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nro 425   Jueves 25 de octubre de 2001

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Carmen Rodríguez
E
studiar en la Universidad fue un regalo

Hija y nieta de abogados, por lado y lado, Carmen Aída Domínguez Hidalgo (casada, dos hijos) explica que su opción profesional no fue la consecuencia inevitable de pertenecer a una familia donde el tema jurídico era de conversación diaria.

Su abuelo y su padre quienes la antecedieron en sus estudios en Derecho en la Universidad obtuvieron el Premio Universidad con un intervalo exacto de un cuarto de siglo cada uno. Ella con la misma exactitud lo logró en 1987. Académica de Derecho Civil en la facultad de Leyes de la Universidad Católica de Santiago, recuerda que su vocación primera iba por la ingeniería civil y por la diplomacia. Se casó con un ingeniero civil, experto en el de área concesiones, Javier Villanueva, y dejó la diplomacia de lado por un asunto práctico: privilegió la formación de su familia.

-¿Cuánto sirve o cuán complicado es pertenecer a una prestigiosa familia de abogados?

-Supone un “peso” por el nivel de exigencias, porque la mirada tiende a ser comparativa y la medición es con una vara especial; implica ponerse a la altura, no sólo de una familia jurídica, sino que además ligada tan fuertemente a la Universidad. Hay una responsabilidad con la historia de esa familia. Es emocionante entrar a la Facultad y ver nuestros nombres grabados en una placa que recuerda a los galardoneados con el Premio Universidad. También tiene ventajas, aún cuando los saberes intelectuales no se traspasan genéticamente, se abren muchas puertas, no se es un completo desconocido, se es acogida y eso facilita las cosas.

-¿ Cuándo inicia el ejercicio de su profesión de abogado?

- Me inicié con clases en la Facultad en 1990 y en el estudio jurídico familiar. Aprendí a litigar en todas las áreas. Entre 1991 y 1995 estudié un doctorado en Derecho Civil en la Universidad Complutense de Madrid. Mi tesis de grado se refirió a “El daño moral derivado de contrato”, el que más tarde en Chile, gracias a un proyecto Fondecyt lo amplié y dio origen a una teoría general del daño moral publicado por la Editorial Jurídica, con el nombre de “El daño moral”. Aproveché mi estada en Europa para hacer-además- un magíster en Derecho Comparado en el Instituto de Derecho Comparado de Madrid y un diplomado en Derecho Comparado en la Universidad de Estrasburgo, en Francia.

¿Estudiosa infatigable?

En mis especializaciones no he sentido vacíos o deficiencias respecto a mi formación primera; muy por el contrario, sentí que el nivel de exigencias de la Universidad de Concepción fue importante, que es muy seria en impartir docencia e impulsar a la especialización e investigación. - ¿Especialista en Derecho Civil?

- El Derecho Civil es el pilar de todo el derecho. Actualmente trabajo en lo relativo al derecho de familia porque hay problemáticas que así lo requieren y frente a los cuales la Universidad Católica debe dar una respuesta. Participo del Programa de Estudios Jurídicos Avanzados, destinado a abordar temas de la modernidad, temas de frontera, que aún nadie trabaja, como es el caso del análisis de género y su impacto en el ámbito del derecho. Nos interesa el tema de la bioética. El estudio del tema del divorcio, que está muy presente en la sociedad. Puedo estar allí donde me pidan y creo que esa es una riqueza y una habilidad. El que pueda hacerlo de manera tan acotada, el que tenga un modo de razonamiento, el que pueda plantear mis ideas tiene que ver con el aprendizaje del doctorado. Ejerzo privadamente. Tengo oficina junto al director de Investigación de la Facultad, Alejandro Vergara, también ex alumno de la Universidad de Concepción y con quien colaboramos en la Revista Chilena del Derecho.

-Conoce universidades en Chile y Europa, ¿cómo queda nuestra Universidad en la comparación?

- Mirando a la distancia, siento que estudiar en la Universidad de Concepción fue un regalo, con recuerdos y huellas imborrables, con profesores de nivel y un buen ambiente estudiantil, pese a que nos tocó vivir en una época convulsionada. Fue una época de discusión, de debate, de polémica, de diálogo, que ayudaba a abrir las mentes, a entender procesos. Además durante todo ese período pololeé con quien luego me casé. Por todas estas razones cuando Sergio Carrasco me invitó a presentar mi libro “El daño moral”, sentí que allí, y no en otra parte, tenía que ver la luz de forma oficial.

Mónica Silva Andrade

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