Estrasburgo, en Francia.
¿Estudiosa
infatigable?
En mis especializaciones no he sentido vacíos o deficiencias
respecto a mi formación primera; muy por el contrario,
sentí que el nivel de exigencias de la Universidad de
Concepción fue importante, que es muy seria en impartir
docencia e impulsar a la especialización e investigación.
- ¿Especialista en Derecho Civil?
-
El Derecho Civil es el pilar de todo el derecho. Actualmente
trabajo en lo relativo al derecho de familia porque hay
problemáticas que así lo requieren y frente a los cuales
la Universidad Católica debe dar una respuesta. Participo
del Programa de Estudios Jurídicos Avanzados, destinado
a abordar temas de la modernidad, temas de frontera, que
aún nadie trabaja, como es el caso del análisis de género
y su impacto en el ámbito del derecho. Nos interesa el
tema de la bioética. El estudio del tema del divorcio,
que está muy presente en la sociedad. Puedo estar allí
donde me pidan y creo que esa es una riqueza y una habilidad.
El que pueda hacerlo de manera tan acotada, el que tenga
un modo de razonamiento, el que pueda plantear mis ideas
tiene que ver con el aprendizaje del doctorado. Ejerzo
privadamente. Tengo oficina junto al director de Investigación
de la Facultad, Alejandro Vergara, también ex alumno de
la Universidad de Concepción y con quien colaboramos en
la Revista Chilena del Derecho.
-Conoce
universidades en Chile y Europa, ¿cómo queda nuestra Universidad
en la comparación?
-
Mirando a la distancia, siento que estudiar en la Universidad
de Concepción fue un regalo, con recuerdos y huellas imborrables,
con profesores de nivel y un buen ambiente estudiantil,
pese a que nos tocó vivir en una época convulsionada.
Fue una época de discusión, de debate, de polémica, de
diálogo, que ayudaba a abrir las mentes, a entender procesos.
Además durante todo ese período pololeé con quien luego
me casé. Por todas estas razones cuando Sergio Carrasco
me invitó a presentar mi libro “El daño moral”, sentí
que allí, y no en otra parte, tenía que ver la luz de
forma oficial.
Mónica Silva Andrade
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